Por Sergio Federovisky
La salud humana, la sostenibilidad ambiental y la seguridad alimentaria están relacionadas de manera compleja y multidireccional. En la actualidad, la agricultura es el mayor consumidor de agua dulce y el segundo mayor contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo.
Un estudio sobre los múltiples impactos de los alimentos en la salud y el medio ambiente realizado por investigadores de la Universidad de Oxford, Reino Unido, y de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, recientemente publicado en la revista científica Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS), demostró que los alimentos asociados con la buena salud de los adultos tienen bajos impactos ambientales y ayudarían a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y el Acuerdo Climático de París.
Para sostener esta afirmación, los científicos estudiaron los potenciales vínculos de un grupo de alimentos con enfermedades como diabetes tipo II, accidente cerebrovascular, enfermedad coronaria, cáncer colorrectal, todas relacionadas con la ingesta de ciertos alimentos, y con impactos ambientales devenidos de su producción, como la emisión de gases efecto invernadero, el cambio en el uso de la tierra, la contaminación, la afectación de la biodiversidad y el uso de agua ponderado por la escasez. Es decir, en función de la disponibilidad de agua después de que se haya satisfecho la demanda de los humanos y de los ecosistemas acuáticos. Incluyeron además la producción, fabricación y uso de productos agrícolas, insumos, semillas y equipos, pero no transporte, procesamiento, venta minorista y preparación de alimentos. Es decir midieron la huella ambiental en la producción primaria de alimentos.
Los resultados, luego de estudiar quince grupos de alimentos diferentes que forman parte de la dieta de occidente, como pollo, lácteos, huevos, pescado, frutas, legumbres, nueces, aceite de oliva, papas, carnes rojas procesadas, y sin procesar, cereales de grano refinado, bebidas azucaradas, verduras y cereales integrales, demostraron que los alimentos con menor huella ambiental tienden a ser más saludables. Por el contrario, la carne roja sin procesar y procesada está asociada a algunos problemas de salud y a un mayor impacto ambiental. Una porción diaria de carne roja procesada se relaciona con el mayor aumento promedio en el riesgo de mortalidad y la incidencia de diabetes tipo II y accidente cerebrovascular.
El último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) recuerda que el consumo per cápita de grasas vegetales, carnes y calorías se ha disparado desde 1950 en adelante. Esos cambios en los patrones de alimentación han llevado a que en la actualidad en el mundo vivan 2.000 millones de personas con sobrepeso u obesidad.
Dos casos contradictorios son el pescado, generalmente recomendado como una opción saludable por los nutricionistas pero que genera una huella ambiental considerable aunque menor que la de las carne; y los alimentos procesados que contienen alto contenido de azúcares perjudiciales para la salud pero con un impacto ambiental relativamente bajo.
La producción de alimentos está impulsada por las decisiones políticas y la demanda de los consumidores, entre otros factores. Implementar medidas como subir impuestos sobre la carne procesada, prohibir la publicidad de productos grasos, o que frutas y verduras sean más accesibles no solo en su disponibilidad sino también en sus precios, podrían ayudar a cambiar la elección de alimentos más saludables y sostenibles.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “las dietas sostenibles son aquellas con bajo impacto ambiental que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional y a una vida saludable para las generaciones presentes y futuras”.
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