Las redes sociales se han llenado de imágenes y vídeos de, sobre todo, mujeres jóvenes mostrando una notable hinchazón en sus barrigas. Algunas no entienden a qué se debe y lo relacionan con problemas gastrointestinales; otras, ya han recibido su diagnóstico: SIBO. Se trata de un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado que provoca problemas digestivos.
Algunos ya lo tildan de “pandemia silenciosa” pues apenas hay investigaciones en curso y es realmente difícil recibir un diagnóstico que confirme que la dolencia es SIBO. Este sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado se debe, como su propio nombre explica, a un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado. También puede llamarse síndrome del asa ciega.
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Esta superpoblación de bacterias se da tras una alteración en el organismo, que puede ser desde pasar por una cirugía abdominal o una enfermedad que afecte al propio intestino delgado o al sistema gástrico. Al igual que sus causas son variadas, los síntomas también lo son.
La dificultad de ser diagnosticada de SIBO reside en que sus signos son compatibles con otro tipo de enfermedad, lo que a menudo ralentiza el proceso de descubrir cuál es la dolencia que padecemos. Los síntomas más comunes del SIBO que recoge la Clínica Mayo son los siguientes:
- Pérdida del apetito
- Dolor abdominal
- Náuseas
- Hinchazón
- Sensación incómoda de saciedad después de comer
- Diarrea
- Pérdida de peso involuntaria
- Malnutrición
Este sobrecrecimiento bacteriano puede acarrear varias complicaciones graves si no se trata adecuadamente. Entre ellas, una mala absorción de grasas, carbohidratos y proteínas, ya que se descomponen las sales biliares encargadas de digerir las grasas; una deficiencia de vitaminas A, B-12, D, E y K; huesos debilitados u osteoporosis por la ausencia de calcio y, a la larga, cálculos renales.
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Cómo detectar el SIBO
La prueba que más están realizando los profesionales de la salud para detectar si una persona sufre un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado es el test de hidrógeno y metano espirado, que mide la cantidad de estas dos sustancias en el cuerpo del paciente después de consumir una solución de glucosa. El test consiste en administrar por vía oral un azúcar sustrato y recolectar el aliento cada 30 minutos. Si los niveles de hidrógeno o metano se elevan significativamente durante la prueba, puede ser indicativo de SIBO.
En condiciones normales, las bacterias del colon producen hidrógeno y metano tras la fermentación de los azúcares. Estos gases pasan, por una parte, al torrente sanguíneo y son eliminados a través del aliento. Sin embargo, si se observa un incremento en los niveles de hidrógeno y/o metano exhalados en ciertos momentos y según la progresión de los resultados, es posible identificar la presencia de SIBO.
Otra de las pruebas que se realizan para detectar SIBO es el aspirado y cultivo del yeyuno, la parte del intestino delgado comprendida entre el duodeno y el íleon. Es un método mucho más invasivo en el paciente, puesto que requiere una endoscopia para recolectar una muestra directamente del intestino delgado que será estudiada posteriormente en un laboratorio.