Para muchas familias, estos días festivos pueden acarrear desafíos complejos, especialmente cuando hay niños y niñas que necesitan un entorno más cuidado para sentirse cómodos.
Un ejemplo son los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), quienes durante estas fechas se enfrentan a una sobrecarga sensorial: el ruido de los fuegos artificiales, los cambios de rutina, viajes y traslados, los olores intensos de la comida y los espacios llenos de gente pueden ser abrumadores.
Estas experiencias también pueden ser difíciles en otras formas para los niños y niñas con ansiedad, hiperactividad, o personalidades introvertidas, o que estén atravesando duelos. Para ellos, también estas celebraciones pueden ser agobiantes.
A los niños no solo les gustan las rutinas, las necesitan. Para los chicos que enfrentan desafíos emocionales transitorios, crónicos o neurodiversos, estas son especialmente importantes; ya que otorgan un mapa en el que se puede confiar. Y con confianza se pueden atravesar pequeños cambios.
También, las redes sociales pueden agobiarnos al mostrarnos un ideal inalcanzable de las fiestas perfectas: mesas impecables, sonrisas constantes y momentos de alegría interminable. Además, hay realidades que no siempre se ven.
Las familias atraviesan cientos de situaciones complejas: problemas económicos, conflictos emocionales, duelos recientes o simplemente el cansancio acumulado del año. No hay una única forma de celebrar, no es obligatorio hacerlo, y no necesitamos ajustarnos a estándares imposibles, especialmente cuando hay niños y niñas porque no les hace bien.
Las fiestas no tienen que ser perfectas; solo tienen que ser nuestras, a nuestro modo y con la autenticidad de lo que somos y podemos dar en este momento.
APAdeA, la Asociación Argentina de Padres de Autistas, destaca que estos momentos son ideales para repensar cómo celebramos. La clave está en planificar con empatía y adaptarnos para que todos, sin importar sus necesidades, puedan disfrutar. Las recomendaciones que ofrecen no solo buscan reducir el estrés, sino también crear tradiciones más humanas e inclusivas.
El año pasado, la familia de Mateo, un paciente de 6 años con TEA, decidió probar algo nuevo. En general, desde muy chiquito la habían pasado mal los tres: Mateo solía pasar las fiestas llorando, tapándose las orejas o escapando del ruido de todas las formas que podía y sus papás no sabían bien qué más hacer.
Armaron un pequeño rincón de calma en su casa. Mateo eligió su manta favorita, unos muñecos y colgaron lucecitas suaves. No poseen una casa lujosa ni mucho menos, este espacio estaba al lado de la mesa de la cocina. Les mandaron un mensaje con anticipación a su familia para que no se usarán fuegos artificiales y avisaron que mantendrían la música con volumen bajo y les contaron del armado de este rincón para su hijo y para cualquier niño de la familia que pudiera necesitarlo, como cuando hay un berrinche. Mateo la pasó mucho mejor que otros años.
Propuestas para que todos disfruten
Una de las recomendaciones más importantes que hacemos quienes trabajamos con infancias es anticipar lo que va a suceder. Hablar con los niños y niñas sobre quiénes van a asistir, qué actividades habrá o incluso a qué hora se abrirán los regalos, ya que puede darles una sensación de control frente a lo desconocido. Ellos son parte del evento y gestionan mejor sus emociones si pueden, en la medida de sus posibilidades, ser parte de la organización.
Es muy importante que se involucren en el armado no solo del arbolito, sino conocer quiénes serán los invitados, a quién van a visitar, que puedan elegir la ropa que quieran usar, y opinar o hasta cocinar algo junto a los adultos.
Otra idea linda que les da mucha ilusión y promueve la creatividad es inventar tradiciones, como la de comer 12 uvas en Año Nuevo para tener suerte, una costumbre española que se utiliza en Latinoamérica.
Se puede crear junto a ellos un ritual que los involucre. Uno puede ser crear un “el rincón de la calma”, como hicieron los papás de Mateo. Un refugio que no es exclusivo para niños con necesidades específicas; sino que puede estar abierto a cualquier chico de la familia que necesite un momento de tranquilidad.
Otra actividad que les gusta a los niños y niñas es dibujar. Se pueden crear tarjetas personalizadas para regalar a los invitados y familiares, con un mensaje de ellos.
Si la familia decide festejar, no es necesario llenar las noches de ruidos, regalos costosos que puedan endeudar a algunas familias o actividades interminables.
Las fiestas pueden ser momentos tranquilos y significativos, diseñados a medida de cada familia. Si para unos es una cena tranquila, una charla larga o una actividad compartida: eso es suficiente. Eso es lo que realmente hay que hacer. Estas fechas no deberían ser una competencia de luces ni de consumo, sino una oportunidad para estar juntos, conversar, jugar y compartir de manera auténtica.
Si como familias ponemos el foco en el bienestar de los niños y niñas, estamos creando tradiciones mucho más importantes, las del cuidado. Celebrar desde la empatía no solo incluye a las infancias, sino que nos reconecta con lo que realmente importa: estar juntos, cuidarnos y construir recuerdos que nos acompañen siempre.
La inclusión no requiere grandes cambios ni gastos, solo pequeños gestos cargados de intención. Y esos gestos pueden ser el verdadero regalo para los niños y niñas.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.