La maternidad más allá de los estereotipos: cómo restaurar el equilibrio en la crianza

En la búsqueda de un rol más realista, surgen propuestas que desafían el relato tradicional. Una reflexión que conduce a conceptos más genuinos de este vínculo fundamental

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Repensar la maternidad no solo
Repensar la maternidad no solo beneficia a las madres, sino también a sus hijos (Imagen ilustrativa Infobae)

El Día de la Madre, celebrado cada año con un énfasis en la gratitud y el homenaje, suele estar acompañado de discursos que exaltan a la madre como una figura de entrega incondicional, sacrificio desmedido y amor inagotable. Sin embargo, este relato, que atraviesa la literatura, el cine y las artes, genera una visión idealizada que no sólo se aleja de la realidad, sino que también ejerce una presión silenciosa y opresiva sobre las mujeres que cumplen con el rol materno y sus hijos e hijas.

La historia cultural de la maternidad ha estado marcada por una exaltación del sacrificio. Desde los relatos bíblicos hasta la ficción contemporánea, la madre ha sido vista como una figura abnegada, dispuesta a postergar sus propias necesidades y deseos en favor de sus hijos.

Este imaginario ha sido promovido tanto en la literatura como en el cine donde personajes como la madre de La casa de Bernarda Alba de García Lorca, hasta Mildred Pierce, Abnegación de mujer o El suplicio de una madre, ahora también actualizada en Miniserie en HBO, representan sacrificios extremos en el que la madre se entrega completamente a los deseos y obligaciones para con sus hijos e hijas.

Los efectos del modelo de
Los efectos del modelo de sacrificio extremo pueden ser profundos y sutiles para los niños, influyendo en sus relaciones y actitudes hacia el afecto y el cuidado (Getty)

Sin embargo, aunque esta representación pueda parecer un homenaje, en realidad encierra una trampa peligrosa. Al enaltecer el sacrificio como el máximo valor de la maternidad, se refuerza la expectativa social de que las madres deben ser incondicionales, omnipresentes y resistentes al desgaste emocional.

En la práctica clínica, vemos con frecuencia cómo esta exigencia irreal genera sentimientos de culpa y frustración en muchas mujeres, que luchan por cumplir con un ideal que no permite espacio para sus propias subjetividades y un estrago también en los niños y niñas que exigen lo mismo de sus madres y luego proyectan para sus propias vidas adultas.

En las redes sociales, abundan las imágenes que romantizan la maternidad, desde las fiestas de revelación del sexobiológico del bebé, con globos de colores hasta las fotos de madres que, apenas han dado a luz, exhiben cuerpos delgados o logros deportivos y sensuales.

Este tipo de representación impone un estándar patriarcal y abrumador que la mayoría de las mujeres no pueden ni deberían cumplir. La realidad es que los niños necesitan tiempo y espacio para crecer y desarrollarse, y este tiempo, en su gran mayoría, es el tiempo compartido de su madre.

Las exigencias desmedidas provocan ansiedad
Las exigencias desmedidas provocan ansiedad y frustración en muchas madres que intentan alcanzar estándares inalcanzables (Getty)

Sin embargo, la presión social para que las madres mantengan una imagen impecable y se muestren exitosas en todas las esferas de la vida desconoce las verdaderas exigencias del cuidado materno, sobrecargando aún más a las mujeres y relegando el valor del vínculo afectivo en la crianza.

La madre suficientemente buena

El psicoanálisis ha sido, en muchas ocasiones, extremadamente crítico con las madres, atribuyéndoles la responsabilidad de diversas problemáticas en los hijos. Sin embargo, autores como el británico Donald Winnicott han ofrecido una visión más rica y matizada del rol materno, alejándose del mito de la madre perfecta.

Winnicott introdujo el concepto de la ‘madre suficientemente buena’, que he mencionado en varias de mis columnas, ya que representa una noción fundamental que cuestiona la exigencia de perfección. Este concepto señala que la función materna —que puede ser desempeñada por cualquier figura de cuidado— no consiste en evitar toda frustración en el hijo, sino en ser lo suficientemente receptiva para sostenerlo emocionalmente y, al mismo tiempo, permitirle enfrentar frustraciones tolerables, esenciales para su aprendizaje y desarrollo emocional.

Estas visiones más comprensivas de
Estas visiones más comprensivas de la maternidad permiten madres más libres y niños emocionalmente más sanos

Esta concepción ha resultado profundamente liberadora, tanto para madres como para hijos. En lugar de exigir una entrega total y constante, reconoce que la madre puede —y debe— fallar en ciertos momentos. Estas fallas, lejos de ser perjudiciales, son esenciales para que el niño aprenda a enfrentar las frustraciones inherentes a la vida.

De este modo, el rol materno —que, cabe destacar, puede ser desempeñado por cualquier figura de cuidado— no se define por el sacrificio extremo, sino por la capacidad de sostener emocionalmente y, al mismo tiempo, facilitar el proceso de separación e individuación, permitiendo al niño desarrollarse como un ser autónomo y seguro de sí mismo.

A pesar de los avances en la comprensión de la maternidad desde la psicología y la perspectiva de género, la cultura popular sigue perpetuando el mito de la madre incondicional. Películas, novelas y series continúan retratando a madres que sacrifican por completo sus vidas, sugiriendo que una ‘buena madre’ es aquella que renuncia a sí misma en favor de sus hijos. Aunque estos relatos pueden resultar emotivos, no reflejan la realidad de muchas madres contemporáneas, para quienes la maternidad implica agotamiento, momentos de frustración y el legítimo deseo de mantener una vida propia más allá del cuidado.

La representación de madres heroicas
La representación de madres heroicas eleva expectativas, llevando a relaciones desiguales y sacrificios personales significativos en el tiempo (Getty)

Sin embargo, muchas mujeres se ven atrapadas en la presión de cumplir con este ideal inalcanzable, y cuando no lo logran, experimentan sentimientos de insuficiencia y culpa. En mi práctica clínica, encuentro con frecuencia a madres que luchan contra la idea de que no están ‘dando lo suficiente’ a sus hijos, a pesar de entregarse incansablemente a su bienestar. Esta sensación de no ser suficientes, combinada con la carga mental que llevan, puede ser devastadora emocionalmente.

Al mismo tiempo los hijos experimentan de manera directa las repercusiones emocionales y psicológicas del sacrificio extremo que las madres realizan, y estas vivencias pueden influir en su desarrollo afectivo y psicosocial de diversas maneras.

El sacrificio materno no siempre es percibido conscientemente por los hijos, pero genera efectos que pueden ser sutiles o evidentes en su relación con las figuras de cuidado y en la construcción de su propia identidad. Cuando los niños perciben que sus madres renuncian a sus propios deseos, bienestar o felicidad por ellos, pueden desarrollar un sentido de culpabilidad.

El concepto de la "madre
El concepto de la "madre suficientemente buena" se muestra liberador (Imagen Ilustrativa Infobae)

Al crecer en un ambiente donde el sacrificio es visible, los niños suelen internalizar la idea de que son responsables del bienestar emocional de sus madres. Pueden llegar a sentir que deben “compensar” este sacrificio, lo que genera una relación de deuda emocional. Este tipo de dinámicas puede volverse especialmente nocivo cuando los hijos intentan ajustar su comportamiento para reducir el sufrimiento materno.

En mi práctica clínica, he visto a muchos pacientes que, al percibir a sus madres como figuras sacrificadas, experimentan una sensación de insuficiencia constante, sintiendo que nunca están a la altura de las expectativas maternas. Este sentimiento va acompañado de una culpabilidad crónica que puede generar relaciones dependientes o intentos de ‘rescatar’ o complacer a la madre. Como resultado, los hijos pueden quedar atrapados en la obligación de satisfacer los deseos no realizados de sus madres, lo que obstaculiza el desarrollo de sus propios deseos y metas.

Aunque es común que muchos hijos busquen la aprobación materna y/o paterna, en estos casos la dinámica se vuelve patológica, ya que la búsqueda de aprobación se transforma en una carga emocional que frena el crecimiento individual.

El impacto del sacrificio materno
El impacto del sacrificio materno extremo puede condicionar las relaciones y expectativas infantiles. (Imagen ilustrativa Infobae)

La diferencia radica en que la relación no se basa en el apoyo mutuo, sino en una necesidad constante de gratificación, lo que puede dificultar gravemente el desarrollo de una vida autónoma y plena.

En muchos casos, los hijos pueden llegar a idealizar a sus madres sacrificadas, viéndolas como figuras heroicas. Las canciones también han romantizado esta temática del heroísmo de las madres, solo busqué en YouTube las palabras madre heroína y lo primero que aparece, de una lista enorme de canciones, es: “Amor de madre“.

Por ejemplo, comienza con “el amor más puro que puede existir, solo una mujer puede darlo“. Esto puede ser positivo en ciertos aspectos, pero también puede generar una presión inusitada para replicar este modelo de sacrificio en sus propias vidas, este idealismo sofocante y deudor, llevando a la internalización de roles de género tradicionales y la perpetuación de los ciclos de sacrificio.

Los hijos, al ver que sus madres son presentadas como modelos de incondicionalidad, pueden crecer creyendo que el amor (especialmente el materno) debe ser equivalente al sacrificio total, lo que distorsiona sus expectativas sobre las relaciones afectivas en general.

La narrativa social, que glorifica
La narrativa social, que glorifica el sacrificio materno, hace que resulte casi imposible hablar abiertamente de las experiencias de maltrato o abandono sin enfrentar una gran resistencia

Madres que causan daño

Por otro lado, existen madres que causan daño, y la narrativa social a menudo no permite asumir esta verdad subjetiva, tratando de minimizar las crueldades vividas mediante disociaciones profundas. Muchas personas que han sufrido en silencio se encuentran con la dificultad de reconocer estas experiencias, debido a la sacralización del rol materno. Dos ejemplos públicos de este esfuerzo por desenmascarar estas realidades dolorosas son los casos de Christina Crawford y Martin Miller.

Christina Crawford tenía menos de un año cuando fue adoptada por la estrella de cine Joan Crawford. En sus memorias “Querida mamá”, publicadas en 1977, dos años después de la muerte de su madre, relata la violencia física y psicológica que sufrió durante gran parte de su vida. Este testimonio rompió con la imagen pública idealizada de Joan Crawford, poniendo en primer plano el sufrimiento vivido por Christina.

De manera similar, en “El auténtico drama del niño dotado”, Martin Miller cuenta la relación de maltrato y desinterés que sufrió a manos de su madre, Alice Miller, una reconocida investigadora de la infancia.

A pesar de que el padre de Miller era físicamente violento, el libro se enfoca en la indiferencia de Alice hacia él y su hermana Julika, quien nació con síndrome de Down. La autora llegó a internarlos en hogares infantiles para mantenerlos lejos de ella. Este testimonio también busca desmontar la imagen idealizada de la madre, revelando la complejidad y el daño que pueden existir en estas relaciones.

Cuando los niños perciben que
Cuando los niños perciben que sus madres renuncian a sus propios deseos, bienestar o felicidad por ellos, pueden desarrollar un sentido de culpabilidad (Imagen Ilustrativa Infobae)

Si se espera que la madre sea incondicional, sacrificada y generosa hasta el límite, es muy difícil para los niños y niñas que no viven esta experiencia —sino más bien lo contrario— no sentirse culpables por no lograr que su madre se ajuste a ese ideal sacralizado, soñado y perpetuado en nuestras sociedades.

Al convertirse en adultos, estas personas suelen sentir el impulso de contar su verdad, pero también enfrentan una profunda repulsión a hacerlo por miedo al desprecio social. La narrativa social, que glorifica el sacrificio materno, hace que resulte casi imposible hablar abiertamente de las experiencias de maltrato o abandono sin enfrentar una gran resistencia. Y también conversar sobre los clarososcuros de la crianza, tanto para las mamás como para los hijos e hijas.

Los significados de la maternidad

Al buscar frases alegóricas del Día de la Madre, todas parecen impregnadas de ese tinte heroico. Desde “Dios no podía estar en todas partes, y por eso creó a las madres” (Rudyard Kipling), hasta ‘‘Cuando miras a tu madre, estás mirando el amor más puro que jamás conocerás” (Mitch Albom). Estas expresiones, aunque emotivas, refuerzan una imagen idealizada que no refleja la complejidad y la realidad de la mayoría de las madres, ni las experiencias contradictorias que viven sus hijos.

Desde la perspectiva de salud
Desde la perspectiva de salud mental, es fundamental cuestionar estos roles estereotipados y promover una visión de la maternidad y la crianza más equilibrada, que contemple los intereses y el bienestar de la madre

La maternidad es una experiencia compleja influenciada por una serie de significados psicológicos y sociales y atraviesan generaciones. Estos significados pueden variar según el contexto cultural, las normas sociales y las expectativas de género. Algunos de los aspectos que pueden contribuir a la carga de significados sociales en la maternidad incluyen los ideales como la abnegación, la incondicionalidad. Se le exige a la madre tener de manera “natural” habilidades de crianza y cumplir con estándares de la femineidad asociada a la maternidad.

Estas expectativas irreales sobre la maternidad o sobre el rol de la mujer en sus vidas futuras pueden producir falta de tolerancia al fracaso o error propio, buscando cumplir con el mismo estándar de “perfección” que suponen en sus madres. También dificultad para establecer relaciones de igualdad y no dependientes en su vida adulta. También poca disponibilidad para cuestionarse si el deseo de ser madre es genuino o solo un mandato social.

Cuando los niños observan a sus madres sacrificando continuamente su bienestar físico, emocional y psicológico, aprenden que el autocuidado no es importante o, peor aún, que es egoísta. Esto puede generar en los hijos e hijas la tendencia a replicar este modelo de autonegación en sus propias vidas, desarrollando una baja capacidad para cuidarse y priorizarse. Muchas veces, estos niños, ya adultos, repiten los patrones de sacrificio en sus propias relaciones, incluso fuera del ámbito familiar, lo que los lleva a relaciones laborales, de pareja o familiares desequilibradas.

Nuevos enfoques psicológicos desmitifican la
Nuevos enfoques psicológicos desmitifican la perfección materna y proporcionan herramientas para madres e hijos, fomentando un desarrollo saludable (Imagen ilustrativa Infobae)

Los niños que crecen en un entorno donde la madre sacrifica todo pueden tener una visión distorsionada sobre los roles dentro de la familia. Pueden asumir que la maternidad o la paternidad implican la renuncia a las aspiraciones personales o que la “felicidad” de los padres depende exclusivamente del bienestar de los hijos.

Desde la perspectiva de salud mental, es fundamental cuestionar estos roles estereotipados y promover una visión de la maternidad y la crianza más equilibrada, donde el bienestar de la madre y la necesidad de autocuidado se valoren tanto como el amor y cuidado hacia los hijos.

Este Día de la Madre, en lugar de celebrar el sacrificio o la incondicionalidad, invito a reflexionar sobre una maternidad basada en la autenticidad y el respeto por la subjetividad tanto de las madres como de sus hijos. Reconocer que el acto de criar a un ser humano es un proceso sumamente complejo y lleno de matices, que no requiere perfección, sino presencia, comprensión y aceptación de las propias limitaciones. Solo desde este lugar es posible construir vínculos, donde las madres no estén obligadas a renunciar a sí mismas, y los hijos puedan crecer sin la carga de ideales inalcanzables.

*Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

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