Si consumes proteínas, podrías estar ingiriendo cientos de trocitos de plástico al año, según una investigación.
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la organización sin ánimo de lucro Ocean Conservancy y de la Universidad de Toronto ha hallado microplásticos -partículas diminutas cuyo tamaño oscila entre un micrómetro (una milésima de milímetro) y medio centímetro- en casi el 90% de las muestras de alimentos proteicos analizadas.
Los investigadores analizaron más de una docena de tipos de proteínas comunes que podrían acabar en el plato del estadounidense medio, como marisco, cerdo, ternera, pollo, tofu y varias alternativas cárnicas vegetales. Calcularon que un adulto estadounidense podría consumir, de media, al menos 11.000 microplásticos al año, según el estudio publicado en la revista Environmental Pollution.
“No hay forma de esconderse de los plásticos si estás comiendo”, afirmó George Leonard, uno de los autores del estudio y científico jefe de Ocean Conservancy. “Si tu deseo es: ‘Quiero elegir algo que no contenga plástico’, realmente no puedes”.
Los resultados del estudio aportan más pruebas de la ubicuidad de las pequeñas partículas de plástico -que se han descubierto en todas partes, desde la nieve antártica hasta dentro del cuerpo humano- y de cómo pueden acabar en los alimentos que comemos y el agua que bebemos, dijo Leonard.
Las investigaciones han documentado la presencia de microplásticos en frutas y verduras, así como en otros productos alimentarios como la sal, el azúcar, el arroz y la leche. “La gente no debería asustarse por la concentración de plásticos en sus alimentos, con la salvedad de que ‘todavía’”, dijo. “Necesitamos hacer mucha más ciencia”.
Los posibles efectos de los microplásticos en la salud humana aún están en fase de comprensión. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud detallaba los posibles riesgos para la salud de la contaminación por microplásticos, incluida la exposición a los nanoplásticos, partículas aún más pequeñas que miden menos de un micrómetro. Pero la OMS señaló que aún no hay suficientes estudios que relacionen estas partículas con efectos adversos para la salud humana y subrayó la necesidad urgente de seguir investigando.
“Aunque todavía no tenemos ni idea de cuáles son las consecuencias para la salud humana, si es que las hay, tenemos que tomárnoslo en serio porque se trata de un problema que no va a desaparecer por sí solo, y solo va a empeorar cuanto más plástico usemos y desechemos”, afirmó Leonard.
Se sabe desde hace tiempo que pueden encontrarse microplásticos en el tubo digestivo de peces y mariscos, pero la nueva investigación arroja luz sobre la probable presencia de trocitos de plástico en partes del marisco que se comen habitualmente, como los filetes de pescado, así como en proteínas terrestres populares como la ternera, el pollo y el cerdo.
Los investigadores también observaron que algunos productos proteínicos muy procesados, como las gambas rebozadas, los palitos de pescado y los nuggets de pollo, parecían contener “significativamente más” partículas de microplástico por gramo que ciertas muestras mínimamente procesadas, como el abadejo salvaje de Alaska envasado y la pechuga de pollo cruda. Esto sugiere que el procesado de los alimentos podría ser una fuente de contaminación, escribieron los autores del estudio.
No obstante, Leonard y otros expertos advirtieron que no se deberían utilizar los resultados para extraer conclusiones definitivas sobre la forma en que los microplásticos pueden contaminar los alimentos y la cantidad de plástico que podría estar oculto en las proteínas.
El tamaño de la muestra del estudio era limitado y los investigadores señalaron que había una gran variabilidad en las concentraciones de microplásticos en las muestras. Además, los investigadores solo contaron las partículas de microplástico de tamaño igual o superior a 45 micrómetros.
“Esto pone de manifiesto la necesidad de investigar más”, afirma Bianca Datta, experta en alimentación y responsable de asociaciones científicas del Good Food Institute, una organización sin ánimo de lucro que promueve alternativas a la carne. Datta, que no participó en la nueva investigación, añadió que se necesitan más estudios para comprender mejor cómo la fuente de una proteína puede afectar a la cantidad de contaminación microplástica, así como los posibles efectos del procesado de los alimentos.
La realidad de que se están descubriendo microplásticos en muchas fuentes de alimentos comunes también debería motivar los esfuerzos para abordar el problema de la contaminación por plásticos, señalaron los expertos.
Los microplásticos seguirán apareciendo en todas partes mientras la gente siga utilizando plásticos diseñados para durar, dijo Paul Anastas, director del Centro de Química Verde e Ingeniería Verde de la Universidad de Yale, que no participó en el último estudio.
“Hemos diseñado estos materiales para que sean persistentes durante siglos, si no milenios, por lo que debería considerarse un defecto de diseño”, dijo Anastas. “Sabemos cómo diseñar polímeros que se degraden inofensivamente en el medio ambiente, no en partículas cada vez más pequeñas”.
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