Día internacional del Merlot: el renacimiento de una uva clásica del mundo vitivinícola

Fabricio Portelli recomienda cuatro vinos de este varietal para conocer y entender su pasado, presente y futuro en la Argentina, más allá de las modas

Celebrado el 7 de noviembre, el Día Internacional del Merlot recuerda la nobleza de esta uva

El 7 de noviembre es el Día Internacional del Merlot, una de las uvas más prestigiosas del mundo y a la vez más polémicas, no por sus características organolépticas sino por cuestiones de mercado. Y si hay un vino al que le viene bien celebrar su día, es al Merlot, porque precisa reivindicarse, no solo ante los consumidores, también ante el retail y los productores, que muchas veces se dejan llevar por las modas. Y en el vino, lo más importante es la paciencia.

Haber estado siempre a la sombra del Cabernet Sauvignon, no le permitió alcanzar el status que realmente merece, aunque sigue siendo la uva protagonista del segundo vino más caro del mundo; el Petrus (Pomerol, Francia). Acá llegó a mediados del siglo XIX, junto con el Malbec y las demás variedades francesas que hicieron posible este presente vitivinícola.

Pero siempre participó en los cortes tipo “bordelés”, ya que los grandes vinos nacionales de finales del siglo XX se hacían a imagen y semejanza de la gran región vitivinícola francesa: Burdeos. Por lo tanto, la apuesta era más por el Cabernet Sauvignon, el rey de los tintos.

Aunque muchos recurrían a la suavidad del Merlot para hacer su vino más elegante. Solo unos pocos se animaron, en su momento, a sacarlo como varietal. Es decir que siempre fue noble, pero nunca pudo desplegar su grandeza fuera del Viejo Mundo. Cabe destacar que en Italia (Bolgheri, Toscana) se hace el Masetto, uno de los mejores Merlot del mundo. Pero en Estados Unidos primero y en Chile después lo utilizaron para conquistar más paladares.

El Merlot fue protagonista del segundo vino más caro del mundo, el Petrus, pero aún lucha por su espacio en la industria global (REUTERS/Djordje Kojadinovic)

Al ser más “soft” que el Cabernet Sauvignon, se creyó que se lo podía multiplicar sin límites. Pero el Merlot, como cualquier otra uva, los tiene. Eso derivó que durante los 90´ apareciera un sin fin de exponentes económicos, que inundaron las góndolas de los supermercados americanos; su efecto duró una década. Pasó de tocar el cielo con las manos en 1991, cuando se convirtió en la estrella vínica de los Estados Unidos gracias a la paradoja francesa.

Fue en un programa de TV (60 minutos) que este tinto se hizo famoso y a partir de eso la venta creció un 400% ese año. Pero además el Merlot pegó fuerte porque no era un vino tan complicado como el Cabernet Sauvignon, la estrella de los conocedores. Así fue como el Merlot explotó en el mundo, y como madura rápido, fue fácil de hacer.

Pero, no todo lo que brilla es oro, y su popularidad empezó a deslucirse al ritmo del incremento en la producción, sobre todo de vinos masivos que no tenían el foco puesto en la calidad, sino solamente en el nombre. Y rápidamente se convirtió en “un vino fotocopia” (como decía Brascó), siempre el mismo y sin importar de dónde venía. Generalmente, sobre maduro y cocido, aburrido, sin frescura y muy maderizado.

Y se puede decir que su buen momento llegó hasta el estreno de la película Sideways (Entre Copas) en 2004, que lo bastardeó a manos del Pinot Noir, en la que el personaje principal no lo bebía, simplemente porque era el vino favorito de su temida ex esposa. Es decir, que nada tenía que ver el mensaje con los buenos atributos del vino, dejados de lado por la gran cantidad de “nuevas etiquetas”.

Apreciado por su suavidad, el Merlot fue utilizado en cortes estilo bordelés, a menudo opacado por la popularidad del Cabernet Sauvignon (Imagen Ilustrativa Infobae)

Esto saturó al consumidor americano y la película fue el golpe de knock out, porque ningún vino crece para siempre, y menos si se lo maltrata. Y mientras el consumo de buenos vinos se consolidaba en el mundo y todas las variedades crecían, en los Estados Unidos, principal destino de las etiquetas importadas, la venta de Merlot se derrumbaba.

Y como principal mercado de destino de los principales países vitivinícolas, todos los Merlot del mundo debieron recalcular su destino. Así, miles de hectáreas de Merlot fueron injertadas con variedades más comerciales. Obviamente en nuestro país el reemplazante más elegido fue el Malbec.

Y si bien el Merlot retrocedió un paso, su estirpe nunca la perdió. Sigue siendo una uva noble, de la misma familia del Cabernet Sauvignon, con ese carácter más vegetal y especiado que frutal, pero con la ventaja de ser más sedoso en sus texturas y por ende más suave en su paso por boca.

Claro que esto tiene que ver mucho más con la elaboración que con sus características varietales. Es una uva que prefiere el clima más fresco, y por eso ahora se lo cuida más de los rayos solares, con un mejor manejo de canopia y cosechándolo antes, para resguardar mejor su acidez natural.

En Argentina, el Merlot representa la quinta variedad tinta con 5.200 hectáreas, en su mayoría ubicadas en Mendoza y en la Patagonia (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las modas pasan y los buenos vinos quedan. No fue culpa del Merlot sino de lo que hicieron con él. Por suerte quedaron en pie muchas hectáreas plantadas, y hoy, de la mano de enólogos que la respetan, está volviendo al lugar que le corresponde.

La actualidad del Merlot

En Patagonia fue considerada siempre una cepa emblema, aunque no abundaban los exponentes. Y en Mendoza se luce más en zonas como Agrelo y Valle de Uco. Quizás, lo más sorprendente llegue de Chañar Punco, un enclave a más de 2000 metros en los Altos Valles Calchaquíes.

De las 220.000 hectáreas (aproximadamente) plantadas, unas 120.000 están en Mendoza, y de esas, el 1,7% es de Merlot. Si se mira solo el Valle de Uco, ese porcentaje sube al 5%.

El Merlot suele vinificarse tanto en varietales como en blends, como los vinos de Burdeos. Allí se combina más con el Cabernet Franc en la margen derecha, mientras en la margen izquierda lo hacen con Cabernet Sauvignon principalmente.

En Patagonia el Merlot es una cepa emblemática, destacándose también en Mendoza en zonas como Agrelo y el Valle de Uco (iStock)

Como todo vino, depende de la región en la que se elabora. Hasta hace poco, en las regiones vitivinícolas del Nuevo Mundo la tendencia era elaborar Merlot al “estilo internacional”, haciendo hincapié en la sobre madurez. Esto produjo vinos maduros, de color profundo, con cuerpo y alto grado de alcohol, taninos aterciopelados y notas de intensa fruta (ciruela, mora, etc.).

Mientras que el estilo más tradicional de Burdeos nace de una cosecha más temprana, y esto mantiene la acidez de las uvas, produciendo vinos de cuerpo medio, un nivel de alcohol moderado, y sabores frescos con notas de frutas rojas (frambuesas, fresas, etc.) y notas vegetales de hojas.

Por supuesto, dependiendo del entorno en el que se cultiva, el Merlot tiene gustos diferentes. En la piedra caliza, el Merlot desarrolla notas más perfumadas, pero los suelos arenosos hacen que los vinos sean generalmente más suaves que los cultivados en suelos predominantemente arcillosos.

Acá, el Merlot es la quinta variedad tinta, con 5.200 hectáreas aproximadamente, detrás del Malbec, del Bonarda, del Cabernet Sauvignon y del Syrah, siendo Mendoza la que posee la mayor superficie de hectáreas plantadas, aunque en Patagonia, donde se la reconoce como una de las variedades emblemáticas, es muy protagonista con sus 500 hectáreas aproximadamente.

Los suelos influyen en el sabor del Merlot, destacándose las notas perfumadas en piedra caliza y una textura más suave en suelos arenosos (REUTERS/Regis Duvignau)

Los enólogos saben que es una variedad fisiológicamente difícil porque no le gustan las altas temperaturas, y que a más de 30 grados el Merlot deja de hacer la fotosíntesis porque cierra sus estomas, y así complica su madurez. Pero hoy se buscan zonas más templadas, y cubrir más los racimos para evitar frenar la biosíntesis. En suelos argentinos, el Merlot llega fácilmente a los 14, 14,5 grados, con menos taninos verdes y más fruta con notas balsámicas. Pero poco a poco va reapareciendo en las góndolas y recuperando su prestigio.

Fabre Montmayou Terruño Reserva Merlot 2022

Fabre Montmayou, Mendoza, Luján de Cuyo ($11.900)

Sigue siendo de los pocos exponentes varietales que se mantiene consistente con el paso de las cosechas. En esta añada presenta aromas leves frutados, no muy expresivo. Paladar fresco, franco y fluido, con texturas mordientes que resaltan sus dejos especiados en el final de boca. Beber entre 2024 y 2026. 90 Puntos

El Merlot argentino alcanza grados alcohólicos de 14 a 14,5, ofreciendo menos taninos verdes y más notas frutales y balsámicas (Freepik)

Reserva Del Fin del Mundo Merlot 2021

Bodega Del Fin del Mundo, Neuquén, San Patricio del Chañar ($12.900)

Sigue siendo de los pocos exponentes varietales que se mantiene consistente con el paso de las cosechas. En esta añada presenta aromas leves frutados, no muy expresivo. Paladar fresco, franco y fluido, con texturas mordientes que resaltan sus dejos especiados en el final de boca. Beber entre 2024 y 2026. 90 Puntos

Angélica Zapata Alta Merlot 2019

Catena Zapata, Mendoza ($34.650)

La combinación de uvas puede variar dependiendo de las condiciones del año, pero siempre es protagonista el Merlot que rodea a la pirámide (Agrelo), combinado con otros componentes del Valle de Uco. Sus aromas, siempre equilibrados y precisos, con más intensidad en esta cosecha. Paladar franco y fresco, corto, con dejos herbales, buen cuerpo y la madera que empieza a integrarse. Beber entre 2024 y 2027. 91 Puntos

Gran Pulenta Estate II Merlot 2020

Pulenta Estate, Mendoza, Luján de Cuyo, Agrelo ($88.000)

El equilibrio del viñedo (plantado en 1992) y la experiencia del equipo enológico, que viene elaborando este Merlot hace muchas cosechas, se siente en la copa. De aromas frescosy un perfil vegetal que habla de tipicidad. Los taninos algo firmes aportan potencial y resaltan su final con notas de frutas maduras y crianza. Beber entre 2024 y 2028. 91,5 Puntos