Bogotá fue sede de la Primera Conferencia Ministerial Mundial para Poner Fin a la Violencia contra la Niñez, un evento histórico que reunió a delegaciones de 194 Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reunió a 1.400 representantes de organizaciones de la sociedad civil y redes de sobrevivientes de todo el mundo.
Con el respaldo de instituciones como UNICEF y el gobierno de Suecia, el encuentro tuvo como fin articular un plan global para erradicar la violencia que afecta a niños, niñas y adolescentes en todos sus formas.
Este espacio dio voz a sobrevivientes que llegaron a Bogotá para expresar sus demandas y exigir políticas públicas efectivas. Entre ellos, la Red de Redes de Sobrevivientes de América Latina y el Caribe, de la cual ARALMA, la organización que dirijo, forma parte, presentó una declaración política en la que insistió en la necesidad de abordar la violencia contra la niñez desde una perspectiva de género e interseccionalidad, considerando factores como género, discapacidad, etnicidad y estatus migratorio, conflicto armado, que exacerban la vulnerabilidad de ciertos grupos
En la conferencia se dieron a conocer nuevos números: 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 7 niños en el mundo son víctimas de abuso sexual. Esto significa que cada segundo, 3 niñas y 2 niños sufren violencia sexual.
Los datos fueron compilados en el libro Break the record que realizó Together for Girls en colaboración con la OMS, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU y algunas universidades, en el mismo también se comparten los resultados de informe Fuera de las sombras (OOSI) elaborado por The Economist Impact, a solicitud de Ignite Philantropy, ONG con quien ARALMA trabaja desde 2023.
Sin embargo, a pesar de la presencia de estas redes y del compromiso declarado por muchos gobiernos, es fundamental reconocer que hablar, reflexionar y dialogar sobre la violencia es un privilegio que muchas víctimas no tienen y posiblemente no se encuentren en los datos recogidos.
Mientras las cifras siguen aumentando y los compromisos se repiten en eventos de alto perfil, acompañados de inversiones millonarias que, en algunos casos, parecen más un gesto vacío de “hacer lo correcto” que un verdadero cambio, millones de niños y niñas continúan atrapados en contextos donde expresar su sufrimiento o incluso ser escuchados resulta imposible, de la misma manera que conseguir apoyo.
Según Unicef, al menos un niño muere cada cuatro minutos a causa de la violencia.
Unicef también alertó que casi 50 millones de mujeres adolescentes (entre 15 y 19 años) son víctimas de violencia física o sexual por parte de sus esposos o compañeros sentimentales en el último año. ”Entre 410 y 530 millones de niños varones y hombres (aproximadamente 1 de cada 7) sufrieron episodios de violencia sexual en la infancia, incluidos entre 240 y 310 millones (aproximadamente 1 de cada 11) que fueron violados o agredidos sexualmente”, agregó ese organismo.
Unos 1.600 millones de niños y niñas sufren castigos violentos en su casa de forma habitual y de ellos dos de cada tres sufren agresiones físicas y psicológicas.
Justicia, prevención y recuperación
La declaración política de la Red de Redes de Sobrevivientes de América Latina y el Caribe subraya tres ejes esenciales: justicia, prevención y recuperación. Estos aspectos requieren una inversión sostenida en servicios de apoyo y en programas de prevención que consideren las experiencias específicas de aquellos históricamente silenciados. Sin esta inversión, hablar de soluciones es una ilusión, una práctica vacía que solo perpetúa la desigualdad.
Desde la perspectiva de género, es fundamental subrayar que la infancia es el primer espacio donde se manifiesta el patriarcado como sistema de opresión. Las cifras son claras: más de 650 millones de mujeres han sido víctimas de abuso en su niñez, mientras que entre 410 y 530 millones de niños varones han sufrido violencia sexual. Sin un compromiso serio con políticas públicas inclusivas y efectivas, este ciclo seguirá cobrando nuevamente víctimas que perderán la vida o pasarán el resto de ella recuperándose.
Mientras se llevaban a cabo las discusiones sobre políticas y compromisos en el Ágora de Bogotá, donde se desarrollaba la conferencia, nos encontrábamos con realidades mucho más urgentes que requerían atención inmediata. Junto a un grupo de mujeres organizadas en la ONG “Costurero de las Verdades Kilómetros de Vida, Memoria y Paz”, debíamos sostener y apoyar a una madre cuya hija de 14 años había desaparecido hacía una semana en Colombia.
En el cineforo que organizamos dentro de las acciones de incidencia, un padre se acercó buscando asesoramiento porque la justicia no escuchaba a su hija de 5 años, víctima de violencia sexual. También acompañamos a un grupo de mujeres adultas que, por primera vez, tuvieron la oportunidad de hablar sobre los crímenes sufridos en su infancia, a través de un cuento infantil. Al mismo tiempo nuestro libre de autocuidado y cuidado del otro “Lile, aprendemos a cuidarnos” tuvo un éxito rotundo por la urgente necesidad de los organismos y de las ONG para conseguir material para trabajar con los niños y niñas en estas problemáticas urgentes.
Estas son realidades que la retórica de la conferencia no alcanzó a tocar, pero que nos atravesaron de manera directa, en el mismo lugar donde se discutían las soluciones.
Llamado a la acción y compromiso de los Estados
Este evento no debe ser un ejercicio vacío de retórica. La viceministra de Asuntos Multilaterales de Colombia, Kandya Obezo Casseres, subrayó la importancia de adoptar un “llamado a la acción” que se traduzca en compromisos concretos y sostenibles por parte de los gobiernos.
Desde mi perspectiva, uno de los logros más significativos de la conferencia fue su repercusión a nivel global, logrando colocar la infancia en el centro de la agenda internacional. Este evento también brindó una valiosa oportunidad para establecer contacto con organizaciones y organismos internacionales, lo que nos permitió formar alianzas estratégicas en ámbitos clave como el trabajo territorial, académico, legislativo y artístico.
Estos encuentros fueron profundamente conmovedores, ya que abren la puerta a una colaboración concreta y efectiva en la erradicación de la violencia contra la niñez, desde diversos enfoques y en múltiples esferas de la sociedad. Además, reafirmamos la crucial necesidad de integrar las voces de los sobrevivientes en la creación, implementación y evaluación de políticas y programas. Los sobrevivientes deben ser reconocidos como agentes de cambio, cuyas vivencias y conocimientos son fundamentales para guiar los esfuerzos hacia la erradicación de la violencia en todas sus formas.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.