Todos los corredores pensamos el running como una actividad centrada en las piernas. Correr, después de todo, es justamente mover las piernas, impulsarse, sostener ese movimiento a lo largo de los kilómetros. Pero también sabemos que todo el cuerpo es una unidad y que todo es parte de un buen correr. El torso es importante, los abdominales, la espalda, la posición del cuerpo en su conjunto. Sin embargo, hay algo importante que al ser descuidado afecta a todo lo demás: los brazos.
El movimiento de los brazos cumple funciones importantes: ser parte del impulso hacia adelante del cuerpo, mantener el equilibrio al correr y también marcar el ritmo de la carrera. Basta comparar el movimiento de brazos de un corredor de 100 metros con un maratonista para que quede claro.
Aquí nos vamos a centrar en los corredores de fondo, en los trayectos más largos, aquellos que requieren un movimiento de brazos económico que siempre sume pero que nunca reste. Más de un corredor dirá, al terminar un maratón de calle y más aún de trail, que los brazos también están agotados por el ejercicio. Estar varias horas braceando es un trabajo que no debe ser subestimado. La cantidad de energía que se pierde si uno lo hace mal, es enorme.
Muchos corredores tienen un movimiento de brazos natural que acompaña la cadencia de cada ritmo sin mayores inconvenientes. La mayoría, sin embargo, siempre posee algún detalle que puede corregir o mejorar. Para un corredor de fondo el consejo inicial es ir con los brazos firmes pero relajados, sin estar tenso en la posición, pero sin que estos estén colgando como un peso muerto. Activos pero sin tensión. Esto va para los hombros, los tríceps, los bíceps, el antebrazo y las muñecas.
Todo el cuerpo debe ser una unidad que se mueve de forma armónica. Siempre, siempre, deben moverse. Desde el hombro a la mano, todo forma parte del mismo movimiento.
Los brazos deben ser colocados con el codo en una posición que marque 90 grados todo el tiempo. Cuando el brazo se impulsa hacia adelante, esos 90 grados deben mantenerse y cuando va hacia atrás, también.
Cuando el brazo va hacia adelante la mano no debe superar la altura del hombro y cuando va hacia atrás no ir más allá de la zona posterior de la cintura. Este movimiento debe ser lo más natural posible, evitando las tensiones. Si el brazo se eleva mucho o retrocede demasiado, se pierde energía y se quita el impulso que el braceo debe producir.
Los brazos pueden cerrarse un poco cuando se va hacia adelante, se verá incluso a maratonistas de elite que realizan ese movimiento, pero lo ideal para un aficionado es que se mantengan paralelo al cuerpo y con los mencionados noventa grados. Un brazo que se cierre por delante no es tan grave como uno que se abre. Un braceo hacia afuera definitivamente perjudica el ritmo y el equilibrio del corredor. Quien tenga ese tipo de braceo deberá practicar para corregirlo si desea un desempeño óptimo. Un buen parámetro de ese braceo paralelo es que el pulgar esté a punto de rozar la cadera al pasar junto a ella, ni golpear, ni pasar lejos.
Un error muy común es subir los hombros para darle aún más energía al braceo. Esto no es tan eficiente y aunque en teoría sume fuerza, termina desgastando todo el movimiento y generando tensión en el cuello y espalda, sin sumar tanto y llevando al corredor a dolores que terminan afectándolo. La solución es pensar en esto y relajarse cuando uno descubre que lo está haciendo. Mantener el trabajo de forma activa, pero sin tensión. Cualquier parte que esté tensa es un gasto de energía poco eficiente.
Las manos son otro punto clave. Cada entrenador encontrará la metáfora para explicar cuán tensas deben estar las manos, pero para que se entienda claramente: ni palmas abiertas ni puños cerrados. Comenzar a cerrar el puño y detenerse antes, como si tuviéramos que sostener algo delicado en la mano. El pulgar apoyado sobre el dedo índice sin apretar. La muñeca, una vez más, activa pero no tensa. Dejar caer la muñeca es cortar toda la cadena de impulso del brazo.
Todos los corredores tienen un estilo diferente. La forma de correr que cada uno trae es, incluso, hereditaria por las condiciones físicas de cada uno. Van a ver hijos que corren igual que sus padres hasta que empiezan a depurar la técnica. Un aficionado no puede pasar todo su entrenamiento dedicado a la técnica, más aún cuando muchos han empezado con el running luego de los treinta años, con décadas de correr igual que para el resto de los deportes.
Sin embargo, incorporar las correcciones mencionadas, al menos conocerlas, permitirán ciertas mejoras que harán la diferencia. Son detalles fáciles de entender que se pueden aplicar y mejorar así la carrera. Prueben y verán.
*Santiago García es maratonista, autor de los libros “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
Seguir leyendo: