La reducción de la jornada laboral a cuatro días sigue llenando horas de debates en los medios de comunicación, entre economistas, sindicatos y patronal, y se ha colado en el Congreso hasta convertirse en una de las propuestas más reseñables de la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. En cambio, la ambiciosa idea de Díaz de cerrar los acuerdos para antes de agosto está lejos de cumplirse, pues las negociaciones con la CEOE siguen estancadas.
En la práctica, la reducción de jornada supondría ganar hasta 14 días libres al año o trabajar 2,5 horas menos a la semana. Más allá de la economía, son varios los expertos que se han unido al debate sobre los beneficios que supondría para los trabajadores contar con más tiempo de ocio en materia de salud mental. No es asunto baladí si tenemos en cuenta que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 12.000 millones de día de trabajo se pierden por bajas de ansiedad y/o depresión.
María Rojas-Marcos, psicóloga clínica y directora del Centro que lleva su mismo nombre en Sevilla, cuenta a Infobae España que, en los últimos años y especialmente a raíz de la pandemia, las visitas al psicólogo por estrés laboral han aumentado exponencialmente. En parte, lo explica por un empeoramiento general de la salud mental y una mayor exigencia en los trabajos.
Pregunta: ¿En qué se diferencia el estrés laboral del estrés “general”?
Respuesta: Es como el estrés normal, la diferencia es lo que lo guía. Cuando una persona está estresada tiene las mismas consecuencias y afectan a todas las áreas de la vida. En el trabajo, cuando el estrés es puntual se puede sobrellevar y nos puede motivar, pero el problema aparece cuando es continuado. Esto puede ser por varios factores, como un mal clima laboral, un ambiente muy exigente, la falta de conciliación familiar o sentirnos sobrepasados para llevar a cabo todos los objetivos.
La cultura de empresa quizá no está orientada a facilitar las cosas al trabajador para ser capaz de llevar eso adelante. El equilibrio entre un estrés bien gestionado y algo excesivo es muy fino. Si se tienen en cuenta ciertas cosas y se escucha, se puede llegar a un ‘win to win’ entre el empresario y el trabajador. Es verdad que depende mucho del sector, pues algunos se pueden adaptar más, dar más flexibilidad y facilita mucho la conciliación familiar.
P: ¿Cuáles son las señales de alarma que nos indican que el estrés que sentimos no nos motiva, sino que nos está perjudicando?
R: El cansancio. Si esto nos pasa un día, vale. Pero si siempre tienes una excusa para no desconectar hasta el punto de acumular cansancio, no dormir bien, despertarte por no parar de darle vueltas a la cabeza, estar en casa pensando en el trabajo... Eso es una constante señal de alerta. Al no poder desconectar, no se consigue ese equilibrio porque no se descarga. Realmente, una persona con el cortisol alto por el trabajo significa que se vuelve menos productiva, no sabe priorizar, se agobia fácilmente y afecta a su organización.
P: ¿Ha detectado en los últimos años un aumento de los pacientes que acuden a su consulta por problemas de estrés laboral o síndrome de born out?
R: Ha aumentado, sin duda. La pandemia ya incrementó el estrés general y eso ha influido en muchas cosas. Además, el nivel de exigencia en los trabajos también ha aumentado, sobre todo con las nuevas tecnologías que obligan a muchos trabajadores a formarse para que su currículum “no se quede atrás”. Por eso una de las medidas que se suelen decir cuando se plantea la jornada de cuatro días es que requiere de inversión. Necesitamos que nuestro personal sea productivo y para eso hay que formarle. De hecho, en muchas empresas se tiene en cuenta que el cómo se introduce a alguien en un trabajo marca el éxito. Lo que se le enseñe en el primer mes va a marcar el recorrido de esa persona en su recorrido en la empresa.
P: ¿Qué beneficios en materia de salud mental puede tener trabajar menos horas a la semana o tener más días de vacaciones?
R: Son muchos los beneficios a nivel psicológico porque ayuda a tener equilibrio. Simplemente es como una mejor medida del tiempo. Lo que pasa es que hay que entender lo de la productividad y que una empresa necesita ganar dinero, por eso decíamos lo del ‘win win’. Siempre se dice la gente es muy inteligente para evitar trabajar mucho y es verdad, es la motivación para que se hagan mejor las cosas o más rápido. De hecho, hay gente que funciona muy bien simplemente con una motivación emocional, porque la parte emocional lo es todo.
P: Hay quienes están en contra de la aplicación de la reducción de la jornada no por motivos económicos, sino más bien “culturales” en una férrea defensa de la cultura del esfuerzo. ¿Cómo se explica esto desde el punto de vista de la psicología?
R: Existe un perfil que yo llamo ego defensivo, que es cuando se tiene una forma de vida extremadamente validada y cuesta mucho ceder ante otras formas. Creo que estas personas definen su personalidad por el trabajo y están acostumbrados a defender que ellos trabajan muchas horas, que es lo que tienen que hacer... Es una sensación de sacrificio. Si no hacen eses esfuerzo triple (en lugar de ser simplemente eficientes y con más equilibrio), lo pasan mal.
Por otro lado, hay un miedo a los cambios y se aferran a la cultura del “siempre ha sido así”, que no significa que eso sea mejor. También, cuando alguien está deprimido porque le han echado del trabajo, muchas veces es porque se definen con su profesión. “Yo soy profesor y ahora que no estoy ejerciendo, me siento vacío y siento que no soy nada”. Esto es muy peligroso para ellos a nivel emocional. De hecho, normalmente muestra un desequilibrio de que no cultivan otras áreas en su vida más allá del trabajo.