Un reciente estudio científico ha arrojado luz sobre los hábitos alimenticios de los humanos en la prehistoria, revelando una dieta mucho más variada y compleja de lo que se pensaba anteriormente. Investigadores han analizado restos fósiles y vestigios de herramientas primitivas, descubriendo una mezcla de ingredientes que formaban parte de la dieta de nuestros ancestros. Esta nueva información ofrece una comprensión más profunda de cómo estos primeros humanos se adaptaron a su entorno y desarrollaron prácticas culinarias tempranas.
Los Iberomaurusios, un grupo de cazadores-recolectores del Paleolítico, tenían una dieta predominantemente basada en plantas, según un estudio publicado el lunes en la revista Nature Ecology & Evolution. Este grupo habitaba la cueva de Taforalt, en la actual Marruecos, aproximadamente entre hace 13.000 y 15.000 años. Los hallazgos desafían la noción tradicional de que los seres humanos preagrícolas dependían principalmente de la carne para su nutrición.
Los científicos analizaron firmas químicas preservadas en huesos y dientes de al menos siete individuos Iberomaurusios. La autora principal del estudio, Zineb Moubtahij, estudiante de doctorado en Géosciences Environnement Toulouse y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, indicó que los resultados mostraron una prevalencia significativa de materia vegetal en su dieta. “Nuestros análisis demostraron que estos grupos de cazadores-recolectores incluían una cantidad importante de plantas silvestres en su dieta, lo cual cambia nuestra comprensión de la alimentación de las poblaciones pre-agrícolas”, explicó Moubtahij.
El análisis isotópico estable elucidó que los recursos vegetales constituían una fuente primaria de proteína dietética, comparable a la de los primeros agricultores del Levante. Los dientes de los Iberomaurusios presentaban un mayor número de caries de lo que es típico en restos de cazadores-recolectores, lo que sugiere el consumo de plantas ricas en almidón fermentable, como cereales silvestres y bellotas.
Se destaca el uso de técnicas avanzadas como el análisis de isótopos estables para descubrir que plantas, no carne, eran el principal componente de la dieta. Isótopos de nitrógeno y zinc en colágeno y esmalte dental revelan la cantidad de carne en la dieta antigua, mientras que los isótopos de carbono ayudan a determinar si la principal fuente de proteína era carne o pescado. “Los humanos consumen estos alimentos y la información isotópica se registra en tejidos como huesos y dientes”, afirmó Moubtahij.
Aunque los Iberomaurusios no eran estrictamente vegetarianos, ya que cortes en restos de mamíferos sugieren procesamiento de carne, su mayor confianza en alimentos vegetales pudo haberse debido a factores como una mayor disponibilidad de plantas comestibles y la posible disminución de especies de caza mayor.
El estudio también reveló un caso de destete temprano, con alimentos vegetales introducidos en la dieta de un infante entre los seis y doce meses de edad. “Esto contrasta con las sociedades de cazadores-recolectores donde los períodos prolongados de lactancia son la norma debido a la disponibilidad limitada de alimentos para el destete”, señala el estudio.
La investigación plantea intrigantes preguntas sobre cómo la agricultura se expandió a diferentes regiones y poblaciones. Según Klervia Jaouen, coautora del estudio y investigadora en Géosciences Environnement Toulouse, “es inusual documentar una proporción tan alta de plantas en la dieta de una población preagrícola”.
Los resultados también se alinean con estudios previos en el Levante, donde grupos similares exhibían dietas basadas en plantas justo antes del desarrollo de la agricultura. La transición a la agricultura fue un proceso complejo que ocurrió en diferentes tiempos y formas, destacando la flexibilidad y resiliencia de los hábitos dietéticos humanos.
Un estudio publicado en enero analizó restos de 24 humanos tempranos en Perú y encontró que sus dietas consistían en un 80% de plantas y un 20% de carne. Otra investigación de noviembre de 2022 demostró que los Neandertales y los primeros Homo sapiens eran cocineros sofisticados, combinando ingredientes vegetales como nueces, guisantes, lentejas y mostaza silvestre.
Finalmente, Briana Pobiner, científica investigadora en el Smithsonian National Museum of Natural History, destacó que la percepción de que la carne fue central en la dieta de nuestros ancestros podría deberse a la mayor visibilidad arqueológica de huesos de animales procesados y a estudios iniciales dominados por investigadores masculinos que privilegiaban la caza de gran juego. “El estereotipo de una dieta pesada en carne en la Edad de Piedra probablemente tenga sus raíces en investigaciones pasadas”, afirmó Pobiner.
Este descubrimiento no solo aporta nueva información sobre la nutrición y la supervivencia en la prehistoria, sino que también revela aspectos sociales y culturales de nuestros antepasados. La capacidad de recolectar, procesar y cocinar diferentes tipos de alimentos habría jugado un papel vital en el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales, estableciendo las bases para la evolución de las civilizaciones humanas.