Juan Antonio Ponce (Iniesta, 1981) lleva desde el pasado 5 de agosto recolectando uva. “No sé ni en qué día estoy”, asegura en diálogo con Infobae España mientras consulta un calendario para poder precisar cuándo finalizará con la cosecha. “Calculo que, si todo va bien, entre el 18 y 20 de septiembre tendremos toda la fruta en bodega”, detalla desde el otro lado del teléfono, durante un descanso de estas arduas jornadas. A Ponce y su equipo de 16 personas aún le quedan por delante los diez días más duros y “decisivos” de la vendimia, en los que acometerán la recogida de las mejores racimos, aquellos que sólo obtiene de sus viñedos más viejos y de mayor calidad.
Dicen que en los campos de La Manchuela, una pequeña comarca compartida entre las provincias de Cuenca, Albacete y Valencia, es fácil distinguir los viñedos de Bodegas Ponce, cuyas vides plantadas en vaso (sin guía alguna) sobresalen en un mar de plantas dispuestas en espalderas, método idóneo para maximizar los rendimientos de uva, muchas veces en sacrificio de su calidad, y que permite el paso de maquinaria agrícola para su recolección. Esta es la práctica común en la región, donde la Bobal es la variedad tinta reina y los viticultores viven de vender sus cosechas a cooperativas que se encargan de elaborar el vino, el cual se comercializará a granel.
“Aquí en la zona nadie ha cortado ni un kilo de Bobal y nosotros llevamos ya casi un mes”, detalla el enólogo, haciendo referencia al afán de los productores de la zona de obtener uvas con gran concentración de azúcar, pagadas mejor por las cooperativas, que se traducirán en vinos de alta graduación alcohólica. Pero Ponce hace otra cosa.
Desde que se puso al frente de los viñedos de su familia, hace ya 20 años, ha conseguido que se reconozcan, tanto dentro como fuera de España, las potencialidades y virtudes de la Bobal, uva a la que ha estado ligado desde que tiene memoria. “Desde muy pequeñito trabajé en el campo con mi padre, pero no elaborábamos vinos. Por entonces en la zona lo que se escuchaba era que la Bobal era muy mala, que no era una variedad noble ni interesante para elaborar vinos elegantes para embotellar”, recuerda Ponce. Él se ha encargado de demostrarle al mundo todo lo contrario.
Bodegas Ponce produce cada año cerca de 112.500 litros de vino que se traducen en 150.000 botellas y que vende bajo 11 etiquetas distintas en las que, en su gran mayoría, la Bobal es la protagonista absoluta. Gracias a la filosofía de su enólogo: mínima intervención y respeto al terruño y a las características propias de la variedad, los vinos que salen de su pequeña bodega, ubicada a las afueras de Villanueva de la Jara (Cuenca), destacan por su frescura, aromas a fruta roja, baja graduación alcohólica y esa estructura propia de las vinificaciones con 100% de raspón.
La “locura” de un chaval de 24 años
Ponce se decidió a estudiar enología, con tan solo 14 años, por dos razones: por un lado, curiosidad por saber cómo se transformaba en vino aquellas uvas que su familia vendía a la cooperativa y, por otro, el poco entusiasmo que le generaba el Bachillerato. “No quería estudiar durante cuatro años sin especializarme en nada en concreto”, explica 30 años más tarde. “Un día fui a llevar una muestra de tierra de las parcelas para analizar, porque tenía inquietud por mejorar el funcionamiento de algunos viñedos, y en el laboratorio vi el anuncio de la Escuela de Viticultura y Enología de Requena, a la que se podía acceder desde la educación básica”, relata. En aquella institución Ponce se formó hasta cumplir los 18.
Tras dos años en la cooperativa de su pueblo, en 2001, comenzó a trabajar con uno de los grandes nombres del mundo del vino español: Telmo Rodríguez, quien se convertiría en uno de sus mayores referentes. “Fue la universidad de mi vida, tanto profesional como personal”, destaca. Bajo el ala de Rodríguez, Ponce elaboró vinos en numerosas regiones vitivinícolas de España: Rioja, Málaga, Ribera del Duero, Toro, entre otras. “Rioja es la que más me enamora, por esa tradición de familias que cultivan uva para hacer su vino y luego venderlo. Ahí es donde se forja mi sueño”, asegura. En 2005, decide hacer lo mismo con el viñedo de su familia.
Al hablar de sus inicios, Ponce asegura que estos fueron complicados y que, al principio, el resto de viticultores de la zona veían en aquel chaval de 24 años a un “bicho raro” que no sabía lo que hacía. “Vender un vino de Bobal embotellado a un precio digno y a la vez con muy pocas botellas no parecía un proyecto que pudiese funcionar. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta que tenía todos los ingredientes para hacer una locura”, reflexiona. Hoy, los principales críticos del mundo vitivinícola, aquellos que reparten los puntos, se han rendido ante las elaboraciones de este enólogo de La Manchuela.
Pese a que sus últimas añadas no bajan de los 91 puntos según la guía del famoso crítico Robert Parker, Ponce no ha querido trasladar al precio de sus vinos el éxito que ha cosechado entre los expertos. Las ya mencionadas 11 etiquetas que comercializa la bodega van desde los 7,50 euros de las elaboraciones de entrada hasta los 42,90 euros del Ponce, un blend de 85% Bobal y 15% Moravia agria, a cuya añada 2022 Luis Gutiérrez, representante de Parker en España, ha otorgado 98 puntos.
“Creo que al tener una gama de vinos de entrada con un precio digno, coherente y con una buena calidad es una apuesta de cara al futuro porque puedes ganar un consumidor mucho más fiel”, señala Ponce, quien vende el 70% de su producción en el mercado internacional. “Hay mucha gente joven que no puede permitirse tomar un vino digno por los precios y muchos acaban bebiendo vinos muy económicos, de mala calidad y el mundo del vino termina perdiendo un cliente porque acaban prefiriendo una cerveza”, sostiene.
De acuerdo al enólogo, sus elaboraciones “permiten a un chaval que tenga interés e inquietud por el vino ir a una tienda y pagar 7,50 euros” por un buen vino que refleje “sin maquillaje ni complicaciones” lo que puede dar la Bobal como variedad y La Manchuela como región vitivinícola. “No quiero hacer vinos sofisticados que asusten al consumidor -asegura- ni tampoco vinos exclusivos para millonarios. A mi me enorgullece más ver a gente joven bebiéndose una de mis botellas”.