Una de las respuestas más comunes del cuerpo a una actividad aburrida o un día monótono suele ser el sueño. La falta de motivación o de tareas que interesen y divierten suele producir una sensación generalizada de cansancio que invita indefectiblemente a dormir. Aun si se ha descansado las horas recomendadas o incluso más. De la misma manera, aunque no se haya descansado lo suficiente, en un momento de disfrute y placer, difícilmente nos logre vencer el sueño.
Lo que se conoce hasta ahora sobre los procesos biológicos que controlan el sueño es que existen dos principales: el primero es el impulso homeostático, la demanda del cuerpo de autorregulación para garantizar su supervivencia y, el segundo, un proceso circadiano que impulsa a regular los horarios internos con los de la Tierra. De hecho, investigaciones en este plano le valieron el último premio Nobel de Medicina a tres científicos estadounidenses.
Sin embargo, como seres humanos somos capaces de desafiar esa necesidad y (por lo menos intentar) controlarla en momentos donde es necesario mantener la atención. Se conoce también que los factores cognitivos y emocionales influyen en ese comportamiento pero no a través de qué mecanismo los regulan.
Ahora, científicos del Instituto Internacional de Medicina del Sueño de la Universidad de Tsukuba, Japón y del Departamento de Farmacología de la Universidad de Fudan en la Escuela de Ciencias Médicas Básicas, China, descubrieron que una parte del cerebro que está asociada con la motivación y el placer, el núcleo accumbens, también tiene la potestad de producir sueño. Los hallazgos de la investigación publicada en la revista Nature Communications podría entonces descifrar por qué tendemos a quedarnos dormidos en ausencia de estímulos motivadores.
Para descubrirlo, los científicos utilizaron técnicas de resonancia magnética y de quimiogenética para controlar las actividades de las neuronas del núcleo accumbens en ratones y midieron los comportamientos que estaban mediados por dichas neuronas durante el día. Como resultado, el equipo descubrió que las neuronas del núcleo accumbens tienen una capacidad extremadamente fuerte de inducir el sueño, diferente del sueño que provocan los procesos circadianos y homeostáticos. Este tipo sueño, dominado por el núcleo accumbens, se conoce como sueño de onda lenta, por la tensión lenta y de alto voltaje de las ondas cerebrales.
En otras palabras, en ausencia de estímulos el núcleo accumbens genera somnolencia. Y puede manipularse. "Se piensa que la adenosina, una sustancia cerebral que ya ha sido relacionada con la provocación de sueño, es una sólida candidata para ejercer ese efecto en el núcleo accumbens", indicó Yo Oishi, autor principal del estudio.
Los científicos conocen desde hace tiempo que la molécula adenosina representa un estado de deficiencia relativa de energía e induce el sueño a través de receptores. Y un subtipo específico de receptores de adenosina, los receptores A2A, están expresados en el núcleo accumbens. Precisamente, la cafeína, el psicoestimulante más consumido en el mundo, produce su efecto de excitación también en el núcleo accumbens, al bloquear estos receptores A2A.
Los compuestos que activan los receptores A2A en el núcleo accumbens pueden abrir vías terapéuticas seguras para el tratamiento del insomnio, uno de los problemas más comunes del sueño, con una prevalencia estimada del 10 o 15% en la población general y del 30 o 60% en la población adulta.
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