El tramadol es uno de los analgésicos más usados para aliviar el dolor leve o moderado, cuya función es cambiar la manera en la que el cerebro y el sistema nervioso responden a la afección. Pueden tomarlo los más jóvenes a partir de los 16 años, pero con precaución, ya que es un medicamento adictivo si su uso se prolonga en el tiempo. Por ello, es importante seguir las indicaciones de los médicos para tomarlo con la frecuencia y la cantidad adecuada.
Al contrario de lo que se pueda pensar, no es un medicamento antiinflamatorio, por lo que será ineficaz si se toma para disminuir la inflamación de los tejidos. Este analgésico está pensado para dolores como la ciática (el dolor que se siente cuando el nervio ciático se daña en su recorrido desde la zona lumbar hasta el pie), la artrosis (provocada por el roce de los huesos contra las articulaciones) o el dolor lumbar crónico (la irritación de las raíces nerviosas que recorren el canal espinal por la estrechez de la salida de los nervios hacia las piernas o la espalda).
Para combatir este tipo de afecciones, el tramadol es un analgésico bastante eficaz si, además, se combina con paracetamol. De hecho, son bastantes frecuentes las recetas médicas de tramadol/paracetamol, debido a que permiten ajustar mejor la frecuencia de toma al grado del dolor.
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Al igual que todos los medicamentos de cualquier tipo, el tramadol puede presentar efectos secundarios que, si se agravan o se prolongan en el tiempo, deben consultarse con el médico. MedlinePlus recoge los síntomas más comunes:
- adormecimiento
- dolor de cabeza
- nerviosismo
- temblor incontrolable de alguna parte del cuerpo
- cambios de humor
- acidez o indigestión
- sequedad de boca
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Precauciones a tener en cuenta
Sin embargo, existen otros síntomas más graves que los anteriores y que, si se presentan, se ha de llamar al médico y buscar ayuda de manera inmediata. Pueden ser signos muy variados que pueden presentarse en la piel (afecciones como urticaria, sarpullidos o ampollas), ronquera, dificultad para respirar o tragar acompañado de dolor en el pecho, inflamación en varias zonas del cuerpo (los ojos, el rostro, la garganta, la lengua, los labios, las manos, los pies, los tobillos o la parte inferior de las piernas), cambios en el ritmo cardíaco, alucinaciones, fiebre, sudoración, confusión, pérdida de coordinación, náusea, vómitos o diarrea, pérdida del conocimiento o, incluso, convulsiones.
No debemos olvidar que el tramadol es un analgésico opioide y que, por tanto, debemos atenernos a sus reglas de consumo para evitar la adicción. Por ello, no debemos caer en una sobredosis ni en la automedicación, ya que puede resultar muy perjudicial para la salud. Lo más recomendable, siempre bajo la supervisión de un médico, es comenzar con el tramadol con dosis bajas y subirla progresivamente si la eficacia no es la deseada. Incluso para dejar de tomar este medicamento, debemos consultarlo con un profesional de la salud y no abandonarlo bruscamente, ya que podría provocarnos el conocido síndrome de la abstinencia debido a la adicción a este opioide.