La competitividad, esa motivación que tienen las personas por alcanzar sus metas, superarse en el trabajo, el deporte, los estudios, o incluso en aspectos sociales y personales, puede verse como una cualidad, ya que es una fuerza extra para los proyectos de la vida. Sin embargo, muchas veces ese rasgo de personalidad puede volverse negativo para los demás y para la propia persona. Es cuando cabe preguntarse: ¿ser competitivo es algo bueno o malo?
La doctora Patricia O’Donnell, médica psiquiatra y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la International Psychoanalytic Association (IPA), en diálogo con Infobae expresó: “La competencia forma parte de la vida, de la cotidianidad. Es necesaria para lograr objetivos, mejorar en lo que cada uno hace, en nuestro rendimiento, progresar. Sin embargo, una competencia excesiva producto de una insatisfacción permanente, de emociones no resueltas, puede provocar gran sufrimiento”.
Por su parte, el licenciado en Psicología Alexis Alderete (MP 85367), especialista en Trastornos de Ansiedad y Entrenamiento en Habilidades Fundación Foro, posgrado en Sexología Clínica explicó a Infobae: “La competitividad tiene grandes beneficios cuando la persona aprende a retrasar la gratificación inmediata para alcanzar objetivos a mediano y largo plazo, donde aplica la perseverancia, especialmente en ámbitos donde son recompensados como en el trabajo o en los deportes”.
Y agregó: “Ayuda a dar lo mejor de sí mismos, a superar obstáculos y alcanzar las metas propuestas a pesar de cómo se vayan sintiendo o las adversidades que se le vayan presentando. La competitividad ‘positiva’ es aquella que impulsa a mejorar sin afectar negativamente la conexión con los demás”.
Pero la competitividad tiene dos aspectos, uno beneficioso y otro contraproducente. En cuanto a estas dos caras de la moneda, el licenciado Alderete comentó: “En situaciones que exigen alto rendimiento o desafíos personales, la competitividad puede impulsar a las personas. Pero en momentos sociales, familiares o de descanso, hay que ‘desactivar’ ese impulso y enfocarse en disfrutar y conectar”.
Y completó: “Las personas deben comprender que no siempre hay que ganar o sobresalir. Estrés y ansiedad constantes, aislamiento, conflictos interpersonales, desgaste emocional y físico pueden aparecer si la persona no sabe ‘disminuir’ la intensidad de su impulso competitivo”, explicó el licenciado.
A su vez, la doctora O´Donnell explicó que una competencia excesiva puede causar tristeza, frustración, sensación de fracaso y afectar la autoestima. “Hay competencias feroces en las que las personas viven al otro como un enemigo. Pueden sacar lo peor de cada uno, tener conductas agresivas hacia los demás. Incluso un sentido de competencia muy fuerte puede ocasionar el bloqueo de la creatividad y el fracaso de proyectos deseados. Liberarse de las presiones competitivas favorece un intercambio más sincero y fructífero”.
La experta destacó que en la actualidad se fomenta la competitividad: “Quien tiene el mejor auto, casa, puesto de trabajo, obra de arte, seguidores y likes vive una ilusión narcisista de ser importante y querido. Actualmente está tan privilegiado el hacer y tener que provoca cierto olvido del ser. Una buena combinación puede resultar un potencial hacia la acción sin perder las fuentes de la creatividad”.
Y recomendó rescatar los valores propios: “Quiénes somos, sin necesidad de compararse permanentemente con los demás. Aceptar amablemente las limitaciones, y favorecer los dones que muchas veces no son estimados de forma suficiente”, recomendó la experta.
Rasgos positivos de ser competitivos
El licenciado Alderete describió las siguientes:
- Buscan objetivos concretos y trabajan de forma disciplinada para alcanzarlos. Tienen gran capacidad para inhibir impulsos.
- Suelen imponerse estándares altos en lo que hacen y tienen una visión.
- Tienen una buena resistencia a la frustración que les hace mantener la lucha pese a las dificultades.
- Invierten más tiempo en sus intereses y están en una continua necesidad de crecimiento.
- Requieren de estímulos nuevos y potentes dentro de su actividad.
- No tienen problemas en salir de su zona de confort, lo que los mantiene en un estado continuo de activación que ellos sienten como placentero.
Por qué algunas personas son más competitivas
De acuerdo a la doctora O´Donnell, lo que se juega inconscientemente en las situaciones de competencia, sean juegos, deportes o trabajo son varias rivalidades: “La rivalidad edípica entre padres e hijos (lucha de generaciones); la rivalidad entre hombre y mujer (lucha de los sexos), la rivalidad entre hermanos. En algunos momentos será más visible el enfrentamiento edípico (hijos y padres); en otros la lucha fraterna, y por último la rivalidad de los sexos”.
Según la doctora Melanie Greenberg, psicóloga clínica, las causas más comunes de la competitividad son:
- Autoestima frágil: “Esto resulta en ansiedad y vigilancia en torno al estatus social y el desempeño. Las pérsonas con estas personalidades tienen que seguir comparándose con los demás para asegurarse de que están a la altura y no se han quedado atrás”, expresó en su columna en Psychology Today.
- El modelo de recursos escasos. Algunas personas sienten que si el otro obtiene algo, hay menos para ellas. “Tienen una mentalidad de supervivencia y pueden ser celosas y controladoras”, afirmó la experta y añadió: “Es posible que hayan tenido padres que fueron críticos, que tenían favoritos abiertamente o que no estuvieron disponibles o no prestaron atención a sus necesidades emocionales”.
- Narcisismo y sociopatía. “Algunas personas competitivas pueden ser patológicamente narcisistas y egocéntricas, no ven al otro como un ser humano separado, sino más como un reflejo o extensión de sí mismos o un objeto a manipular para satisfacer sus propias necesidades o aumentar sus recursos. Si también son sociópatas, pueden recurrir a la manipulación, el engaño, la intimidación y el abuso para neutralizar o eliminar las amenazas y la competencia”, dijo Greenberg.
- Ambientes competitivos. Todos los entornos de trabajo implican algún grado de competencia. Si es sana, con un sentido de respeto mutuo y compromiso con los objetivos comunes puede impulsar a las personas a hacer su mejor trabajo, dijo la experta. Sin embargo, “si la competencia involucra un comportamiento desagradable de manera continua, esto puede socavar la salud y el desempeño de los empleados”, advirtió Greenberg.
Cuando ser competitivo se convierte en un rasgo negativo
La competitividad puede hacer que las personas se sientan frustradas o ansiosas cuando no logran sus objetivos. El licenciado Alderete comentó que la flexibilidad en el afrontamiento de las distintas situaciones es esencial. “La persona debe aprender a observar las señales en el ambiente que indican si la competitividad será beneficiosa o causará malestar y estrés. Tomarse unos minutos para reflexionar sobre el mejor proceder es una buena herramienta, como por ejemplo, preguntarse: ‘¿Esta situación me pide que compita o que colabore?’ puede ser clave para utilizar los recursos que uno tiene”, afirmó el especialista.
Y añadió que una persona competitiva debería iniciar un tratamiento psicoterapéutico cuando su forma de afrontamiento empieza a tener efectos negativos para su salud, tanto mental, emocional y física. “Si suele observar efectos negativos en su bienestar personal y en sus relaciones”, completó el psicólogo y brindó señales de alarma:
- Ansiedad constante: La permanente búsqueda de metas lleva a la persona a una tensión muscular y preocupación porque todo salga de manera perfecta. La persona nunca logra un estado de relajación en la vida cotidiana.
- Falta de placer en la obtención de sus metas/objetivos, para enseguida pasar al siguiente: “Una persona habituada a estar buscando y alcanzando metas como hábitos, no logra una plena satisfacción cuando los concreta, lo que revela un patrón de perfeccionismo y autoexigencia. Lo que realmente le genera placer a la persona es el proceso de esfuerzo y los pasos que va superando para alcanzar el objetivo más que la obtención de la medalla en sí misma”, indicó Alderete.
- Ve a los demás como posibles adversarios, o individuos que van a obstaculizar el alcance de sus objetivos. “Las personas muy competitivas suelen recibir constantes críticas de ser individuos de malos tratos donde cada persona es un medio para alcanzar lo que ellos quieren, sin importar el bienestar de con quién se están relacionando. La queja de quien acude a terapia y que es competitiva, suele ser de una sensación de aislamiento y desconexión con sus amigos, familiares y personas de su ámbito laboral”, describió el licenciado.
- Agotamiento físico y mental: “Al tener alta tolerancia al malestar e ir anulando en la cotidianidad los primeros síntomas de cansancio y fatiga, suelen llegar a consulta cuando hay problemas o trastornos, como ataques de pánico o bajo rendimiento en el ámbito sexual, que es cuando logran ser conscientes de que la vida que están llevando adelante es poco saludable. Se caracterizan por acudir en momentos de burnout laboral o personal”, expresó el psicólogo.
Cómo lidiar con personas competitivas
Si bien estas personalidades son la fuerza de las empresas y las organizaciones también pueden ser la chispa que inicie conflictos innecesarios, causen un mal clima de trabajo y sean una fuente de ansiedad en la familia y los amigos.
Para la doctora O´Donnell es importante reconocer las propias actitudes competitivas: “Preguntarnos cuán competitivos somos. Algo fundamental para lidiar con la competitividad del otro es conocernos y conocer al otro”.
Según Arturo Torres, psicólogo, licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona, hay maneras de lidiar con este tipo de personas y recomendó las siguientes:
- Evitar reforzar el ego competitivo: usar estrategias para no alimentar el comportamiento de quienes buscan constantemente acaparar la atención. “Por ejemplo, cuando en una reunión informal o en un festejo una persona que compita por atraer la atención esté todo el rato interrumpiendo a los demás y hablando sobre sus experiencias, gustos y opiniones, se le puede pedir educadamente que no interrumpa y, a la vez, hacer que el curso de la conversación siga su curso”, explicó en Psicologia y Mente.
- Defender los propios límites y hacerse valer en las interacciones con personas competitivas.
- Educación en igualdad: el psicólogo recomendó guiar a jóvenes con tendencias competitivas hacia valores de equidad.
- Gestionar la ansiedad y la paranoia: Las personalidades competitivas, cuando perciben una situación como “peligrosa” o de alto riesgo, suelen presentar esas conductas. “El hecho de no poder fiarse de nadie hace que se vea a los demás como medios para llegar a un fin o, a veces, como potenciales amenazas de las que hay que protegerse. En estos casos, la comunicación y el establecimiento de acuerdos con garantías resultan muy útiles para hacer que esta actitud a la defensiva no sea un problema”, finalizó Torres.