¿Cómo han cambiado nuestros hábitos de sueño y dietas debido a la cuarentena?

La incertidumbre económica y las preocupaciones de salud causadas por la crisis afectaron nuestros niveles de sueño. Además, por necesidad, las personas se vieron obligadas a cocinar más en casa

El aislamiento obligatorio afectó las prácticas normales relacionadas con los alimentos y los ciclos de sueño (Shutterstock)

El brote por COVID-19 ha cambiado mucho sobre la vida moderna: cómo trabajamos, socializamos e incluso cómo comemos. A medida que los países toman medidas más enérgicas para contener la propagación de este virus, el aislamiento obligatorio y el cierre temporal de empresas pueden afectar las prácticas normales relacionadas con los alimentos y los ciclos de sueño.

La pandemia de coronavirus no solo ha amenazado la salud física de millones, sino que también ha causado estragos en el bienestar emocional y mental de las personas en todo el mundo. Los sentimientos de ansiedad, impotencia y dolor están aumentando a medida que las personas se enfrentan a un futuro cada vez más incierto, y casi todos han sido afectados por la pérdida.

En este contexto, los problemas del sueño no son infrecuentes: según la Fundación Nacional del Sueño, aproximadamente el 30% de la población general se queja de trastornos del sueño, y aproximadamente el 10% experimenta síntomas consistentes con el diagnóstico de insomnio.

La crisis del coronavirus ha agregado nuevos factores estresantes que podrían elevar estas cifras. Según los expertos, el aislamiento está teniendo un impacto sustancial en el sueño. Para el doctor Eduard Estivill, médico y especialista en medicina del sueño de la Clínica del Sueño Estivill y la Unidad del Sueño del Hospital de Catalunya, existe un aumento considerable en los problemas de sueño relacionados con COVID-19.

Para Estivill, esto tiene que ver con la sensación general de desconcierto que ha provocado el coronavirus. Como explica el especialista, dormir mal es un signo de algo real y tangible. En general, se puede atribuir a “la acumulación de tensión y ansiedad durante el día”, dice. En tiempos de pandemia, la incertidumbre también puede generar mayor estrés y ansiedad.

Desde no sentirse descansados, tener cambios de humor y experimentar problemas de memoria hasta una concentración deficiente y un sistema inmunológico comprometido, una mala noche de sueño puede provocar una serie de síntomas desagradables (Shutterstock)

Hay dos problemas principales del sueño que parecen haberse vuelto particularmente frecuentes como resultado del aislamiento, según los especialistas. Por un lado, existe el insomnio inicial, donde quedarse dormido parece una tarea imposible. Por el otro, las personas pueden sufrir trastornos del sueño en medio de la noche, posiblemente debido a pesadillas.

Nuestros sueños se componen no solo de información dura que nuestros cerebros han almacenado, sino también de emociones. La investigación ha demostrado que el aumento de la ansiedad durante el día puede conducir a un contenido más negativo en los sueños. Estos estudios sugieren que nuestros sueños son sensibles a nuestros entornos sociales durante el día.

“En el actual estado de cuarentena, con la amenaza del nuevo coronavirus que asecha y tantas otras preocupaciones cotidianas e inseguridades acerca del futuro, las personas se encuentran en un estado de alerta permanente y con una angustia constante que afecta, entre otras cosas, la función del dormir y el descanso”, explicó en diálogo con este medio la psicoanalista Agustina Fernández, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Desde no sentirse descansados, tener cambios de humor y experimentar problemas de memoria hasta una concentración deficiente y un sistema inmunológico comprometido, una mala noche de sueño puede provocar una serie de síntomas desagradables. Especialmente mientras la inmunidad y el bienestar son de tanta importancia, es imperativo cortar el problema de raíz tan rápido como sea posible.

Para garantizar un mejor descanso durante el aislamiento, los expertos en sueño recomiendan establecer rutinas estrictas (Shutterstock)

Es crucial evitar que el insomnio se convierta en una rutina, ya que romper un ciclo de sueño deficiente puede ser más desafiante que eliminar otros hábitos. Particularmente con los trastornos del sueño que surgen como resultado del autoaislamiento, existe el riesgo de que se arraiguen en nuestras rutinas diarias y sean más difíciles de eliminar una vez que finalice la cuarentena.

“Todo aquello que altere el ritmo circadiano de nuestro cuerpo puede causar insomnio. Así como también los malos hábitos de sueño, que incluyen adoptar horarios irregulares de acostarse, realizar actividades estimulantes antes de acostarse, como lo es el ejercicio intenso, dormir siestas frecuentemente y disponer de un entorno de sueño incómodo, tales como temperatura ambiente extrema, luz, sonido y mala calidad del colchón”, enfatizó en una entrevista con este medio el médico neumonólogo y especialista en Medicina del Sueño del Hospital de Clínicas Juan Facundo Nogueira.

Para garantizar un mejor descanso durante el aislamiento, los expertos en sueño recomiendan establecer rutinas estrictas. Además, es importante tener una exposición regular a la luz, especialmente en la mañana. Esto ayudará a ajustar el reloj biológico, al igual que hacer ejercicio a diario.

Por último, es fundamental evitar las pantallas durante al menos dos horas antes de acostarse. Puede parecer un consejo trivial, pero puede hacer una gran diferencia si se aprende a dejar a un lado los dispositivos y se cambian por una actividad relajante como leer o escuchar música.

“La gente está comiendo casi todas las comidas en casa, lo cual es un gran cambio”, dice el doctor Dariush Mozaffarian, cardiólogo y decano de la Facultad de Ciencias de la Nutrición Tufts Friedman (REUTERS)

En lo que respecta a la alimentación, los investigadores apenas comienzan a estudiar cómo ha cambiado la dieta de las personas durante la pandemia, y aunque todavía no hay datos sólidos, los cambios son obvios. “La gente está comiendo casi todas las comidas en casa, lo cual es un gran cambio”, dice el doctor Dariush Mozaffarian, cardiólogo y decano de la Facultad de Ciencias de la Nutrición Tufts Friedman. Por necesidad, las personas están cocinando más y el tráfico web a los sitios web de cocina y recetas está aumentando.

En una encuesta realizada en abril a unos 1.000 adultos estadounidenses, realizada por una firma de comunicaciones de alimentos y bebidas, aproximadamente la mitad dijo que estaban cocinando y horneando más que antes de la pandemia, y el 38% ordenó menos comida para llevar.

Es posible que un cambio hacia la cocina casera, si persiste, eventualmente conduzca a la reducción de enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y obesidad. Comer una dieta saludable está vinculada a una vida más larga, y “uno de los mayores predictores de una dieta saludable es comer en casa”, dice Mozaffarian.

“Cocinar es un hábito que se ha perdido hace algunos años producto de una vida acelerada o simplemente porque el mundo y las facilidades del delivery han modificado nuestra manera de consumir. Hacer un menú casero implica asegurarnos la calidad de ese plato de comida y ser conscientes de lo que ingerimos, detalles que en el día a día hacen una enorme diferencia”, sostuvo en diálogo con Infobae la nutricionista Paula Analía Basili.

Según una encuesta, la mitad de los estadounidenses dijo que estaban cocinando y horneando más que antes de la pandemia, y el 38% ordenó menos comida para llevar (REUTERS)

“El confinamiento es una oportunidad para cocinar más en casa e incorporar a los niños en esta actividad, y que aprendan hábitos saludables desde pequeños. Es importante aclarar que se debe sostener un equilibrio en la alimentación. Las preparaciones a realizarse deben incluir legumbres, cereales integrales, frutas, verduras y grasas saludables que fortalezcan nuestro sistema inmune contra infecciones”, explicó en diálogo con este medio la licenciada en Nutrición Delfina Fahey (MP 3438).

Una nueva investigación que lideró Mozaffarian, publicada en abril en el Journal of Nutrition, descubrió que las personas obtienen alrededor del 21% de sus calorías de los restaurantes, y la mayoría de esos alimentos son de baja calidad nutricional. “Los alimentos de los restaurantes tienden a ser poco saludables”, dice. Y continúa: “Hay mucha variación según el restaurante y lo que se ordena, pero las ofertas típicas de menú en las grandes cadenas, por ejemplo, son altas en sodio, calorías, grasas saturadas y azúcar. Cocinar te permite controlar los ingredientes que terminan en tu comida”.

Sin embargo, él y otros expertos enfatizan que, a nivel de la población, cualquier mejora a largo plazo causada por una mayor cocción es probable que sea pequeña en comparación con los efectos negativos para la salud de esta crisis. Además del costo devastador del coronavirus en sí, las órdenes de quedarse en casa limitan la actividad física, el aislamiento social probablemente aumenta la soledad (que está relacionada con ataques cardíacos y derrames cerebrales) y la pérdida de empleo destruye el acceso de las personas a la atención médica.

Los alimentos poco saludables también están en circulación. La harina, el azúcar, las sopas enlatadas y el alcohol, que no son exactamente el alimento básico de una dieta saludable, han aumentado en las ventas durante la pandemia. Los funcionarios de salud instan a salir de casa para ir de compras al supermercado con la menor frecuencia posible, lo que aumenta el atractivo de los alimentos altamente procesados, que duran más que los frescos, pero están cargados de azúcar, grasa y sal y están vinculados a un mayor riesgo de cáncer. El estrés de la pandemia también puede hacer que las personas quieran hornear lotes de galletas y optar por bocadillos procesados, ya que alimentos como estos pueden consolar a las personas en tiempos de miedo.

Los funcionarios de salud instan a salir de casa para ir de compras al supermercado con la menor frecuencia posible, lo que aumenta el atractivo de los alimentos altamente procesados, que duran más que los frescos (REUTERS)

El hecho de que una comida se cocine en casa no significa que sea saludable, y no todos tienen la misma oportunidad de preparar comidas con ingredientes saludables, dice Julia Wolfson, profesora asistente de gestión y política de salud en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Michigan. Wolfson está llevando a cabo una encuesta nacional de adultos de bajos ingresos para descubrir cómo la pandemia de coronavirus está afectando sus comportamientos alimenticios y elecciones de alimentos.

“La situación es distinta para un hogar que tiene acceso a frutas y verduras frescas, o que tiene los ingresos para comprar alimentos perecederos que son menos procesados y menos densos en energía que muchos de los alimentos más procesados y altamente estables”. Su investigación anterior descubrió que la relación entre cocinar con mayor frecuencia y tener una mejor dieta solo es válida para los hogares de mayores ingresos.

Tanta variabilidad hace que sea difícil predecir cómo la pandemia de coronavirus cambiará la forma en que las personas comen, o si estos cambios serán permanentes. Pero una cosa es segura: “La epidemia probablemente esté afectando las dietas, y nuestras dietas probablemente estén afectando a quién muere”, dice Willett. Ahora está estudiando cómo las dietas de las personas están relacionadas con sus resultados si se infectan con el coronavirus. La investigación está encontrando que los principales factores de riesgo para ser hospitalizado por COVID-19 incluyen afecciones relacionadas con la dieta, como obesidad, hipertensión y diabetes tipo 2. “Si tuviéramos una población metabólicamente sana, el riesgo de hospitalización por COVID podría ser dramáticamente menor”, dice Mozaffarian.

“Se debe motivar a las personas que padecen obesidad y diabetes a mantener una rutina de horarios en la que combinen pequeñas ingestas frecuentes con ejercicios desde la casa. Los individuos que tienen estas patologías de base son más vulnerables a relacionarse mal con la comida, estos síntomas se pueden exacerbar con el estrés y las preocupaciones por cuestiones económicas pueden ser motivo para comer ultraprocesados y productos de mala calidad”, concluyó Fahey.

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