Casi como si se tratara de una causa y efecto, el inicio de la adolescencia coincide con el comienzo de una vida que se desarrolla más de noche que de día. Todo acompañado con un afán por dormir, que parece no saciarse nunca. Podría decirse que es rebeldía, casi una necesidad caprichosa de oponerse a lo que "hay que hacer", un deseo irrefrenable de nocturnidad. Pero no, es biología.
"Los adolescentes necesitan dormir más; idealmente un adolescente tendría que dormir entre ocho horas y media y nueve horas diarias. El cerebro de un adolescente se siente más cómodo yéndose a dormir más tarde. Y estudios en otros animales revelaron que pasa lo mismo en todas las especies: a medida que iban entrando en la adolescencia los individuos tenían ganas de irse a dormir más tarde". Lo dijo la bióloga y experta en neurociencias Andrea Goldin en su charla en TEDxRiodelaPlata, donde aseguró, además, que "dormir es muy importante".
"Nuestro cerebro necesita dormir una buena cantidad de horas por día, que dependerá de cada persona y de la edad de cada uno. Si uno no duerme, aprenderá menos, rendirá menos. Incluso se es más propenso a tener accidentes y se tienen menos reflejos", sentenció la experta, para luego insistir: "El sueño es crucial para reorganizar el cerebro: 'fijar' los conocimientos y borrar los que no hacen falta. Aunque esto no pasa solo durante el sueño".
Los chicos se quedan despiertos hasta más tarde a la noche y a la mañana están cansados y con menos horas de sueño que las que recomiendan las asociaciones de médicos
Así las cosas, no parece casual que al combo de "sueño + nocturnidad" se le sume bajo rendimiento escolar. Es que, parece básico: nadie podrá rendir bien en sus obligaciones si no descansa lo suficiente. Pero, además, en los adolescentes, se añade el hecho fáctico de que su cerebro funciona mejor de noche.
Melina Furman es bióloga y máster y doctora en Educación, y en diálogo con Infobae explicó: "En el cronotipo, es decir, el perfil biológico que dice en qué horario del día estamos más alertas, los dos más extremos son ser búho (personas que prefieren más los horarios vespertinos, están más alertas a la noche) o ser alondra (aquellos que están más alerta a la mañana) y en la adolescencia el cronotipo de la mayoría de los jóvenes los lleva a ser búho, es decir que están más despiertos a la noche y más dormidos a la mañana".
"Entonces, una de las cosas que pasan es que los chicos se quedan despiertos hasta más tarde a la noche (un poco porque su biología se los pide y otro por sus hábitos, porque se quedan chateando o jugando en línea con otros chicos, con el agravante de que interactuar con pantallas además retrasa el período de sueño) y a la mañana están cansados y con menos horas de sueño que las que recomiendan las asociaciones de médicos", puntualizó la investigadora del Conicet y profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, quien remarcó que "hay estudios que dicen que los chicos están durmiendo una o dos horas menos de lo recomendado".
¿Retrasar el horario escolar es la solución?
Con toda esta información, y la certeza de que la mayoría de los adolescentes sufren de falta crónica de sueño, un estudio realizado en Seattle, en los Estados Unidos, se propuso como estrategia para alargar el sueño de los adolescentes retrasar el inicio de la escuela secundaria, lo que permitiría a los estudiantes despertarse más tarde sin cambiar su hora de acostarse, que, se sabe, está determinado biológicamente por el reloj circadiano.
El científico argentino Horacio de la Iglesia trabaja en la Universidad de Washington y fue parte del equipo que, durante cinco años, estudió a 90 chicos de 16 años en dos escuelas públicas, una de muy altos recursos y otra de un nivel socioeconómico muy bajo en el distrito escolar más grande de ese país.
Para el estudio, se decidió retrasar 55 minutos (de 7:50 a 8:45) el ingreso en las escuelas secundarias y los científicos registraron las horas de sueño, las notas y la asistencia antes y después del cambio de horario. "El experimento mostró que los chicos durmieron en promedio 34 minutos más por noche y la media de calificaciones aumentó 4,5% -señaló De la Iglesia-. También mejoró la asistencia y la puntualidad, especialmente en la escuela de menores recursos, que se equiparó con la otra".
El experimento mostró que los chicos durmieron en promedio 34 minutos más por noche y la media de calificaciones aumentó 4,5%
Al respecto, Furman agregó que este tipo de investigaciones demuestran "que los chicos faltan menos y mejoran su rendimiento por varias razones: una porque el nuevo horario está más a favor del ritmo biológico de los adolescentes y los chicos duermen más horas, con lo cual están más enfocados en las primeras horas (porque están menos dormidos)".
En simultáneo, "otra variable que se observó es que si se toman las evaluaciones a primera hora les va peor que si lo hacen más tarde cuando los adolescentes están más despiertos", destacó la bióloga. "Y también que la falta de sueño y estar dormidos incide en otras dimensiones relacionadas con el aprendizaje, como la motivación, el humor, el foco, que también indirectamente se ven afectadas por la falta de descanso".
Sobre la base de estos cambios medibles en la regulación del sueño, los adolescentes se encuentran atrapados entre dos fuerzas en competencia pero igualmente importantes: su regulación circadiana y homeostática del sueño, lo que retrasa los inicios del sueño, y sus obligaciones sociales, que imponen compensaciones tempranas del sueño que resultan en una red.
Según supo Infobae, casi el 60% de los chicos concurre a la escuela en la mañana. El 30% lo hace en turno tarde y el resto se divide entre el vespertino, la noche y el doble turno.
El efecto de los distintos turnos escolares se encuentra en estudio. Buscan que esa evidencia sea el punto de partida para una propuesta de rediseño de los horarios de clases.
Diego Golombek, biólogo y divulgador científico, de hecho reconoció que tuvo charlas con autoridades para avanzar sobre el tema, pero que suele haber cierta resistencia.
Ante la sugerencia de retrasar el horario, se alzan voces en contra por distintos argumentos: que aplaza, a su vez, el inicio de los siguientes turnos, que complica la logística de transporte e incluso que dificulta la llegada de los padres a sus respectivos trabajos. Habrá que ver si se usa la evidencia científica para modificar lo que ocurre en la práctica.
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