La hora a la que comemos influye en nuestra longevidad, según un estudio

Existe una relación directa entre el reloj biológico y nuestra salud

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La hora de comer (Shutterstock)
La hora de comer (Shutterstock)

El reloj biológico es los dispositivos de tiempo naturales de nuestro organismo que regulan el ciclo de los ritmos circadianos y, aunque ya se sospechaba su importancia en nuestra salud, un reciente estudio ha arrojado más luz al respecto. Un método experimental ha demostrado que la hora a la que se come puede influir en la longevidad, por lo que su repercusión en distintas funciones del cuerpo puede ser mayor de lo que se creía.

El estudio ha sido publicado en la revista Science y realizado por el descubridor del primer gen del reloj biológico en mamíferos, Joseph Takahashi, quien en una conferencia en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) aseguró que “hay una relación directa entre el reloj biológico y la salud y entenderla a escala molecular permitirá abrir nuevas vías contra el cáncer y otras enfermedades”.

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Esta investigación que relaciona el reloj biológico y la longevidad también ha aportado nuevos datos sobre la ingesta calórica. Y es que la restricción calórica (ingerir menos calorías de manera controlada) es más efectiva si se lleva a cabo teniendo en cuenta estos ritmos biológicos.

La metodología de la investigación se llevó a cabo con varios grupos de ratones que comieron toda su vida un 30% menos de lo habitual, y algunos lo hicieron con restricciones horarias. Los que podían comer en cualquier momento del día fueron un 10% más longevos; los que comían solo de día vivieron un 20% más; y los que comían solo de noche, cuando estos roedores son más activos, un 35% más. En palabras del investigador, “esto sorprendió mucho a toda la comunidad de longevidad, porque muestra que la hora en que se come es quizás el factor más importante”.

Una familia comiendo (Shutterstock)
Una familia comiendo (Shutterstock)

El estudio mostró que los patrones de lectura (transcripción) del hígado de unos 2.500 genes variaban según los animales comieran de día o de noche. Los ratones que más vivieron (los que comían solo en las horas naturales de mayor actividad) apenas sufrían desvíos en la lectura de las instrucciones genéticas.

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De esta manera, sabemos que el reloj biológico está en la base de todos los mecanismos del organismo que están relacionados con la longevidad. El primer gen relacionado con ritmos circadianos (los cambios físicos, mentales y de conducta que siguen un ciclo de 24 horas) se identificó en la mosca de la fruta en los años setenta. Este descubrimiento abrió la investigación a encontrar más bases genéticas de relojes circadianos. Fue el mismo jefe de esta investigación el que encontró el gen CLOCK, un gen que activa la lectura de otros implicados en ritmos circadianos.

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Estos genes interactúan formando un sistema que se sincroniza con el entorno, y su acción influye en miles de otros genes. Takahashi ha descubierto que en torno al 10% de nuestros genes están sometidos a control circadiano; muchos de ellos, implicados en rutas metabólicas y del ciclo celular.

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