Por qué la disciplina de los niños es diferente en una pandemia

Por Melinda Wenner Moyer

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Podría parecer extraño responder a una mala conducta con un gesto de apoyo o empatía, pero en este momento los niños necesitan mucha más compasión que nunca. (Golden Cosmos/The New York Times)
Podría parecer extraño responder a una mala conducta con un gesto de apoyo o empatía, pero en este momento los niños necesitan mucha más compasión que nunca. (Golden Cosmos/The New York Times)

Mis hijos han estado construyendo muchos fuertes últimamente con sábanas y cobijas, y su pasión por ese empeño es adorable y deplorable por igual. El otro día, mi hijo de 8 años pateó al de 5 en el ojo por haber tenido el descaro de tomar una almohadita del fuerte que había construido el día anterior, aunque ya no estaba jugando con él. Frecuentemente me pregunto cómo responder de la mejor manera a situaciones como esta.

En un mundo ideal no estaríamos encerrados juntos las 24 horas del día en una casa con solo doce almohadas. ¿Acaso debo ser más tolerante cuando mis hijos se portan mal? ¿O debo ser más estricta en un intento por mantener límites? ¿Cuál es la mejor manera de reaccionar, como padres, ante la mala conducta en medio de una crisis global?

Primero, comprende por qué tus hijos son un desastre.

Los niños no tienen que preocuparse por quedarse sin trabajo ni asegurarse de que haya comida suficiente en casa. (En lugar de eso, ¡pueden pasar todo el tiempo construyendo fuertes!). No obstante, “les estamos pidiendo un esfuerzo descomunal a los niños en este momento”, declaró Tina Payne Bryson, psicoterapeuta y coautora de No-Drama Discipline (Disciplina sin lágrimas) y The Power of Showing Up (El poder de la presencia). La vida de los niños pequeños por lo general gira en torno a ver a sus amigos y explorar el mundo, así que estar obligados a refugiarse en casa con su familia puede parecer muy difícil. Muchos niños también se desarrollan mejor siguiendo una rutina y una estructura (algo tan sencillo como saludarse y cantar canciones en preescolar a las 9 de la mañana), y estos aspectos predecibles de sus vidas también han desaparecido, ocasionando que algunos batallen más.

Los niños pequeños por lo general no saben cómo lidiar con su ansiedad e infelicidad, así que las comunican volviéndose más sensibles y difíciles. Tendrán “una menor tolerancia a la frustración cuando las cosas no salgan bien, incluso cuando el conflicto consista únicamente en que les serviste crema de cacahuate en lugar de macarrones con queso”, aseguró Tovah Klein, psicóloga infantil y directora del Centro para el Desarrollo Infantil del Barnard College. El otro día, mi hijo rompió en llanto cuando cometió un error mientras dibujaba; en una época normal, solo habría arrugado el papel y habría tomado otro. “Debes esperar más reacciones exageradas, más berrinches y mala conducta… no porque sean niños malos, sino porque realmente se sienten desequilibrados”, dijo Klein.

Responde con empatía ante la mala conducta. Luego, recuérdales a tus hijos las reglas y las expectativas.

Entonces, si tu hijo le lanza al gato la almohada de su fuerte en un arranque de ira, ¿qué debes hacer? Primero, respira profundo (más de una vez si es necesario) para que no pierdas los estribos. “Recuérdate a ti mismo que tu hijo no está tratando de volverte loco”, afirmó Tamar Chansky, psicóloga y autora de Freeing Your Child from Negative Thinking (Cómo liberar a tus hijos de los pensamientos negativos).

Después, valida sus sentimientos: “Ay, hijo, estás pasando por un momento muy difícil” o dile: “Vaya, parece que estás muy enojado”, sugirió Bryson. Con los niños pequeños, puede ser de utilidad bajarse a su nivel (literalmente sentarse con ellos en el piso), pues es más fácil conectar significativamente con ellos de esa manera. Pregúntales si necesitan un abrazo o un vaso de agua. Podría parecer extraño responder a una mala conducta con un gesto de apoyo o empatía, pero en este momento los niños necesitan “mucha más compasión que nunca”, dijo Klein.

Por ejemplo, piensa en cómo te comportas con ellos cuando están enfermos. Es probable que seas mucho más paciente y tolerante ante sus quejas y arrebatos porque sabes que no se sienten bien. La situación no es muy distinta en estos momentos: cuando los niños reaccionan exageradamente durante una crisis, en esencia, están diciendo: “De verdad necesito ayuda ahora. Estoy pasando por un mal momento”, explicó Bryson.

Después de que se hayan calmado (y tú también), explica por qué su conducta no fue aceptable. Puedes decir: “La manera en que me hablas me lastima” o “Está bien que te enojes, pero no está bien que lastimes a tu hermano”, comentó Bryson. Pregúntales qué creen que deben hacer para remediar la situación. ¿Deberían disculparse o limpiar el desorden que provocaron? Aliéntalos a identificar estrategias que los ayudarán la próxima vez que se sientan molestos o tristes. ¿Será que pueden hacer algunas respiraciones o ir a otra habitación para gritar? ¿Pueden pedirte ayuda o un abrazo?

Debes hacer lo que mejor funcione para tu familia, pero los psicólogos que consulté sugirieron suavizar los castigos por ahora. “Debes tener cuidado al disciplinar a los niños con demasiado rigor cuando están pasando por un momento difícil”, dijo Klein. Bryson coincidió y explicó que la disciplina en realidad se trata de enseñar, así que cuando les transmites tus expectativas a tus hijos, y les ayudas a resolver los problemas para cumplir con estas, puedes ayudar a moldear su conducta futura sin privarlos de privilegios ni castigarlos. “No es un enfoque permisivo. Aún puedes tener expectativas y límites”, señaló Bryson.

Diviértete con tus hijos cuando sea posible.

También puedes ayudar a tus hijos a liberar su energía ansiosa de forma positiva. Ahora mismo, ninguno de nosotros tiene tiempo de sobra, pero si, cuando te sea posible, logras dedicar dos minutos a divertirte con tus hijos, hazlo. Pon música y baila con ellos mientras haces la cena. Maquíllense de formas graciosas o canten canciones de cuna que les provoquen risa. Asegúrate de dejarlos jugar y úneteles de vez en cuando.

Jugar ayuda a los niños a “procesar lo que está en su mente, lo que los estresa, y les permite tener cierto control”, dijo Bryson. Si los padres y los hijos juegan juntos en ocasiones, “eso tendrá mucho poder, no solo para liberar estrés, sino para darles a los niños esas dosis de un padre que está verdaderamente conectado con ellos y que los acompaña en esos momentos”.

Crear un calendario para tus hijos puede ayudarlos si sienten que les hace falta estabilidad y predictibilidad. Incluso puedes agendar un momento de juego con uno de los padres, lo que hará que el niño espere con emoción ese momento. “En realidad podría ser una actividad de diez minutos”, dijo Chansky. “En ese periodo, puedes disfrutar y conectar con ellos de verdad”.

Melinda Wenner Moyer es madre de dos hijos y periodista científica que colabora con Slate, Mother Jones, Scientific American y con O, The Oprah Magazine, entre otras publicaciones.

(c) The New York Times 2020

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