Los microplásticos, una amenaza para la salud, la biodiversidad y el medioambiente

Detectados en 1300 especies y múltiples órganos humanos, las partículas de plástico menores de cinco milímetros están presentes en alimentos, aire y agua

  • Los microplásticos contaminan desde el Ártico hasta el Monte Everest, y se han encontrado en alimentos y el aire.
  • Estudios recientes detectan microplásticos en órganos humanos, incluyendo el cerebro, riñones y placenta.
  • La contaminación afecta especialmente a países emergentes; se estiman soluciones complejas y políticas globales urgentes.

Lo esencial: tras 20 años de investigaciones, los microplásticos representan un peligro ambiental y sanitario que impacta en los ecosistemas más remotos, pero también en el cuerpo humano y la biodiversidad. Detectados en 1300 especies y múltiples órganos humanos, las partículas de plástico menores de cinco milímetros están presentes en alimentos, aire y agua.

Estudios como los publicados en Science y JAMA Network Open confirman su acumulación en tejidos humanos, generando alertas de expertos en salud y ecología sobre los potenciales daños a la salud. Proyectos de monitoreo en zonas como la Amazonia y un tratado global en discusión buscan contener el problema, aunque la falta de alternativas viables al plástico complica la situación.

Microplásticos presentes en alimentos, aire y agua impactan la salud humana (Imagen Ilustrativa Infobae)

Por qué importa: la exposición humana a microplásticos y la dispersión ambiental masiva subrayan un problema que exige medidas urgentes a escala mundial.

  • La acumulación de microplásticos se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
  • El riesgo es mayor en países con alta industrialización y bajos controles ambientales.
  • Investigaciones apuntan a la necesidad de un Tratado Global sobre Plásticos y de reforzar las regulaciones y alternativas sostenibles.

Microplásticos, una amenaza para la vida en la Tierra

En un descubrimiento que marca un hito en la investigación científica, estudios recientes han arrojado luz sobre la presencia y el impacto de los microplásticos en el ambiente y la salud humana.

Estos fragmentos, que surgieron como una amenaza silenciosa desde hace poco más de dos décadas, ahora se encuentran en el aire, el agua, los alimentos y en todo el planeta, desde el Ártico hasta las cimas más altas de la Tierra. Su omnipresencia ha encendido alarmas, especialmente tras su hallazgo en órganos humanos vitales, lo que plantea interrogantes y desafíos de gran envergadura para la ciencia, la salud pública y las políticas ambientales.

Investigadores de la Universidad James Cook han logrado un avance significativo que les permite convertir los microplásticos en un material de gran valor, el grafeno. (NAJA BERTOLT JENSEN)

El término “microplásticos” se acuñó en 2004, refiriéndose a partículas de plástico de menos de cinco milímetros que contienen polímeros y aditivos. Dos décadas después, esa definición se han convertido en una presencia constante en más de 1.300 especies de la fauna terrestre y marina, según revela una investigación publicada en Science. Estos plásticos se acumulan en el ambiente, afectando a todo ser vivo con el que entran en contacto.

Richard Thompson, pionero en la investigación de los microplásticos y profesor de Biología Marina en la Universidad de Plymouth, asegura que “los microplásticos están presentes en los alimentos y bebidas que consumimos los humanos, como la cerveza y la miel, por ejemplo, así como en el aire que respiramos”.

La situación es alarmante: los microplásticos han sido detectados incluso en los tejidos humanos, como demuestran estudios recientes en los que se hallaron residuos plásticos en pulmones, hígado y riñones, e incluso en el cerebro. Investigadores de JAMA Network Open analizaron los cerebros de 15 personas fallecidas en São Paulo, encontrando partículas de plástico en más de la mitad de los casos. La evidencia de su acumulación en órganos y su potencial para causar daños similares a los observados en animales ha llevado a científicos como Thompson a considerar que estos fragmentos podrían estar relacionados con patologías humanas.

Proyectos de monitoreo destacan altos niveles de contaminación en varios países (EFE/Cabalar)

El riesgo latente para la salud humana

Uno de los estudios más impactantes hasta la fecha, publicado en el New England Journal of Medicine, muestra una correlación entre la presencia de microplásticos en los vasos sanguíneos y un aumento en el riesgo de infarto y enfermedades cardiovasculares en personas con arteriosclerosis.

“El hombre de 2024 tiene plásticos en prácticamente todos los órganos de su cuerpo y probablemente será aún peor para los niños nacidos en 2040″, afirmó Fabienne Lagarde, investigadora del Instituto de Moléculas y Materiales de Le Mans. El hallazgo subraya la urgencia de investigar más a fondo, sobre todo porque estos plásticos no solo son partículas inertes: algunos, debido a su pequeño tamaño, pueden viajar dentro del cuerpo y atravesar barreras como la placenta, llegando a los fetos en desarrollo.

Además, las investigaciones sugieren que la exposición prolongada a microplásticos y nanoplásticos podría afectar la fertilidad, aumentar el riesgo de cáncer y desencadenar enfermedades respiratorias.

Estudios encuentran microplásticos en el cerebro y otros órganos vitales (U Hull)

Según Tracey Woodruff, de la Universidad de California, “la exposición a estos cócteles de polímeros y aditivos químicos representa una señal de alarma”. Hasta ahora, los estudios en animales han demostrado que los microplásticos pueden generar efectos adversos en sistemas biológicos similares a los humanos, sin embargo, aún faltan datos concluyentes en humanos debido a la complejidad y los costos de llevar a cabo investigaciones de este tipo.

El impacto de los microplásticos ha impulsado a la comunidad científica a pedir acciones globales y coordinadas. Guilherme Malafaia, quien dirige el proyecto MICROMar en Brasil, destaca la importancia de analizar regiones subrepresentadas como la costa de San Pablo y los ríos de la cuenca del Amazonas. Estos estudios sugieren que la contaminación por microplásticos es generalizada, incluso en áreas de conservación ambiental como el Delta del Parnaíba.

Investigación de dos décadas revela contaminación global alarmante Crédito: Freepik

Las concentraciones de estas partículas han alcanzado niveles tan altos que se estima que una persona puede ingerir hasta cinco gramos de microplásticos semanalmente, equivalentes a una tarjeta de crédito, según un informe de WWF. Sin embargo, estos datos han sido cuestionados debido a las variaciones en la metodología de investigación, que pueden arrojar resultados distintos según la región geográfica y el entorno analizado.

Ante esta crisis, expertos y organizaciones están llamando a tomar medidas decisivas. La OCDE advirtió que el desarrollo de bioplásticos y otros plásticos alternativos requiere una evaluación cuidadosa. Según la organización, estos materiales pueden desplazar el uso de tierras agrícolas necesarias para la alimentación, en especial si la demanda sigue aumentando.

Los bioplásticos representan menos del uno por ciento de la producción global, y, aunque son prometedores, aún no están exentos de problemas. Muchos de estos plásticos necesitan condiciones industriales específicas para degradarse por completo, lo cual puede hacer que sus residuos sigan afectando el ambiente y la salud humana.

El desafío de los bioplásticos y sus limitaciones

Tamaño de los microplásticos más relevantes (visual capitalist)

Las alternativas de bioplásticos, aunque innovadoras, no representan una solución definitiva. Por ejemplo, el ácido poliláctico (PLA), ampliamente usado, requiere compostaje industrial a temperaturas específicas, lo que significa que no se descompone de manera natural.

Nathalie Gontard, del Instituto Nacional de Agricultura de Francia, advierte que el beneficio de estos materiales radica en que reducen las emisiones de CO₂, pero también menciona que “se fragmentan en micro y nanoplásticos”, perpetuando así el problema. Algunos países, como China, ya están avanzando rápidamente en la transición hacia el PLA, mientras que Europa aún debate los requisitos y estándares para su producción y biodegradación.

El concepto de “biodegradable” en los bioplásticos es también objeto de controversia. Dependiendo de las normativas de cada país, el término puede referirse a materiales que se descomponen en unos meses, pero también a otros que pueden tardar años. Para Christophe Doukhi de Boissoudy, presidente de una asociación francesa de bioplásticos, esta falta de claridad representa un riesgo de desinformación y una barrera para la adopción de alternativas verdaderamente sostenibles.

La falta de alternativas al plástico complica la mitigación del problema (Imagen Ilustrativa Infobae)

La comunidad internacional reconoce la urgencia de un marco regulador que abarque la producción, el uso y la gestión de residuos plásticos. En 2022, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó las discusiones para un Tratado Global sobre Plásticos, cuyo objetivo es establecer normas vinculantes. No obstante, algunos expertos, incluido Thompson, cuestionan la falta de un comité científico independiente que asesore en estas negociaciones, ya que muchos de los expertos presentes actúan solo como observadores.

A pesar de la magnitud del problema, los expertos coinciden en que existen medidas que los individuos pueden tomar para reducir su exposición a los microplásticos. Entre ellas, reducir la utilización de plásticos de un solo uso, optar por envases de vidrio o acero inoxidable y ventilar adecuadamente los espacios interiores, donde se acumulan partículas de plástico liberadas por productos sintéticos.

Los microplásticos representan una amenaza ambiental y de salud pública que debe abordarse de manera inmediata y coordinada. La ciencia ha demostrado la extensión de este problema en el cuerpo humano y en el ambiente, y ahora la atención se centra en la implementación de políticas y alternativas sostenibles.

El Tratado Global sobre Plásticos y las iniciativas de investigación ofrecen una esperanza, pero el éxito dependerá de la cooperación internacional, la innovación y el compromiso de los gobiernos y las industrias. Mientras tanto, reducir la exposición individual y adoptar prácticas sostenibles es esencial en la lucha contra este enemigo invisible que ya forma parte de la vida cotidiana.