“Supongo que simplemente debes estar contenta de que todavía estés aquí y de que aún conservas todas tus facultades”, dijo recientemente la actriz Carol Burnett, figura legendaria del entretenimiento estadounidense, cuando le preguntaron cuál era la clave para mantenerse activa a los 91 años.
Burnett no se equivoca: llegar a una edad avanzada con buena salud es uno de los tesoros más preciados a la hora de hablar de longevidad. Desde el inicio de nuestras vidas, el envejecimiento celular es un proceso ineludible, marcado por la interacción de múltiples factores genéticos que determinan cómo y cuánto envejecemos. Sin embargo, hay una buena noticia: podemos hacer muchas cosas para mejorar ese proceso.
Ahora bien, ¿en qué lugar está parada la llamada generación silver, situada en lo que puede ser hoy la mitad de la vida? ¿Los 55 años es una edad tardía para planear ese camino que resta transitar? Las claves de las respuestas a estas preguntas se basan en un punto fundamental: tomar buenas decisiones.
En el ámbito de la medicina de precisión, la longevidad está determinada por una interacción conocida como epigenética, que implica factores tanto genéticos como ambientales. Este interés ha impulsado un enfoque creciente hacia el envejecimiento saludable y la prevención de enfermedades, temas que son ahora el centro de atención en la ciencia.
Al igual que podemos intervenir en nuestra vida diaria para mejorar nuestra salud a largo plazo, la epigenética actúa como un sistema de señalización para determinar el uso adecuado de la información genética con la que contamos. Este enfoque implica que, si bien la estructura genética permanece inmutable, el entorno y nuestras acciones pueden modificar la manera en que estas instrucciones son leídas y, por consiguiente, su efecto en nuestra vida.
Recientemente, un equipo de científicos de la Universidad de Harvard ha conseguido duplicar la vida restante de ratones envejecidos mediante una técnica de reversión del envejecimiento, según detallaron en la revista Cell. Este avance fue el resultado de una investigación de 13 años, basada en una serie de experimentos en los que lograron revertir los efectos de la edad en estos animales, prolongando así significativamente su longevidad.
“Desde que nacemos empezamos a envejecer. A nivel genético, el envejecimiento es un proceso natural que afecta a nuestras células, al ADN y al organismo entero”, comienza diciendo a Infobae el genetetista, Jorge Dotto, quien está convencido de que este proceso es especialmente relevante para los adultos arriba de los 50 años.
El experto destaca en este contexto que, “aunque la genética define mucho, no es un destino irrevocable”. Según explica, factores como la calidad de los alimentos que ingerimos, el ejercicio físico que practicamos y la calidad de nuestro sueño pueden activar o inactivar ciertos genes que afectan el envejecimiento. En sus palabras, “podemos mejorar el envejecimiento al tomar decisiones conscientes todos los días”.
“Podemos modificar ese envejecimiento tomando acciones sobre lo que comemos, lo que bebemos, cómo nos movemos y cómo dormimos. Creo que la clave para entender cómo la genética influye en el cuerpo de una persona de 50 años o más, tiene que ver con que esas decisiones que tomamos todos los días impactan, de manera positiva o negativa, en la expresión de los genes, y eso es la epigenética”, amplía Dotto.
Epigenética y longevidad saludable
Dotto explica que, a diferencia de lo que ocurre con la estructura del ADN, la epigenética actúa como una suerte de “interruptor” que puede activar o desactivar ciertos genes de acuerdo a nuestros hábitos y estilo de vida.
“No se trata de cambiar la secuencia de nuestro genoma, sino de encender luces positivas y apagar luces negativas”, grafica el experto. Por eso enfatiza que para alcanzar una longevidad saludable, es fundamental comprender el papel de la epigenética y cómo esto puede ser nuestra aliada. Según remarca el genetista, “es imposible comprender la longevidad sin tener en cuenta la epigenética. El concepto de vivir más y mejor depende de decisiones diarias”.
En ese sentido, un estudio reciente publicado en JAMA Network Open, indicó que “los relojes epigenéticos representan evidencia molecular del riesgo de enfermedades y de los procesos de envejecimiento”, siendo que en el trabajo, realizado sobre 4237 adultos jóvenes, se “encontró que los factores sociodemográficos y de estilo de vida estaban asociados con el envejecimiento biológico”. Dicho de otro modo, situaciones como la obesidad y la falta de ejercicio, por citar dos ejemplos, tienen una relación directa con el envejecimiento biológico.
Asimismo, el trabajo destaca que “los procesos moleculares relacionados con la edad pueden identificarse en adultos más jóvenes antes de que se manifieste la enfermedad”. Es por eso que se sugiere que los relojes epigenéticos, especialmente los de segunda generación como GrimAge (que estima morbilidad y mortalidad basándose en la metilación del ADN) y los de tercera generación como DunedinPACE (que mide el ritmo de envejecimiento a lo largo del tiempo), pueden detectar signos tempranos de envejecimiento en adultos jóvenes.
Pero, ¿se puede empezar a prender y apagar esos interruptores después de los 50? “Nunca es tarde-, postulta Dotto-. Aunque no se haya llevado una vida saludable antes de los 50, los cambios positivos aún tienen impacto. Salió hace poco una publicación donde un grupo de científicos, dicen: ´Lo que comas a los 40 determinará tu salud a los 70″. Pongamos en este caso, a los 50. Este estudio científico con 100.000 personas fue seguido durante 30 años. Hoy solo una minoría de 70 años no toma medicamentos´”.
Y sigue el experto: “Si te preguntás cuántas personas de 70 años no consumen medicamentos para la presión, el colesterol, problemas cardiovasculares o diabetes, la mayoría ya está tomando algo al llegar a esa edad. Esto es parte de un estudio científico que presentó en el Congreso de Nutrición de la Sociedad Norteamericana de Nutrición en Harvard. Muestra que esas personas tienen hasta un 84% más de probabilidades de funcionamiento física y mentalmente a los 70 años, además de todos los beneficios de consumir alimentos reales”.
Anne-Julie Tessier, investigadora postdoctoral en la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard, explica en el estudio: “Lo que comemos en la mediana edad puede desempeñar un papel importante en el envejecimiento. Las personas que siguieron hábitos alimentarios saludables en la mediana edad, especialmente aquellos ricos en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables, tenían significativamente más probabilidades de lograr un envejecimiento saludable”.
MicroARN y avances en genética
A comienzos de octubre último, el Premio Nobel de Medicina o Fisiología 2024 fue otorgado a los estadounidenses Victor Ambros y Gary Ruvkun por el descubrimiento del microARN, un principio fundamental que regula la actividad de los genes. El microARN es una molécula de ARN muy corta, que, a diferencia de otros ARN conocidos, no codifica proteínas. En lugar de eso, su función principal es unirse a secuencias específicas del ARN mensajero (ARNm) en las células, bloqueando su capacidad de producir proteínas.
El hallazgo del microARN ha revolucionado la comprensión de la regulación genética y abierto nuevas posibilidades en biotecnología y medicina. Hoy en día, esta molécula es clave en diagnósticos avanzados, terapias innovadoras y estudios de resistencia a infecciones.
“Los microARN son pequeñas moléculas de ARN, formadas por 20 o 22 bloques, que tienen la capacidad de modificar la expresión de los genes”, explica Dotto.
En el ámbito del diagnóstico de enfermedades, se ha observado que los niveles de microARN pueden variar en patologías como el cáncer, enfermedades cardíacas y trastornos neurológicos. Esta variación permite identificar perfiles específicos de microARN que funcionan como biomarcadores de detección temprana, mejorando la precisión del diagnóstico. Por ejemplo, algunos microARN presentan una sobreexpresión en células cancerosas, permitiendo la identificación de ciertos tipos de tumores antes de que surjan síntomas evidentes.
La investigación sobre nuevas terapias genéticas avanza en el desarrollo de técnicas para modificar o inhibir microARN disfuncionales. Esto es particularmente prometedor en el tratamiento de cánceres y enfermedades genéticas, donde la regulación genética está comprometida. Al bloquear los microARN que estimulan el crecimiento de tumores o reintroducir aquellos necesarios, los científicos aspiran a crear tratamientos más específicos y efectivos.
Además, el microARN desempeña un papel fundamental en la medicina regenerativa y en el desarrollo celular. Manipulando la expresión de microARN específicos, los investigadores pueden influir en procesos de regeneración celular, lo cual podría ser útil en la reparación de tejidos dañados o en el tratamiento de enfermedades degenerativas.
Dotto sostiene que este es un avance por demás importante que toca de cerca a los adultos mayores de 50. “Las alteraciones en la expresión de los microARN pueden predisponer al desarrollo de enfermedades crónicas como problemas cardiovasculares, neurológicos o cáncer”, apunta. “En un futuro cercano, una muestra de sangre o saliva podría revelar microARN específicos que alertan sobre el riesgo de enfermedades como un infarto cardíaco o un cáncer de mama”, agrega el experto.
Según remarca el especialista, esta tecnología podría ayudar a predecir con precisión el riesgo de enfermedades crónicas y permitir intervenciones médicas mucho antes de que los síntomas se presenten. “Imagínense que con una simple prueba de sangre podemos saber qué microARN están presentes y estrategias activar preventivas a tiempo”, explica Dotto, resaltando la capacidad del microARN como diagnóstico temprano.
El desafío de las enfermedades neurodegenerativas
El Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas representan uno de los mayores desafíos para la salud de los adultos, y en este contexto, el papel de la genética y el estilo de vida es fundamental. ¿Que sucede en este contexto con las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer? ¿Los estudios genéticos también pueden predecir el riesgo de este tipo de enfermedades?
Aunque estas enfermedades tienen una base genética, los hábitos saludables pueden ayudar a reducir el riesgo. “Está comprobado que una dieta rica en alimentos naturales, como la mediterránea, puede reducir el riesgo de Alzheimer, y la genética juega un papel en cómo metabolizamos estos alimentos”, detalla Dotto.
Y sigue: “Hay diferentes tipos de cosas que empiezan a jugar un rol y que creo que en el futuro cercano se va a poder entender cómo hacer la prevención. Porque en el fondo lo que importa es que la persona no se enferme”.
Un estudio reciente publicado en Nature, y realizado por investigadores del Max Planck Institute for Human Development en Berlín, resalta las palabras de Dotto. En el trabajo se destacó que “el envejecimiento biológico se puede cuantificar temprano en el curso de la vida, décadas antes de la aparición de enfermedades relacionadas con el envejecimiento”. De este modo, advierten que se podrían identificar signos de envejecimiento desde etapas tempranas, lo cual permite anticipar riesgos de salud y aplicar intervenciones preventivas antes de que surjan enfermedades crónicas.
Es más, el estudio subraya que “las intervenciones futuras deberán programarse temprano en la vida si esperan prevenir el envejecimiento acelerado, las enfermedades relacionadas con la edad y mejorar la calidad de vidas más largas”. Una perspectiva que enfatiza la importancia de la intervención temprana para mitigar el envejecimiento acelerado y fomentar un mejor estado de salud a lo largo de la vida.
En este contexto, la microbiota intestinal tiene un papel importante según el experto: “Juega un rol en el tema de Alzheimer y de Parkinson, como parte de esa conexión entre el intestino y el cerebro. Pero para mí a veces no es tanto el intestino en el del cerebro, sino que el intestino es lo que termina vehiculizando la actividad del sistema inmune. En algún punto lo que termina definiendo positiva o negativamente es esa activación del sistema inmune. Por ejemplo, en diferentes tipos de tratamiento, lo que buscan algunos fármacos es activar el sistema inmune a que trabaje para derrotar algún tipo de condición. El Alzheimer me parece un tema con un amplio lugar de mejoría para seguir avanzando”, explica el genetista.
Calidad de vida para prevenir el cáncer
El cáncer es otra de las enfermedades que pueden ser influenciada en gran medida por las decisiones de estilo de vida, aunque tenga componentes genéticos en muchos casos. “La mayoría de los cánceres son prevenibles”, dice Dotto, quien sostiene que esta enfermedad se asocia a factores externos, lo que hace posible que las personas reduzcan su riesgo a través de cambios en su estilo de vida. “Hoy sabemos que el consumo de ultraprocesados, el exceso de carnes rojas y el abuso de alimentos edulcorantes están vinculados al aumento del riesgo de cáncer”, explica el especialista.
Un estudio publicado por los NIH de Estados Unidos, investigó la relación entre el consumo de edulcorantes artificiales y el riesgo de cáncer. El trabajo incluyó a 102.865 adultos en Francia, con un seguimiento promedio de 7,8 años, y evaluó la ingesta de edulcorantes a través de registros dietéticos de 24 horas. Los resultados mostraron que los mayores consumidores de edulcorantes (por encima de la media) tenían un riesgo más alto de desarrollar cáncer, en particular aquellos que consumían aspartamo y acesulfamo-K.
Dotto menciona que el riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el de colon, ha llevado a cambiar las recomendaciones médicas. “Actualmente, se recomienda realizar la primera colonoscopia a los 45 años, en lugar de los 50, debido al creciente consumo de productos procesados y bebidas azucaradas. Si comprendemos que el cáncer puede ser prevenido con una dieta saludable, actividad física y evitando el sobrepeso, podemos reducir la incidencia de esta enfermedad en nuestra generación y en las futuras”, señala el experto.
Consejos para una calida de vida saludable luego de los 50
Son cinco los pilares para el envejecimiento saludable que la llamada generación silver debe basarse según el estudio de la ciencia: una dieta equilibrada, hidratación adecuada, actividad física regular, un buen descanso y una vida socialmente activa.
“Estos son los pilares básicos de una vida sana; son decisiones que podemos tomar a diario para vivir mejor y con mayor plenitud”, afirmó Dotto, quien añadió que estos hábitos no solo tienen efectos inmediatos en el bienestar, sino que también reducen la inflamación crónica y ayudan a mejorar la salud tanto física como mental, lo cual es esencial para un envejecimiento saludable y activo.
El experto enfatiza que estos cambios deben implementarse de manera constante: “Si bien no podemos modificar nuestro pasado, siempre podemos elegir vivir mejor en el presente. Nunca es tarde para adoptar estos hábitos”.
La longevidad saludable implica llegar a los 70 años o más en óptimas condiciones físicas y cognitivas, algo que puede lograrse con esfuerzo y compromiso diario en la vida adulta.
En este contexto, la conexión social para la salud en la mediana edad y la vejez es por demás clave. En la actualidad, la soledad se ha convertido en un problema de salud pública en los Estados Unidos, afectando tanto la salud física como la calidad de vida de las personas. Un reciente informe del cirujano general de EE.UU., Vivek H. Murthy, enfatiza esta situación al describir la “epidemia de soledad y aislamiento” como una crisis no reconocida en los últimos años. Según Murthy, los efectos de la desconexión social son alarmantes, ya que disminuyen la esperanza de vida casi al mismo nivel que el hábito de fumar 15 cigarrillos diarios.
En esa línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que la soledad y el aislamiento social “que aquejan a cerca de una cuarta parte de las personas mayores, son factores de riesgo clave para padecer afecciones de salud mental en etapas posteriores de la vida”
Dotto subraya la importancia de las conexiones sociales para un envejecimiento saludable en la segunda mitada de la vida. “La soledad tiene un impacto similar al del tabaquismo o la obesidad en la salud de las personas mayores”, remarca en la misma línea que Murthy. En sus palabras, el aislamiento social tiende a incrementar el estrés y la inflamación en el cuerpo, mientras que una vida socialmente activa puede mejorar significativamente la calidad de vida.
“Cuando una persona se retira o deja su vida laboral, es esencial que mantenga un entorno social y emocional positivo. El apoyo de amigos y familiares no solo ayuda a reducir la ansiedad y el estrés, sino que también contribuye a la salud física al fortalecer el sistema inmunológico”, afirma Dotto sobre este enfoque, que subraya que las relaciones interpersonales y una vida social activa, pueden tener un impacto positivo en la salud general y sobre todo en los de esta generación, que cada vez más cuenta con más posibilidades de alcanzar el camino hacia una vejez por demás saludable.