La exposición al humo de tabaco, incluso sin ser el propio fumador, puede acarrear graves consecuencias para la salud. El fumador pasivo, o fumador involuntario, está expuesto al humo de segunda mano, que se origina tanto del extremo encendido de un cigarro como del exhalado por el fumador.
Según Cleveland Clinic, el humo de segunda mano contiene más de 7.000 sustancias químicas, de las cuales al menos 250 son tóxicas para el organismo y más de 60 son clasificadas como cancerígenas. Las repercusiones para la salud del fumador pasivo son amplias y variadas, afectando principalmente a los sistemas respiratorio y cardiovascular, incluso tras exposiciones cortas.
El riesgo de enfermedades graves para los fumadores pasivos no depende únicamente de la cantidad de humo inhalado, sino también del tiempo de exposición. Se ha demostrado que con tan solo cinco minutos de exposición se producen efectos negativos en el cuerpo, similares a los que experimenta un fumador activo.
Según Cleveland Clinic, después de este breve período, la flexibilidad de las arterias comienza a deteriorarse, lo que puede desencadenar alteraciones en el flujo sanguíneo. A los 20 o 30 minutos, la situación empeora, ya que los cambios en el organismo pueden llegar a ser lo suficientemente severos como para ocasionar arritmias o problemas graves del corazón.
La American Heart Association señala que los fumadores pasivos tienen hasta un 30% más de probabilidades de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular a largo plazo debido a la inhalación constante de este humo.
Uno de los grupos más vulnerables a los efectos del humo de segunda mano son las mujeres embarazadas. Según los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el humo de tabaco afecta directamente el suministro de oxígeno al feto, lo que puede tener consecuencias devastadoras. Pueden dar a luz bebés con bajo peso, un factor que incrementa las probabilidades de problemas de salud a largo plazo para los recién nacidos.
Además, se asocia con el aumento del riesgo de muerte súbita. Los efectos del fumador pasivo también se extienden a los niños pequeños, quienes son particularmente susceptibles a las enfermedades respiratorias como asma, neumonía y bronquitis.
A nivel respiratorio, los fumadores pasivos tienen más probabilidades de desarrollar enfermedades pulmonares crónicas. Causa la reducción de la función pulmonar y, con el tiempo, puede contribuir al desarrollo de condiciones como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y el cáncer de pulmón. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), está relacionado con la muerte de más de 41.000 personas cada año por enfermedades cardíacas, solo en Estados Unidos.
La duración de la exposición es también un factor crucial. El Servicio Nacional de Salud, explica en un estudio, que incluso breves periodos de tiempo pueden tener efectos perjudiciales. La exposición prolongada, como la que se da en espacios cerrados donde se fuma regularmente, puede aumentar considerablemente los riesgos mencionados.
En niños, la exposición constante puede incluso generar alteraciones en el desarrollo cognitivo y mayores dificultades para manejar problemas emocionales y sociales, como se ha documentado en varias investigaciones. Por otro lado, el humo de tabaco también deja residuos en el ambiente, lo que se conoce como humo de tercera mano. Aunque este humo no es visible, sus efectos siguen siendo peligrosos para los que permanecen en ambientes contaminados, ya que las toxinas pueden adherirse a las superficies y permanecer allí durante largo tiempo. Cleveland Clinic menciona que el humo de tercera mano puede permanecer en el ambiente incluso durante semanas después de que se apaga el cigarro.
En cuanto al tiempo de exposición, la Organización Mundial de la Salud, subraya que el humo de segunda mano es especialmente dañino en espacios cerrados. La presencia en un vehículo, por ejemplo, puede tener efectos devastadores, ya que el aire contaminado se concentra rápidamente en ese espacio reducido. NHS añade que, aunque las personas no vean o huelan el humo, este sigue afectando su salud. Este tipo de exposición puede ser aún más peligroso para quienes padecen enfermedades respiratorias preexistentes, como el asma, ya que incluso pequeñas cantidades de humo pueden desencadenar ataques severos o empeorar su condición.