En toda América Latina, cada 11 de agosto desde 1974, se festeja el Día del Nutricionista, en conmemoración del nacimiento del médico argentino considerado "padre de la nutrición", el doctor Pedro Escudero. Este pionero nutricional fue uno de los primeros en defender la idea de que la alimentación debe ser equilibrada, completa, suficiente y adecuada. En otras palabras, que debe incorporar todos los grupos de alimentos adaptándose a los requerimientos de cada persona en cada etapa vital.
Más allá de las características individuales de cada persona, y más allá de que la genética juega un rol principal en la predisposición a tener ciertas patologías, "la incorporación de hábitos alimentarios saludables y un estilo de vida activo puede favorecer un camino libre de enfermedad", señaló la doctora Paola Harwicz (MN 84182) médica especialista en cardiología y nutrición con orientación en obesidad.
"Es importante separar el concepto de nutrición del de alimentación, ya que éste se refiere al acto consciente y al modo de ingerir alimentos", explicó a Infobae María Inés Somoza, jefa de la división de nutrición del Hospital Universitario Fundación Favaloro. "Una buena alimentación proporciona el combustible necesario para que el cuerpo pueda funcionar correctamente dependiendo de cuales sean las tareas a realizar. Por este motivo, la alimentación se considera adecuada y saludable siempre y cuando se adapte a las necesidades y gasto energético de cada individuo".
"Alimentarse bien es uno de los caminos más seguros para proteger y mejorar la salud", puntualizó Somoza. "Cada día se seleccionan y eligen alimentos que pueden estar condicionando el estado de salud de un individuo". La experta señaló que las alteraciones y enfermedades se relacionan con desequilibrios en la alimentación, ya sea por exceso (en el caso de obesidad, hipertensión arterial, colesterol elevado, diabetes, ciertos tipos de cánceres como el de mama, colon, próstata) o por defecto (carencias de vitaminas y/o minerales, entre otros).
"Una alimentación saludable es aquella que contiene una amplia variedad de alimentos ricos en nutrientes y antioxidantes, presentes en frutas y verduras, con una adecuada selección de grasas, baja en azúcar y moderada en sodio", sintetizó Paola Harwicz. Pero como casi todo, estos hábitos nutritivos deben ser aprendidos desde la niñez.
La experta indicó que el sabor salado, por ejemplo, es un sabor aprendido. Es un aspecto que los adultos deben considerar al momento de incorporar sal tanto en sus dietas como en la de los niños. "Priorizar la selección de alimentos frescos es el primer paso para minimizar el consumo de alimentos salados y evitar salar la comida antes de probarla es el segundo", aconsejó Harwicz.
Para lograr estos objetivos, el ámbito familiar es el primer eslabón. La educación que se transmite en la casa y en la escuela es lo que facilita la incorporación de una alimentación completa, variada y equilibrada. "Los niños copian acciones", indicó. "Si los padres consumen gran variedad de alimentos, frutas y verduras diariamente, los chicos se inclinarán por incorporarlos".
El caso de la hipertensión arterial es uno de los más paradigmáticos. Actualmente la hipertensión afecta a 1 de cada 3 argentinos y ciertas condiciones -como la obesidad abdominal, el consumo excesivo de sodio, el sedentarios, el uso de corticoides, una alimentación baja en potasio o el consumo excesivo de alcohol- aumentan las posibilidades de desarrollarla. Hábitos como evitar los productos ricos en sodio, evitar el uso de salero sin antes probar la comida y consumir aguas bajas en sodio son claves en el acostumbramiento del paladar a una alimentación más sana.
Sin embargo, la comunidad médica coincide en general en que la alimentación debe ir siempre de la mano de actividad física. De hecho, la mitad de la población, según la última encuesta nacional de factores de riesgo es sedentaria. "La inactividad física es responsable de aumentar el riesgo de mortalidad cardiovascular, igualando al hábito de fumar. Estas estadísticas preocupan", alertó Harwicz, directora de la plataforma Nutrición en la Red.
Realizar tan solo 30 minutos de actividad física al día, por ejemplo, ayuda a reducir los valores de presión arterial. Luego de 45 minutos de actividad aeróbica de moderada intensidad (como una caminata intensa o salir a andar en bicicleta) los valores de presión sistólica -el valor máximo de la presión arterial cuando el corazón se contrae- se reducen y el beneficio se prolonga por doce horas.
"Más allá de los genes que heredamos, la decisión de mantener un peso saludable, controlar anualmente la presión arterial a partir de los 45 años, planificar el tiempo para realizar 30 minutos al día de actividad física y mejorar la selección de alimentos y bebidas con un menor aporte de sodio está en nuestras manos", concluyó Harwicz.
"Antes de comenzar una dieta es necesario acudir a un profesional idóneo y formado para asesorar y recomendar una alimentación capaz de cubrir las necesidades del organismo; de acuerdo a las características personales y al momento biológico", aconsejó Somoza. "También es muy importante que aquellos que quieran adoptar diferentes estilos alimentarios (vegetariano o vegano, por ejemplo) sean asesorados por un profesional de la nutrición". Finalmente, la especialista del Hospital Fundación Favaloro elaboró una lista con una serie de consejos claves para iniciar el camino hacia un estilo de vida saludable:
– Aumentar el consumo de frutas y verduras de estación de colores variados, incluyendo al menos una porción en cada comida.
– Preferir cereales integrales y legumbres (como fideos integrales, arroz integral, yamaní, lentejas, garbanzos, porotos)
– Consumir una porción mediana de carne por día (pescado, vaca, cerdo, pollo) y quitarle la grasa visible.
– Aumentar el consumo de pescado e incluir huevo.
– Incorporar lácteos diariamente (leche, yogur, ricota, queso)
– Reducir el consumo de sal y productos salados (por ejemplo caldos, panificados, snacks, fiambres, embutidos, productos de pastelería, enlatados)
– Tomar al menos 8 vasos de agua al día.
– Limitar el consumo de bebidas azucaradas y de alimentos con elevado contenido de grasa, azúcar y sal.
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