La actividad física fomenta desde edades muy tempranas el crecimiento y el desarrollo, favorece con el paso del tiempo el descanso, disminuye el riesgo de enfermedades crónicas y fortalece el sistema óseo, entre otros réditos, sin contar que además crea espacios de trabajo de equipo, juegos y, en definitiva, una vida más saludable.
Para obtener los beneficios sustanciales de la práctica continua la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene estándares de actividad mínima indispensable según el rango etario: para adultos, recomienda 150 minutos semanales de actividad física de intensidad moderada, o 75 minutos de práctica vigorosa.
En el caso de niños y adolescentes de 5 a 17 años, el tiempo aconsejado es mayor: lo ideal es que los menores inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa.
Sobre esta base, un estudio llevado a cabo por la Sociedad Americana de Cáncer concluyó que reemplazar media hora de estar sentado mirando televisión o leyendo por la práctica de actividad física en ese mismo lapso de tiempo se asocia con una reducción de hasta casi el 50% en la mortalidad prematura entre la población menos activa.
La investigación observacional sobre nutrición y actividad física para la prevención del cáncer fue publicada en la revista American Journal of Preventive Medicine e incluyó a 92.541 personas. Los expertos analizaron los niveles de sedentarismo y actividad de los participantes a lo largo de 14 años, y evaluaron el efecto de sumar 30 minutos de ejercicio diario en sus vidas.
El cambio de hábito para los menos activos (rango abarca a quienes hacían hasta 17 minutos de ejercicio al día) fue considerable: se asoció a una reducción del 14% en el riesgo de muerte para quienes realizaron actividad física ligera y del 45% para los que siguieron una práctica vigorosa.
Diferente fue para los que se mantenían más activos, que se ejercitaban con cierta regularidad y frecuencia moderada, ya que si bien la relación fue igual de positiva, los valores se redujeron a un 6% en la mortalidad entre aquellos que hicieron media hora de actividad ligera, y del 17% entre los que lo hicieron de manera vigorosa.
La actividad física abarca como concepto el ejercicio, pero también otras actividades que entrañan movimiento corporal y se realizan como parte de los momentos de juego, del trabajo, de formas de transporte activas, de las tareas domésticas y de actividades recreativas. Este tipo de actividades no fueron consideradas en el estudio.
La conclusión del trabajo científico sugiere que "la sustitución de cantidades modestas de tiempo de sentado con una actividad física incluso ligera puede tener el potencial de reducir el riesgo de muerte prematura entre los adultos menos activos".
Los 30 minutos extra al día a los que apunta la investigación no suponen un esfuerzo mayúsculo. Tampoco las cantidades sugeridas por la OMS. Sin embargo, la inclusión de una dosis de actividad a la rutina diaria puede ser un hábito difícil de adoptar, sobre todo en poblaciones poco activas como sucede en Argentina.
De acuerdo a datos de la Tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, 1 de cada 2 argentinos no realiza el mínimo recomendado de actividad física. El relevo del 2018 mostró que el porcentaje de la población en el país que incumple con las recomendaciones médicas y lleva una vida sedentaria asciende a 54,9%.
La falta de tiempo, la pereza para desplazarse hasta el gimnasio o los horarios laborales complicados son algunas de las atenuantes más comunes que atentan contra la intención de poner el cuerpo en movimiento.
Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista, consideró en diálogo con Infobae que este desprecio a la actividad esto es producto de varias cuestiones: "En primer lugar, una negación de las necesidades de la salud y del paso del tiempo".
"Creo que también tiene que ver con la relación que uno tiene con el cuerpo. Para muchos el cuerpo es un lugar cómodo. Pero para otros no, no sienten que forma parte de su autoestima", sostuvo el especialista. Y, desde otra mirada, dejó la puerta abierta a otra posibilidad: "Se busca una vida 'infantil', entregada al relax, al placer, contraria a la vida del deporte".
Por último, Horvat analizó que "la vida en nuestra sociedad no deja mucho lugar para la actividad física. Para la mayoría pasa por el descanso y el descanso pasa por estar sentado, relajado, mirando tele, no practicando en un gimnasio".
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