El 4 de junio se celebra el Día Mundial del Cognac, una emblemática bebida llena de historia que, aunque menos disfrutada en España, cuenta con una riqueza y valor únicos. Sin duda es uno de los destilados con más solera, lo que demuestran las históricas casas que lo elaboran. Delamain es una de ellas, una empresa familiar que este año celebra su segundo siglo de trayectoria.
Aunque sean 200 los años que Delamain cumple en 2024, en realidad la historia de su coñac se origina incluso antes. Todo comienza en 1625, cuando Nicholas Delamain abandona su Saintonge natal y pone rumbo a Londres. Allí, se convirtió en el chef-de-suite de Henriette-Marie de France, hermana de Luis XIII y futura esposa del rey Carlos I de Inglaterra. El reino le acogió y le concedió más tarde un título nobiliario, tras lo que fue enviado a Irlanda. Su sobrino, James, regresó a Francia en 1753 e inició entonces su carrera en el comercio de coñac.
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En 1753, James Delamain se instala en Jarnac y se asocia con su suegro, Jean-Isaac Ranson, para llevar al éxito un negocio de exportación que comenzó a especializarse en destilados elaborados a partir de uvas de Grande Champagne. El resto, ya es historia. Durante casi dos siglos, los descendientes de James Delamain siguieron dirigiendo la empresa familiar, como hoy hace Charles Braastad, descendiente directo del fundador, Maestro Bodeguero y Director General Adjunto.
“El ADN de Delamain ha sido construido por hombres que tenían otros intereses en la vida aparte del coñac. Mis antepasados fueron abiertos de mente y realmente respetuosos con el producto y la naturaleza”, asegura Braadstad en una entrevista con Infobae España. A lo largo de las generaciones, la familia Delamain ha contado con autores, editores, historiadores y arqueólogos de renombre, así como expertos en los campos de la ornitología y la botánica. “Eran ornitólogos, biólogos, observaban los insectos, las mariposas o los pájaros, y estaban muy, muy cerca de la naturaleza. Esto es muy importante cuando estás haciendo coñac porque da un respeto especial por el producto, por eso tratamos de no intervenir, no trabajar demasiado en el coñac, por ejemplo, no añadimos azúcar o caramelo”, explica el director.
En efecto, en la elaboración de su coñac, la familia Delamain siempre se ha guiado por su pasión por la armonía con la naturaleza. Las reservas de aguardiente de Delamain proceden en su totalidad de Grande Champagne, el crus de mayor calidad, complejidad y longevidad de toda la zona francesa, y se maduran en sus bodegas ribereñas, en barricas de roble francés. No utilizan colorantes ni aromas artificiales, sólo vino destilado de los mejores viñedos de Cognac.
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“Todo cambia, pero nosotros seguimos ahí”
¿Qué han cambiado en estos 200 años de historia? En realidad, poco. Aunque algunos procesos se hayan modernizado, Delamain sigue el mismo paso a paso que ya desarrollaban sus antepasados. “Es un proceso moderno pero a la vez es muy, muy tradicional. Es tradicional porque seguimos utilizando los mismos métodos, el mismo knowhow, pero también porque utilizamos uvas de la misma zona, La Grande Champagne. Pero es a la vez realmente moderno hoy en día, porque ahora triunfan las microdestilerías, microcervecerías, empresas de vino natural...”.
Delamain se mantiene firme en sus tradiciones centenarias mientras navega por un mundo de destilación en constante cambio. Charles Braastad cuenta cómo, en las últimas décadas, la industria de las bebidas alcohólicas ha experimentado un cambio muy significativo. “Es bastante divertido, en realidad, porque esto ahora es la moda. Si echamos la vista atrás, hace 20 o 30 años, teníamos solo cuatro marcas de coñac, cuatro de whisky escocés, dos de vodka y poco más. Ahora, cuando entras en un bar, apenas reconoces una etiqueta porque todo es nuevo y todo cambia. Pero nosotros seguimos ahí. Siempre hemos estado ahí y seguimos ahí”.
Una empresa pequeña haciendo grandes coñacs
Lo que les hace diferentes no es solo la calidad de su coñac, procedente de una de las regiones más prestigiosas de esta zona de Francia, sino también el modelo de empresa familiar del que presumen. “Es bastante raro que no sea una gran compañía de seguros o una gran marca la que esté detrás de una casa de coñac, de vinos o de whisky. Así que eso nos hace singulares”, asegura Braastad. “Somos una empresa muy pequeña, tenemos a menos de 20 personas trabajando. No es un grupo de 300 personas, solo somos una pequeña casa familiar especializada en coñac de muy alta gama”.
Su determinación histórica ha llevado a Delamain a seguir seleccionando y envejeciendo sus productos, sabiendo desde el principio el potencial de su calidad. “No es por esnobismo. No es porque queramos hacer un coñac caro y subamos el precio. Es que ya James Delamain escribía en sus cartas que conservamos de 1780, escribía sobre el coñac champagne y sobre su calidad excepcional. Así que, desde el principio, seleccionábamos este producto y lo envejecíamos de forma especial, porque sabíamos desde el principio que este coñac ofrecería más”, cuenta el directivo.
El pequeño tamaño de esta empresa familiar hace que su distribución sea más complicada, especialmente en España, donde la tradición del coñac no está tan afianzada como en otros países como pueden ser China o Estados Unidos. “Tenemos embajadores, como sumilleres y gente que trabaja en tiendas o periodistas, que nos ayudan a darnos a conocer porque, por supuesto, no tenemos presupuestos para hacer publicidad. Así que tenemos que convencer uno a uno a cada uno de los consumidores”, cuenta el maestro bodeguero.
En España, su coñac ha conseguido entrar en restaurantes de alta cocina como Saddle (1 Estrella Michelin), Ugo Chan (1 Estrella Michelin) o Can Jubany (1 Estrella Michelin), además de en tiendas, bodegas y vinotecas de alto nivel. Mantenerse es ahora el reto de esta centenaria empresa. “Creo que tenemos que seguir siendo diferentes a otros y no empeñarnos en entrar en el gran mercado. No sobreviviremos compitiendo con las grandes empresas de coñac. Así que tenemos que ser muy específicos y muy precisos en lo que hacemos”.