A medida que las aulas se vaciaban y las pantallas se volvían las protagonistas del aprendizaje y el entretenimiento, un cambio sutil pero preocupante comenzó a afectar a los niños de todo el mundo: el aumento de la miopía.
Los expertos han observado durante años cómo el tiempo al aire libre disminuye y la exposición a pantallas se dispara, lo que contribuye al deterioro visual en los más jóvenes. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 marcó un punto de inflexión, acelerando este fenómeno y revelando la profunda relación entre el estilo de vida moderno y el desarrollo de la miopía.
La miopía, o visión corta, es una afección que ha aumentado drásticamente en las últimas décadas, impulsada por el hecho de que los niños pasan cada vez más tiempo realizando tareas en espacios cerrados y enfocándose en actividades de “trabajo cercano” como leer y usar dispositivos electrónicos.
Estos cambios en la rutina diaria, intensificados durante la pandemia, han generado una alerta entre los científicos, quienes ahora advierten sobre los riesgos de una generación que podría enfrentar mayores problemas visuales a edades más tempranas.
Proyecciones futuras de la miopía
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que para el año 2050 más de la mitad de la población mundial podría sufrir de miopía. Actualmente, un tercio de los niños ya padecen esta condición, una cifra que no deja de aumentar.
La investigación proyecta que en 2050, el número de casos entre niños y adolescentes podría superar los 740 millones, lo que transformaría esta afección visual en un problema de salud pública a nivel global. La tendencia hacia estilos de vida más sedentarios, acompañada de un mayor uso de dispositivos electrónicos desde edades tempranas, parece estar empujando esta tendencia.
El aumento de la miopía no se distribuye de manera uniforme en todo el mundo. Las tasas más altas se concentran en Asia Oriental, donde países como Japón y Corea del Sur han registrado hasta un 86% y 74% de niños diagnosticados. En estas regiones, el sistema educativo y la alta carga de trabajo escolar, junto con la falta de suficientes actividades al aire libre, son factores determinantes.
Países como Paraguay y Uganda registran niveles de miopía mucho más bajos, con apenas un 1 % de incidencia, lo que evidencia el impacto que tienen el entorno y el estilo de vida sobre el desarrollo de esta afección. En naciones como el Reino Unido y Estados Unidos, las tasas de miopía rondan el 15 %, y muestran una tendencia ascendente, especialmente en las áreas urbanas.
Recomendaciones de los expertos para prevenir la miopía
Frente a este aumento alarmante, los especialistas sugieren diversas medidas preventivas. Entre las más destacadas se encuentra la recomendación de que los niños pasen al menos dos horas al aire libre cada día. La exposición a la luz natural y la oportunidad de enfocar la vista en objetos lejanos pueden jugar un papel crucial en la prevención de la miopía.
Sin embargo, no está completamente claro si los beneficios provienen de la luz solar, del ejercicio físico o de la simple alternancia entre actividades que implican fijar la vista a corta o larga distancia. Lo que sí parece claro es que pasar tiempo al aire libre es un factor protector importante para los niños en edad escolar.
Además, los oftalmólogos recomiendan limitar el tiempo de uso de dispositivos electrónicos y fomentar descansos regulares durante las actividades de “trabajo cercano”, como leer o usar pantallas. Para aquellos niños que ya muestran signos de miopía, existen lentes especiales que pueden ralentizar su progresión, aunque estos tratamientos suelen ser costosos y no están ampliamente disponibles.
Diferencia entre miopía e hipermetropía
La miopía y la hipermetropía son dos afecciones visuales comunes pero mientras que la miopía dificulta ver claramente a larga distancia, manteniendo una visión nítida de los objetos cercanos, la hipermetropía provoca el efecto contrario: los objetos lejanos se ven con claridad y los cercanos, borrosos. Ambas condiciones se deben a una curvatura anormal en la córnea que altera el enfoque de la luz en la retina, afectando la visión de manera diferente.
Aunque la miopía no tiene cura, existen formas de corregirla y, en algunos casos, ralentizar su progresión. Los tratamientos más comunes son los anteojos y los lentes de contacto, que corrigen el enfoque de la luz en la retina para mejorar la visión.