La reflexión de una cocinera con 25 años de experiencia: “No es que no haya mujeres, es que no quieren trabajar contigo”

El activismo de esta chef por la igualdad de género en la cocina profesional aboga por un cambio en las estructuras socioeconómicas actuales

Kamilla Seidler (Kamilla Seidler web)

La reconocida chef danesa Kamilla Seidler ha acumulado 25 años de trayectoria en el arte culinario y, tras años trabajando en el extranjero, ahora regresa a su país para continuar su aventura gastronómica con un próspero restaurant al que ha llamado Lola, en Copenhague. Educada en el prestigioso Copenhagen Hospitality College y con experiencia en referentes gastronómicos como el restaurante español Mugaritz, Seidler se ha hecho un nombre en la cocina internacional y se ha convertido en una voz destacada en la cocina con conciencia social.

Su mayor reconocimiento vino a raíz de su liderazgo en el proyecto Gustu en Bolivia, impulsado por Claus Meyer, cofundador del renombrado Noma. Este singular restaurante le valió el premio a la Mejor Chef Femenina de América Latina en 2016 y el halago por su iniciativa social y promoción de ingredientes bolivianos nativos como el mokolo y la qaya, así como la carne de llama y la larva tuyo tuyo, considerada un manjar en algunas comunidades locales.

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Durante su participación en el Gastronomic Forum de Barcelona, Seidler presentó el Manifiesto Miga, compartiendo experiencias como la desconexión de los niños bolivianos con la diversidad alimentaria y la importancia de cultivar respeto por las prácticas sostenibles en la agricultura del país, según publica Cadena Ser. En cooperación con la iniciativa Fair Fishing en Somalia, se propone incentivar a los jóvenes del país a optar por la pesca como medio de vida en vez de la piratería y a enfrentar el desafío de preservar pescado en un clima extremadamente cálido. Seidler insiste en que estos proyectos están alineados con su filosofía de transformar el mundo a través de la alimentación.

La chef pone de relieve que el valor y el impacto social de su labor son más significativos que la cocina misma. Su tartar de llama, inicialmente concebido como “comida para gente pobre”, se ha convertido en símbolo de lucha contra los prejuicios culturales y en un elemento fijo de la carta de su restaurante. El nombre de su nuevo restaurante, Lola, evoca para Seidler una poesía en medio de los desafíos inherentes al negocio. Comprometida con la inclusión y la calidad, busca ofrecer una cocina internacional con productos locales, llenando de vida un edificio histórico en el corazón de Dinamarca.

Igualdad en la cocina

Su discurso feminista resalta la necesidad de afrontar y modificar las estructuras socioeconómicas que perpetúan la brecha salarial de género y obstaculizan la ascendencia de las mujeres en la alta cocina. Con firmeza, percibe este asunto como uno que debe incitarse al debate y materializarse en políticas concretas para un cambio efectivo.

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Su perspectiva sobre la equidad en la cocina trascendió durante su presentación, cuando apuntó que si las mujeres no forman parte de ciertas cocinas no es por su ausencia, sino por la falta de condiciones y ambientes adecuados que ofrezcan los hombres a cargo. Esto invita a una reflexión profunda sobre las prácticas y el clima laboral en el mundo culinario.

“En Dinamarca tengo muchos colegas que, al ver que los medios hablan tanto de la agenda feminista, quieren disculparse por no tener mujeres en su cocina y me dicen que no hay, que no las encuentran... ¡Y lo dicen con cara de confusión! Pero yo les digo siempre lo mismo: ‘No es que no haya mujeres, es que no quieren trabajar contigo’. Quizá deberías reflexionar sobre lo que tú ofreces: ambiente, comentarios sexuales, horarios”, aseguró la chef.

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