Por desgano y pereza, por alguna lesión, por imposibilidad horaria, por un viaje o simplemente por un cambio de estilo de vida. Independientemente de las razones, las consecuencias de abandonar el ejercicio físico serán notorias en la forma física, la masa muscular y el rendimiento del individuo.
La asimilación del organismo al sedentarismo dependerá de diversos factores, como el estado físico previo, el tipo de entrenamiento que se desarrollaba o la edad de quien deja los entrenamientos. La respuesta no será uniforme. Variará según cada persona.
Claudia Lescano, licenciada en preparación física y alto rendimiento, adhirió a ello y señaló a Infobae que los cambios dependerán de la condición física del individuo y el grado de preparación que alcanzó: "Para los más entrenados, lógicamente, las pérdidas serán mayores de quienes entrenaron poco", aseguró.
Para una persona común, que entrena para mejorar indicadores de salud, lo hace de forma recreativa o con fines estéticos, no habrá una pérdida grande. Y la inactividad afecta más a personas de mayor edad: si dos personas dejan de entrenar al mismo tiempo, aquella de menor edad sufrirá menos pérdida de masa muscular que la mayor, agregó la experta.
Las respuestas progresivas comenzarán apenas a las semanas. Según el Instituto de Biomecánica de Valencia, un atleta de alto rendimiento puede llegar a perder el 90% de su condición física al dejar de entrenar durante un mes. Y un estudio de la Universidad de Liverpool, presentado en el último Congreso Europeo de Obesidad, demostró en 28 corredores voluntarios que en solo dos semanas se redujeron los niveles de capacidad cardiorrespiratoria, la masa muscular esquelética y la masa magra total.
Cuando se abandona la práctica decrece la secreción de las hormonas de crecimiento y testosterona. "A menor secreción de estas hormonas, menor crecimiento muscular", especificó Lescano. La especialista apuntó además que "desciende la tasa metabólica -el cálculo de las calorías que se necesitan para realizar las funciones vitales en reposo- y, a partir de las dos semanas, se empieza a perder el VO2, la capacidad para tomar oxígeno, trasportarlo y utilizarlo".
Esta capacidad de absorción de oxígeno comienza a disminuir a partir de los siete días, de acuerdo al National Institute of Health. El VO2 baja un 5% y aproximadamente un 12% cuando el período de inactividad se extiende entre dos y tres semanas. Esto significa menos oxígeno para generar energía para los músculos.
Posteriormente, luego del mes y hacia las 7 semanas se calcula que el VO2 disminuye un 15%, mientras que pasando la barrera de los dos meses, la cifra se puede incrementar considerablemente, alcanzando el 26%.
Por supuesto, la inactividad impactará directamente en la performance: si antes para correr 5 kilómetros se necesitaban unos 20 minutos, tras semanas sin entrenar el mismo trayecto llevará varios minutos más. Después de un mes, se calcula que se necesitarán alrededor de tres minutos más para completar el recorrido.
También en este contexto, las células de los músculos serán más pequeñas, a la vez que crecerán las de grasa, pudiendo generar la sensación de hinchazón ("El porcentaje de grasa corporal dependerá de la composición de cada uno", clarificó Lescano). Así, se elevan los riegos de presión alta, enfermedades cardiovasculares y obesidad, entre otros.
Aunque los cambios también pueden afectar la autoestima, el mensaje que deja la instructora es que la condición puede recuperarse tan rápido como se perdió: "El cuerpo, los músculos, tienen memoria, por lo que al aplicarle de nuevo estímulos, va a responder nuevamente y rápido", concluyó.
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