Parece que la alimentación y las dietas, captan mucho interés y generan muchos adeptos. Esto queda evidenciado en la cantidad de productos, dietas, tips y consejitos que encontramos en las redes sociales y hasta en otros medios de comunicación.
Batidos “come grasa”, parches, polvitos mágicos, frases que por arte de magia decretan que vas a quemar grasa, banda gástrica virtual y así sigue la lista, que es eterna.
Ahora, el problema surge cuando debido a esta inmediatez con la que circula la información, muchas veces no se chequean las fuentes ni los datos, y las personas terminan confundidas sin saber bien qué productos consumir. Por eso, para evitar que caigas en una situación de engaño que resulte peligrosa para tu salud, te voy a dejar algunos puntos claves para que tengas en cuenta.
Preguntate quién te está brindando esa información. ¿Hay un profesional matriculado? ¿Un organismo oficial? ¿Quién es el que firma el artículo? ¿Existe otra fuente extra de consulta?
Otro tema muy importante es la evidencia científica. Un estudio debe ser ponderado por personas calificadas, no es evidencia a secas, y además, para poder extrapolar datos, hay que estar entrenados. Si no, se corre cierto riesgo de caer en algunos sesgos.
La evidencia científica se obtiene luego de un largo trabajo, que lleva mucho tiempo de análisis de diferentes artículos, recién ahí se establece un consenso sobre un determinado tema respecto a la nutrición.
Y, a mi criterio, uno de los puntos más comunes y peligrosos es el clásico opinólogo. Es aquel que recomienda porque sabe que a “X persona” le funcionó. Y esto es muy peligroso y no es así. Porque las variables frente a cada historia clínica son muchas y deben ser evaluadas por un médico para determinar los resultados.
La ciencia, por suerte, es dinámica y todo el tiempo aprendemos a deconstruirnos a través de nueva evidencia. Pero la base siempre está en saber diferenciar y encontrar evidencia científica de calidad antes de comunicar algo sin fundamentos. Es que, en muchos casos, además de exponernos a ciertos riesgos, también se puede estimular el famoso efecto rebote, en el cual vamos a perder músculo y terminamos ganando grasa.
En la desesperación por bajar de peso, algunas personas pueden recurrir a ciertas dietas mágicas, a consumir productos no recomendados o nocivos, o a eliminar grupos completos de alimentos o incorporar algún tipo de conducta compensatoria que no es beneficiosa para la salud. Es importante destacar que no existe ningún alimento que tenga la capacidad por sí solo de hacerte engordar o adelgazar. Lo que sí tienen los alimentos es diferentes calidades nutricionales.
La ciencia ha demostrado que una dieta que tiene un inicio y un fin, no resulta efectiva. Es que, en general, este tipo de propuestas mágicas tienen un título o nombre atractivo, original y que capta nuestra atención muy fácilmente. Suelen prometer un descenso de peso muy rápido. Otras suelen exagerar sus características y propiedades usando palabras descriptivas como fabulosa, sorprendente, increíble, novedosa.
También están las dietas que prometen un descenso de peso sin ningún tipo de cambio. Por ejemplo, sin necesidad de actividad física, comiendo todo lo que quieras. Recomiendan una fórmula que conlleva de manera implícita algún negocio. Por lo tanto, te invito a que utilices siempre el pensamiento crítico, cuestioná, permitite dudar y consulta profesionales serios. Es posible bajar de peso, haciendo un plan alimentario equilibrado, aumentando de poco el ejercicio físico, trabajando las emociones y acompañando con tratamiento médico.
Los profesionales sabemos que la medicina de precisión, cada vez más individualizada y centrada en el paciente, es la más segura y efectiva. Es por eso que me parece que es muy importante que recibas educación que te permita consumir mensajes vinculados a nuestras decisiones alimentarias, pero de manera crítica y segura.
* Romina Pereiro es licenciada en nutrición MN 7722
* Producción: Dolores Ferrer Novotný / Edición: Rocío Klipphan
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