El precio del éxito: un vistazo a los traumas no resueltos detrás de la ambición, con Marcos Peña

El ex jefe de Gabinete plantea que en la toma de decisiones intervienen mecanismos compensadores que se remontan a la infancia. Una charla sobre liderazgo, salud mental y terapias alternativas

"En general, casi todas esas personas que están en una situación de liderazgo están muy solas y tienen muy poco espacio para ocuparse y hablar de lo que les está pasando. Y cuando escuchás todas las historias, son la misma al final del día"

En diálogo con La Fórmula Podcast, Marcos Peña, ex jefe de Gabinete durante la presidencia de Mauricio Macri, contó cómo fue el camino de su transición personal y búsqueda de autoconocimiento después de dejar la escena política en diciembre de 2019. En su caso, la pandemia fue un gran catalizador para iniciar un sendero de aprendizaje sobre las luces y sombras del liderazgo.

Recientemente publicó su primer libro, El arte de subir (y bajar) la montaña, cosas que aprendí sobre la dimensión humana del liderazgo, donde habla de este viaje interior, de meterse en la profundidad de uno mismo y sobre cómo el estar sano es una construcción cotidiana.

En el podcast, Marcos explica sobre cómo es la estructura adictiva del poder, de la soledad de los líderes y cómo operan lo que él llama los mecanismos de compensación en la toma de decisiones. También repasó aquellos procesos que damos por sentado desde la infancia respecto al éxito profesional y cómo pisar el freno y ponernos a pensar cuál es nuestro propósito como seres humanos.

—Me gustaría que, en lugar de enfocarnos en tu pasado político, hablemos sobre tu búsqueda de bienestar personal y autoconocimiento, que comenzaste después de tu gestión en diciembre de 2019. ¿Cómo influyó la pandemia en esta etapa de tu vida y qué herramientas buscaste?

"En general, casi todas las personas que están en situación de liderazgo están muy solas y tienen muy poco espacio para ocuparse y hablar de lo que les está pasando", dijo Marcos Peña a La Fórmula Podcast de Infobae (Maximiliano Luna)

—Creo que la búsqueda está atada al proceso que empieza en mayo del 2019, cuando pongo un límite a la experiencia de la política, que en diciembre terminaba. Había una tarea pendiente conmigo mismo. Fueron 18 años de vida pública y política, muy abocados al proyecto en general, al trabajo con Mauricio Macri, al trabajo de articular miles de cosas, pero no tanto en mí mismo. Y el COVID-19 me dio la oportunidad de encararlo más seriamente y empecé ese proceso que continúa hasta el día de hoy: que sea un proyecto en sí mismo el ocuparme de mí. Nos criamos en una estructura, primero es “qué es lo que hago”, después “qué le doy a la gente que me demanda cosas” y, por último, estoy yo como persona. Entonces, nos acostumbramos de chicos a no ocuparnos de nosotros mismos. La forma que encontré para dar vuelta esa ecuación fue decir “esto es un proyecto en sí mismo”. ¿Cuántas horas le dedico a todas las dimensiones de lo que implica ocuparse de uno mismo? Desde lo físico, lo mental, lo emocional, lo espiritual, etc. y eso fue construyendo una disciplina de exploración, de averiguar, de escuchar, de indagar. Así fui construyendo un método un poco intuitivamente y aprendiendo mucho, ése fue el primer paso.

— Cuando decís “omisión a muchas partes de tu vida”, ¿qué partes sentís que fueron las que más relegaste?

— Uno se tiene que ocupar de uno mismo, de entender de dónde viene, de cuidarse y dejarse ayudar, prácticamente en todos los planos. El problema surge cuando tenés la estructura al revés. Por ahí te ocupás unos días de cómo comer, de cuánto dormís o si vas al médico, pero no hay una integralidad en el fondo, de decir “esto es un eje central de la vida, no es un accesorio: cuando tenga tiempo me ocupo de mí mismo”. Ocuparse de uno mismo no es un capricho ni algo liviano, como mucha gente piensa. Es un tema de desarrollo personal para poder rendir mejor en lo que uno hace e impacta directamente en tu capacidad de hacer cosas. Venimos muy formateados al revés: aprender una carrera universitaria y con eso ya está. Luego, alguna capacitación y ocuparnos en el tiempo libre, pero sin “hinchar mucho”. Ese es el motor detrás de lo que hacemos.

— Hay algo que extrañás... No me refiero ni a tu cargo, ni a la profesión en sí, sino más a la sensación que eso provocaba en tu cuerpo. Me imagino que en el puesto que ocupabas, los picos de adrenalina eran constantes, vivir en modo alerta todo el tiempo…

— Uno opera en un mecanismo adictivo, o sea la acción, el hacer, el resolver temas, el coordinar cosas, alimentan una estructura adictiva, entonces es super difícil, como desafío cotidiano, no encontrar otras excusas para reemplazarlo. Y eso es también porque estamos viviendo en un entorno muy adictivo en general. El celular es una herramienta adictiva, ahora todo el tiempo tenés un WhatsApp para contestar o para mandar o cosas que te acordas. Es una sensación de extrañar más desde lo negativo, no sería extrañar, sería como que te llama ese mecanismo todo el tiempo. Es algo super interesante, lo charlo con empresarios, con políticos, artistas, deportistas, reconocernos adictos y, como dicen en las estructuras que trabajaban con adictos, uno tiene que trabajar todos los días para mantenerse sobrio.

— Si me tuvieras que decir “soy adicto a” …?

Lo más adictivo termina siendo la acción de gestionar sobre problemas, coordinar, hacer. En mi caso, la fama o la relevancia no las sentí tanto, al contrario, fue algo que sentía más como un sufrimiento, en parte porque te quita mucha libertad. Pero sí creo que la acción y la acción en velocidad... En cualquier momento podés volver a recurrir a eso.

"Ese viaje interior, y meterse con la profundidad de uno mismo, es algo que es parte de para qué estamos en la vida, y es un proyecto de toda la vida. No es hasta que te dan el alta".

— Hoy sos entrenador de líderes, ¿cómo definirías el rol?

— Es un rol que tomo más del mundo deportivo que de la tradición de los coaches, en el sentido de alguien que ha estado en la cancha, que ha jugado ese deporte y que puede ejercer un acompañamiento a la persona que está ocupándose de esa tarea. No es ni una ayuda, ni una formación, es un acompañamiento de alguien que compartió la misma experiencia. Tiene que ver con la intensidad, con la relevancia de la fama, con el poder. En general, casi todas las personas que están en situación de liderazgo están muy solas y tienen muy poco espacio para ocuparse y hablar de lo que les está pasando. Pueden ser cosas emocionales o personales, pero que se gatillan de lo laboral, de situaciones de crisis: conflictos de recursos humanos, conflictos de las presiones y el para qué están haciendo lo que hacen, de acuerdo a la etapa en la que están cómo repensar un poco el futuro de lo que están haciendo.

— ¿Encontraste, en los líderes que entrenás, cuál es la experiencia en común? ¿Cuál es el trauma no resuelto ahí que tienen la mayoría de las personas?

— Creo que hay una estructura de mecanismo compensador. Todos hemos ido a buscar en lo profesional cosas que compensen carencias afectivas que hemos sentido de chicos, en combinación con poner primero el hacer y una búsqueda del hacer. Trato de pensar preguntas sobre cuánto es suficiente para alguien que está haciendo “x” tarea, casi siempre el objetivo es crecer y decís “¿cuánto?”. Tenés mil, diez mil, cien mil, cien millones, poné un límite, acotá, porque ahí es donde aparece el mecanismo adictivo: esa sensación de no puedo respirar, no puedo bajarme, tengo que seguir, tengo que seguir

— O sea, la ambición desmesurada...

— Me gusta más llamarlo “mecanismo compensador”, hay algo que se está queriendo llenar, si soy un actor quiero el Oscar, soy deportista quiero ser campeón del mundo. El otro día escuchaba a Thierry Henry, el futbolista en el podcast The diary of a CEO y decía: “Todo lo que logré como futbolista lo hice para complacer a mi papá”. Y cuando lo escuchás, todas las historias son las mismas historias al final del día. Entonces, cómo tomar conciencia de cuánta bola te estás dando o qué te hace feliz cuando hacés lo que hacés. Siempre hay cosas que te hacen feliz y cosas que no, y en un punto lo que termina pasando es que falta que alguien que pueda sentir como un par, habilite esa conversación. Entonces parte de la ayuda es “che, pará, me di cuenta es que esto es parte de tu tarea, compromete tu tarea y compromete tu vida”.

La adrenalina del poder genera mecanismos adictivos según Marcos Peña (Maximiliano Luna)

—¿Llegaste a sentir que todo lo que conseguiste, el éxito profesional y económico, no te llenaba?

— Escuchando el podcast de Tim Ferriss, por ejemplo, que dice “voy a buscar razones para hacer gente exitosa y de repente encontré gente exitosa, todos diciendo ‘no era esto’”. Yo llegué a ese punto y dije “no era esto”, y eso me resonó un montón, en lugar de preguntarme por qué le puse tanta energía sólo a esta variable y no a otras, intenté entender que lo que viví es algo muy parecido a lo que muchas personas viven, es muy terapéutico en un punto, muy aliviador. Somos parte de una cultura, la argentina, que tiene un tesoro de conectividad humana único en el planeta. Qué pasa si reemplazamos el mecanismo compensador de fama, plata, poder o relevancia por el de la búsqueda de conexión humana como sentido de la vida. Vas a decir “pará, la realidad es otra si sólo miramos PBI, per cápita de inflación y cuánta capacidad de consumo”, de repente nos encontramos con un tesoro que ni nos damos cuenta que es un tesoro. En el mundo desarrollado están en esa pregunta hoy, “resolvimos lo económico, ¿pero era esto?”. La realidad es que no, no quiere decir que no sea importante, hay que resolver lo material, pero no creo que como foco. Es que no estamos acá para eso. Creo que la pandemia fue un primer despertador, hay un valor enorme en los testimonios de deportistas y artistas que cotidianamente están surgiendo, estos nuevos testimonios sobre que esta idea del éxito no es real.

— Lo vimos ahora con Tini Stoessel, con Emilia Mernes, como un patrón...

— Me parece super valioso porque también eso habilita, sobre todo en los más chicos, pensar que un ser humano normal tiene emociones negativas y positivas, y tiene dificultades. Pero si todo el tiempo estamos contrastando con la imagen perfecta de Instagram, o del exitoso como ha venido siendo en las últimas décadas, entonces uno se siente muy mal, ¿por qué esta gente es feliz si yo soy infeliz? En el libro El mito no es normal de Gabor Mate, que a mí me impactó mucho, aparece la idea sobre la salud mental como un conjunto de gente normal y otros que están enfermos, y en realidad no es así. Lo que consideramos normal es bastante anormal, vivimos enloquecidos y tenemos que tener la humildad de entender que lo que hemos querido ocultar, como la salud mental, es parte de nuestra vida.

— ¿Qué información tenés ahora sobre vos mismo, después de tu búsqueda interior, que antes no tenías?

— Un montón, desde lo ancestral que fui a buscar a los lugares de donde venían mis antepasados, hasta una comprensión de lo que había vivido en toda mi vida, con lo bueno y lo malo, como una película que vas reconstruyendo. Entender cosas que estaban ahí y no las veías, eso es super importante. Mucha gente querida te dice: “No hago nada de esto porque yo estoy bien. Fui al psicólogo y me dijo que estoy bárbaro”. Pero no se trata de estar bien o mal, el viaje interior, es meterse con la profundidad de uno mismo, es parte del para qué estamos en la vida. Es un proyecto de toda la vida, no es un proyecto del que te dan el alta. Porque en ese mito de lo normal pensaste “si estoy sano, voy al médico y estoy sano”. Estar sano es un camino cotidiano, aprendí entonces que hay muchos más factores que condicionan mi forma de ser de lo que yo pensaba.

"Entender cómo funcionamos debería ser una materia de doce años, de la primaria y la secundaria. ; y aún así sabrías muy poco".

— ¿Qué respuestas encontraste en la meditación, en aprender a respirar?

— Una parte del aprendizaje que más me voló la cabeza estos años es entender cómo funcionamos, cómo respiramos, cómo alimentarte o cómo trabajar la cabeza, cómo meditar, entender cómo funciona tu sistema nervioso; debería ser una materia los 12 años de la primaria y la secundaria, y aun así sabrías muy poco. Tenemos dos circuitos en el cerebro, uno relacionado al pensamiento y otro con los sentidos y la sensación corporal. Entonces, la meditación te permite parar ese “rumiaje” y con eso cortar el ciclo de la emoción y ganar esos segundos de distancia. Son cosas que nadie te enseña y decís: “¿Cómo puede ser que sepamos los ríos de África y no sepamos eso?”, hay un tema muy profundo sobre cómo nos pensamos como seres humanos. Logre tener más presencia, más calma, bajar la ansiedad, ganar segundos de reactividad. Hasta hace poco tiempo, se creía que esto era New Age, algo alternativo, pero la neurología moderna mostró cómo la meditación modifica tu cerebro para bien. Las tradiciones orientales lo saben desde hace miles de años y hoy la evidencia es muy contundente: no hay un método más eficaz para trabajar tu mente que la meditación.

—En todo el recorrido que hiciste, al pasar por un montón de terapias, algunas más convencionales, otras más alternativas, ¿dónde encontraste que había más posibilidades de una transformación?

— Hay cosas que hago periódicamente como terapia postural, hago psicoterapia todas las semanas, combinado con hábitos como la meditación, el ejercicio, con seguir también buscando referencias, información y demás con otros podcasts/canales. Lo llamo tener un proyecto que es ocuparse de uno mismo. El libro es parte de ese proceso: hay un momento en que entras en un engranaje en el que hay mucho insumo que podes seguir incorporando.

— En el libro te referís a cómo un líder funcionaría mucho mejor y tendría mejores resultados cuidándose y haciéndose cargo de estos aspectos personales. ¿Sentís que en tu etapa por la política hubiese sido posible?

— Muy difícil, pero a mí me sirve la metáfora de la montaña. Hay tres momentos muy distintos: uno es el de la preparación, como en torneo deportivo, la preparación hacia ese momento de alto rendimiento te permite anclar hábitos y anclar referencias. Cuando estás arriba de la montaña en plena exigencia vas a poder hacer un mantenimiento, no vas a poder dedicarle tanto tiempo pero sí vas a poder hacer una rutina de conciencia mayor. Y un tercer momento, que muchas veces es el más descuidado, que es el tiempo después para procesar lo que fue esa experiencia. Por cómo hoy se concibe el liderazgo en el mundo empresarial, donde nos olvidamos que somos seres humanos, todo esto parece un costo: “Quiere caminar, pero tiene que estar en la sala de reuniones”. Sin embargo, estar todo el día en la sala de reuniones comiendo mal, disociado de quién sos, te hace tomar peores decisiones, afecta tu rendimiento. Eso es parte del cambio cultural que tenemos que tener. En las nuevas generaciones, hay un rechazo post pandemia a ese modelo más no saludable de vida, que está poniendo en crisis a muchas organizaciones.

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