El trastorno de ansiedad social es, según el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, aquel que despierta en una persona “síntomas de ansiedad o temor en situaciones en las que otos pueden estar analizándolos, evaluándolos o juzgándolos”. Dichas situaciones pueden ser desde dar un discurso a, simplemente, dirigirle la palabra al cajero del supermercado o estar junto a otras personas, por lo que se trata de un problema que puede condicionar en alto grado la vida de quienes lo sufren.
Por ello, son muchos los tratamientos y abordajes, tanto psicológicos como farmacológicos, que se han efectuado, en muchas ocasiones, sin los resultados deseados. Ahora, sin embargo, hay una nueva aproximación que puede haber encontrado algunas claves de cara a poder ayudar a los afectados por la fobia social. Y es que en una investigación publicada recientemente por un equipo del Karolinka Institutet de Estocolmo se ha servido de que todas estas personas tienen una microbiota intestinal muy parecida, diferenciada a su vez de quienes no padecen este tipo de trastorno, para realizar un experimento muy llamativo.
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Esta institución inoculó materia fecal de humanos con ansiedad social a ratones machos de cara a evaluar si esta acción provocaba cambios en los roedores receptores. Este tipo de trasplantes fecales son cada vez más utilizados para observar los modificaciones entre los sujetos, puesto que ya se ha demostrado que la microbiota intestinal afecta directamente al funcionamiento de nuestro cerebro. “La microbiota es un importante modulador del desarrollo, la función y el comportamiento” del mismo, señalan los investigadores en el estudio, que también han señalado cómo “datos recientes han implicado a la microbiota intestinal en procesos sociales en todo el reino animal”. Por ello, con este tipo de trasplantes han tratado de transmitir rasgos tanto fisiológicos como psicológicos de un sujeto a otro.
Los resultados del estudio
Las conclusiones obtenidas por el equipo del Karolinka Institutet han sido contundentes: los ratones receptores mostraron una “mayor sensibilidad respecto al miedo social”, demostrada mediante experimentos de tipo pavloviano”diseñados específicamente para medir la ansiedad social en roedores”. A pesar de ello, los animales no mostraron cambios en su manera de actuar frente a la ansiedad o la depresión, así como tampoco cambió su producción de hormonas que favorezcan o perjudiquen la socialización.
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Según estas conclusiones, y con muchas investigaciones por realizar en un futuro, se ha abierto la puerta a la posibilidad de modificar las bacterias de las personas con trastorno de ansiedad social para reducir o acabar con su sintomatología. Estas bacterias residen, casi en su totalidad -más de 1000 tipos diferentes-, en el sistema gastrointestinal, en lo que se llama microbiota o flora intestinal. De hecho, su presencia es tan pronunciada que se calcula que todas estas bacterias comprenden alrededor de unos dos kilos de nuestro peso total.
Además, su presencia es determinante en el funcionamiento de nuestro cuerpo, ya que participan en la erradicación de toxinas, cancerígenos y otras bacterias patógenas. De este modo, participan en el desarrollo de nuestro sistema inmunológico y regulan el estado inflamatorio de nuestro organismo.