En un mundo donde el ruido constante se ha convertido en una característica intrínseca de la vida moderna, el silencio ha emergido como un bien preciado, especialmente en las grandes ciudades. Con el aumento de la contaminación sonora y el estrés asociado, la búsqueda de momentos de calma se ha convertido en un deseo cada vez más común. Sin embargo, el acceso a esta tranquilidad no es igual para todos, lo que ha transformado al silencio en un símbolo de exclusividad y lujo. Esta tendencia, que parece ir en contra del bullicio de la vida urbana, se refleja tanto en las pequeñas decisiones cotidianas como en las grandes inversiones de las clases altas.
El concepto de “lujo silencioso” se ha instalado en diversos ámbitos, desde las aerolíneas que ofrecen salones exclusivos hasta las marcas de moda que vinculan el confort con la ausencia de ruido. Según estudios recientes, el silencio no solo es un refugio frente al estrés, sino también un producto que puede ser adquirido. Mientras algunos pueden pagar por la exclusividad de espacios tranquilos, otros se ven atrapados en ambientes ruidosos que afectan su bienestar. Este fenómeno ha dejado en evidencia la desigualdad social, donde las clases altas pueden invertir en su serenidad, mientras que las comunidades más vulnerables siguen siendo expuestas a un ambiente sonoro perjudicial para su salud.
La conexión entre silencio y lujo no es exclusiva de los entornos físicos, sino que también se extiende al estilo de vida. La ropa y los objetos que simbolizan este lujo ahora enfatizan lo sutil y lo funcional, alejándose de los logotipos ostentosos. Esta nueva forma de lujo resalta la necesidad de una vida más tranquila y menos sobrecargada por estímulos externos. Sin duda, el silencio se ha convertido en el nuevo estado de bienestar, un bien deseado que, a medida que avanza el siglo XXI, parece estar cada vez más asociado a quienes pueden permitirse escapar del ruido que caracteriza a la sociedad contemporánea.
El movimiento de caminar en silencio que se popularizó en TikTok el año pasado, revelando una creciente demanda de tranquilidad entre los jóvenes: “La actividad refleja cuán necesitados están los nativos digitales de un respiro del ruido”. Según la psicóloga Olga Lehmann, citada por Nat Geo, la exposición excesiva al ruido puede causar pérdida auditiva, hipertensión y estrés, por lo cual es fundamental encontrar momentos de calma diaria: “Pequeños espacios de silencio pueden ayudarnos a regular el estrés”.
Por otro lado, el silencio se ha transformado en un artículo de lujo, convertido en un producto comercial en lugares como los aeropuertos. El aislamiento del ruido del aeropuerto es una expresión de segregación por clase, por ejemplo, los salones de las aerolíneas, que ofrecen un refugio silencioso a aquellos capaces de pagar una tarifa Premium. El costo de ese lujo está cada vez más allá del alcance de la mayoría de los consumidores. Esta exclusividad subraya una problemática social en torno al ruido como una forma de contaminación sonora que afecta desproporcionadamente a los menos privilegiados.
El lujo silencioso también tiene que ver más con el estado de ánimo y la actitud que con la estética. Este enfoque resaltado en una investigación de la revista Forbes se centra en el vestir funcional y de inversión, con marcas como The Row y Loro Piana liderando esta tendencia. La periodista, al recordar su experiencia en París, apunta que en esa ciudad el verdadero lujo se asocia más a prendas heredadas que a ostentosos logos: “Es un suéter de cachemira de Loro Piana o un bolso vintage de Hermes”.
Mientras tanto, el rol de la infraestructura verde para mitigar el ruido urbano también es importante, “plantar filas de árboles en las autopistas reduce el ruido hasta 12 decibelios”, ofreciendo soluciones sostenibles que las ciudades están comenzando a adoptar. Sin embargo, “Acción a nivel gubernamental requiere tiempo y burocracia”, lamenta Francesco Aletta, experto citado por Nat Geo. Ejemplos de esfuerzos gubernamentales incluyen las cámaras de ruido en Nueva York para registrar vehículos que superan el límite de 85 decibelios y la legislación en Gales para la protección de los paisajes sonoros.
La idea de la exclusividad del silencio, contrastando los gastos que las clases adineradas hacen para evitar el ruido con la casi imposibilidad de los pobres para escapar de él. “El ruido es una cuestión de clase”, se subraya en un artículo de The Atlantic, citando estudios que muestran una diferencia exponencial en la exposición entre ricos y pobres. Esta desigualdad refuerza la noción de que el acceso al silencio es un lujo. Según Alex Lockwood, “el ruido es un problema mundial que afecta más a las comunidades empobrecidas”.
Los medios coinciden en el creciente deseo por encontrar momentos de tranquilidad y cómo este anhelo influye en tendencias urbanas, de ocio y consumo, indicando un cambio cultural hacia un mayor aprecio por el silencio y la calidad de vida.