Una de las herramientas más prácticas, necesarias y al alcance de la mano que se puede tener para combatir a los mosquitos, especialmente al Aedes aegypti que transmite enfermedades virales como el dengue, zika o chikunguña, es el repelente.
Pero en el universo de posibilidades que hay a la hora de adquirir uno, es necesario saber que no todos duran lo mismo y que muchas veces no se tiene en cuenta los datos de elaboración para saber qué producto elegir, de acuerdo a la exposición a la que se va a estar.
En el mercado, los repelentes suelen contener tres principios activos principales: DEET (N-Dietil-meta-toluamida), IR3535 e Icaridina. La investigadora Laura Harburguer, del Conicet y el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), señaló a Infobae que “los repelentes con cualquiera de estos tres activos son iguales de efectivos”.
No obstante, lo importante es asegurarse de que el producto esté aprobado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), que evalúa tanto la toxicidad como la eficacia de los productos.
En el caso del DEET, el componente más común en repelentes, las concentraciones varían entre un 7,5% y un 30%. Aunque todas las concentraciones son efectivas, la duración de la protección depende de la cantidad de activo presente. Por ejemplo, un repelente con 25% de DEET puede ofrecer protección durante varias horas, mientras que uno con menor concentración podría ser adecuado para exposiciones más breves.
Factores que influyen en la duración de un repelente
La duración de un repelente está determinada por el porcentaje de activo que contiene. Harburguer explica que “la variabilidad en la cantidad del activo determina cuánto tiempo me va a proteger el producto. Dependiendo de la actividad que voy a realizar, puedo elegir un repelente con mayor o menor concentración”.
Por ejemplo, para actividades prolongadas al aire libre, como caminatas o campamentos, se recomienda un repelente con una alta concentración de activo (alrededor del 25%). Para exposiciones breves, como salir al patio por un momento, una concentración menor puede ser suficiente.
Uso en niños y bebés
El uso de repelentes en niños requiere de precaución. Hasta hace pocos años, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) no recomendaba repelentes a base de DEET para menores de dos años. Sin embargo, ante la amenaza de epidemias de dengue, ahora se permite su uso en niños a partir de los dos meses de edad en situaciones de brote. En estos casos, se sugiere optar por formulaciones adecuadas y evitar productos como la citronela, cuya protección es limitada y requiere aplicaciones frecuentes que podrían irritar la piel.
Para bebés menores de dos meses, la recomendación es utilizar medidas de protección física, como mosquiteros o tules en las cunas. Esto minimiza la exposición a los insectos sin recurrir a químicos.
Reaplicación y condiciones especiales
El efecto del repelente puede disminuir en ciertas condiciones, como el contacto con agua o la transpiración excesiva. “Cuando uno se mete al agua, ya sea en la playa o la pileta, es necesario reaplicar el repelente, al igual que sucede con el protector solar”, remarca Harburguer. Además, en días de calor intenso, el sudor puede reducir la eficacia del producto, por lo que es recomendable aplicarlo con mayor frecuencia.
La ANMAT estableció días atrás que los repelentes deben estar formulados con alguna de las distintas sustancias activas aprobadas anteriormente, como DEET, IR 3535, Picaridin, aceite de eucalipto/limón, aceite de citronella y Menthanediol. También, brindó en un cuadro el porcentaje de concentración y el tiempo de duración de acuerdo al primer indicador.
“Los tiempos de reaplicación se basan en datos obtenidos del testeo de productos con similar formulación, y se establecen en el citado contexto de excepcionalidad con el solo objeto de brindar información al consumidor que permita asegurar una protección repelente adecuada, evitando la sobreexposición innecesaria al activo repelente”, detalló la ANMAT.
Formatos disponibles: spray, gel o crema
La elección entre spray, gel o crema depende de las preferencias personales y la situación de uso. Para niños pequeños, las cremas suelen ser preferibles, ya que facilitan una aplicación controlada y evitan la inhalación del producto, un riesgo presente al usar aerosoles cerca del rostro. Por otro lado, los adultos podrían optar por sprays debido a su facilidad de uso y sensación más ligera en la piel.
¿Qué aplicar primero, el repelente o el protector solar?
Con la llegada de las altas temperaturas, es común combinar repelente y protector solar. Sin embargo, Harburguer advierte que “cuando uno coloca protector solar y enseguida aplica el repelente, puede favorecer la absorción de los compuestos del repelente a través de la piel”. Por ello, la recomendación es aplicar primero el protector solar y esperar al menos 30 minutos antes de usar el repelente.
Todos los productos aprobados por la ANMAT deben incluir información clara en su etiquetado, indicando el tiempo de protección estimado. Este dato es clave para que los consumidores elijan el producto más adecuado según sus necesidades y presupuesto. “En función del tiempo de protección, la actividad que vamos a realizar y la comodidad en la aplicación, podemos elegir el repelente correcto”, concluye la investigadora.
Los repelentes son una herramienta poderosa, pero su efectividad depende de un uso adecuado. Seguir las instrucciones del fabricante, reaplicar cuando sea necesario y elegir el formato y concentración apropiados son pasos esenciales para maximizar su protección.
Además, en situaciones de alto riesgo, como brotes de dengue, es fundamental complementar su uso con otras medidas de prevención, como eliminar criaderos de mosquitos y utilizar ropa que cubra la mayor parte del cuerpo. Y también vacunarse si uno está comprendido entre la edad recomendada para recibir las inyecciones.
En un contexto donde las enfermedades transmitidas por vectores son una amenaza creciente, conocer cómo y cuándo usar repelentes puede marcar la diferencia en la protección personal y comunitaria. Elegir el producto adecuado, aplicarlo correctamente y combinarlo con otras medidas preventivas es clave para mantener a raya a los mosquitos y las enfermedades que transmiten.