Sustancias químicas vinculadas al cáncer de mama se filtran en los alimentos, según un estudio

Una investigación reciente publicada en Frontiers in Toxicology advirtió que cerca de 200 sustancias químicas presentes en envases de cartón, plásticos y resinas podrían migrar a los productos que consumimos. La palabra de los expertos

De las sustancias químicas detectadas en envases de alimentos, al menos 76 están vinculadas con el cáncer de mama, lo que representa un riesgo significativo para la salud, dado que estos productos químicos pueden ingresar al cuerpo humano a través de los alimentos envasados (Copperprotek)

Durante años, el uso de envases plásticos ha sido una práctica común para almacenar y preservar alimentos. Sin embargo, estudios recientes revelaron que estos materiales podrían ser una fuente oculta de sustancias carcinógenas, especialmente vinculadas al cáncer de mama. De acuerdo a una investigación realizada por investigadores suizos, se trataría de, al menos, 76 sustancias identificadas en estos envases, los cuales tienen la capacidad de migrar desde los productos consumidos hacia las personas.

Según el trabajo, estas sustancias incluyen aminas aromáticas, benceno, estireno y otros compuestos conocidos por inducir tumores en modelos animales y humanos.

Lo alarmante es que cerca del 80% de estos químicos provienen de envases plásticos, lo que incrementa el riesgo de exposición diaria, advierte el estudio publicado en Frontiers in Toxicology. Además, estos productos químicos han sido encontrados en leche materna, tejidos humanos y sangre, lo que subraya su persistente presencia en el cuerpo humano.

El impacto de las sustancias químicas en el cuerpo humano

Según un estudio reciente, el benceno, un químico ampliamente utilizado en envases de alimentos, está directamente vinculado con el desarrollo de cáncer de mama en animales y humanos, lo que subraya la necesidad de una regulación más estricta sobre su uso

Este estudio del Food Packaging Forum encendió las alarmas sobre la conexión entre los materiales en contacto con los alimentos y el riesgo de desarrollar cáncer de mama. La coautora del estudio, Jane Muncke, destacó en un comunicado de prensa que la exposición a estas sustancias ocurre de manera crónica y, en muchos casos, de forma involuntaria. Esto se debe a que los productos químicos migran de los envases hacia los alimentos que ingerimos diariamente.

El hecho de que varias de estas sustancias sean conocidas como disruptores endocrinos —capaces de alterar la producción de hormonas como el estrógeno y la progesterona— representa un importante factor de riesgo para la salud de las mujeres, especialmente en edades tempranas.

“El potencial de prevención del cáncer mediante la reducción de sustancias químicas peligrosas en la vida diaria no se ha explorado lo suficiente y merece mucha más atención”, afirmó la experta en el escrito, quien es directora general y directora científica del Food Packaging Forum, una fundación sin fines de lucro con sede en Zúrich, Suiza, que se centra en la comunicación y la investigación científica.

En ese sentido, en los autores de la investigación señalaron: “Nuestros hallazgos implican que la exposición crónica de toda la población a presuntos carcinógenos mamarios de los alimentos en contacto con alimentos es la norma y destaca una importante, pero actualmente subestimada, oportunidad para la prevención”.

Las tasas de cáncer de mama en mujeres menores de 50 años han aumentado, y los expertos sugieren que la exposición a sustancias químicas en envases de alimentos podría ser uno de los factores que contribuyen al desarrollo temprano de la enfermedad (Gettyimages)

El estudio identificó la presencia de sustancias químicas como benceno, un carcinógeno conocido vinculado al cáncer de mama tanto en animales como en humanos; 4,4′-metilenbis-(2-cloroanilina), considerado un probable carcinógeno asociado con el cáncer de vejiga; 2,4-toluendiamina, que ha sido relacionado con cáncer de mama y otros tipos de cáncer en animales; y 3,3′-dimetilbencidina y o-toluidina, colorantes utilizados en la fabricación de plásticos y papel.

Además, los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), conocidos como “químicos permanentes” debido a su incapacidad para degradarse en el medio ambiente, representan un riesgo adicional, ya que se utilizan en envases de alimentos para evitar la filtración de grasa y agua en productos como envoltorios de comida rápida o recipientes de bebidas.

La investigación, basada en 181 estudios de migración realizados en los últimos tres años, identificó 76 carcinógenos potenciales relacionados con el cáncer de mama. De los cuales se ha observado que 61 (80%) migran desde plásticos, 23 (30%) provienen de materiales no especificados, 21 (28%) se transfieren desde papel y cartón, 8 (11%) desde metales y 6 (8%) desde materiales compuestos.

Además, 10 de los 76 compuestos detectados en estudios recientes de migración en materiales en contacto con alimentos (FCM) tienen evidencia directa de inducir tumores mamarios en modelos de roedores, como el benceno, estireno y varias aminas aromáticas primarias. Por otro lado, 35 de estos carcinógenos presentan propiedades genotóxicas (sustancias que dañan el ADN y pueden provocar mutaciones o cáncer).

Los PFAS, conocidos como “químicos permanentes”, se encuentran en envases de alimentos y no se descomponen en el medio ambiente, lo que aumenta el riesgo de exposición crónica a estas sustancias peligrosas para la salud humana (Imagen Ilustrativa Infobae)

Al menos 40 de los 76 carcinógenos mamarios potenciales detectados ya habían sido clasificados con advertencias de peligro por diversas agencias reguladoras. Por ejemplo, 19 de estos carcinógenos ya están en las listas de candidatos y seis en las listas de autorización de REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas) es una normativa de la Unión Europea que regula el uso de productos químicos para proteger la salud humana y el medio ambiente.

Incluso, 26 de estos carcinógenos pertenecen a categorías bajo escrutinio regulatorio en diversas agencias, como seis bisfenoles, siete ortoftalatos, doce aminas aromáticas y un PFAS (Lambré et al., 2023; Departamento de Ecología del Estado de Washington, 2023; Parlamento Europeo y Consejo, 2004; FDA de EE. UU., 2024b).

Lo cierto es que no es la primera vez que se ponen bajo la lupa estos productos, en un estudio anterior, publicado en enero de este año, se advirtió, en modelos animales, que ciertos productos químicos inducen tumores mamarios o activan señales hormonales, como las de estrógeno y progesterona, con lo cual se podría aumentar el riesgo de desarrollar esta patología oncológica en humanos.

Para abordar esta problemática, los investigadores recopilaron datos sobre la actividad endocrina y la genotoxicidad de estos compuestos en ratones. Utilizando bases de datos como las Monografías de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y el programa ToxCast de la EPA, seleccionaron sustancias químicas que estimulan la producción de estradiol y progesterona, clasificándolas según la fuerza de su actividad endocrina.

Investigaciones recientes muestran que algunas sustancias químicas de los envases de alimentos, como el bisfenol A, los ftalatos y los PFAS, actúan como disruptores endocrinos, lo que puede alterar el sistema hormonal y aumentar el riesgo de cáncer de mama

Los resultados del análisis revelaron que muchas de estas sustancias tienen un impacto significativo en las vías hormonales, lo que las convierte en potenciales factores de riesgo para el desarrollo de cáncer de mama, siendo que el estudio identificó 279 carcinógenos mamarios y otros 642 productos químicos que afectaban la señalización hormonal.

Además, se descubrió que los carcinógenos mamarios estaban fuertemente asociados con la esteroidogénesis (proceso de producción de hormonas sexuales como el estrógeno y la progesterona) y la genotoxicidad (capacidad de una sustancia para dañar el ADN y causar mutaciones), lo que sugiere que estas características pueden ayudar a predecir la capacidad de un químico para inducir tumores mamarios en roedores y, por ende, aumentar el riesgo de cáncer de mama en humanos.

Los autores del estudio advirtieron que muchos de estos compuestos no deberían considerarse de bajo riesgo sin una investigación exhaustiva sobre sus efectos en los tejidos mamarios. Asimismo, propusieron mejorar las evaluaciones de riesgo mediante pruebas más exhaustivas y un enfoque más detallado para identificar productos químicos peligrosos y reducir la exposición humana.

Vale destacar que, en un estudio de referencia publicado en 2007 en Environmental Factors in Breast Cancer, los investigadores de Silent Spring identificaron 216 sustancias químicas que causan tumores mamarios en animales. Este análisis, basado en datos de fuentes nacionales e internacionales, resultó en la creación de la Mammary Carcinogens Review Database, una suerte de nómina en línea que proporciona información detallada sobre cada uno de estos carcinógenos.

Los envases de alimentos, especialmente los de plástico, contienen casi 200 sustancias químicas con potencial cancerígeno, muchas de las cuales pueden migrar a los alimentos que consumimos a diario, incrementando el riesgo de desarrollar cáncer de mama según estudios recientes (Shutterstock España)

Entre las sustancias identificadas, 73 se encuentran en productos de consumo o como contaminantes en alimentos, 35 son contaminantes del aire y 25 están relacionadas con exposiciones laborales que afectan a más de 5.000 mujeres al año. Además, 29 de estos compuestos se producen en grandes cantidades en Estados Unidos, superando el millón de libras anuales. El estudio reveló, además, que la mayoría de las sustancias químicas a las que las personas están expuestas no han sido evaluadas en cuanto a su riesgo de causar cáncer, lo que subraya la necesidad de realizar más investigaciones.

La opinión de los expertos

El cáncer de mama es el tumor más frecuente a nivel mundial. Según la OMS, en 2020 se diagnosticaron 2,3 millones de casos y se registraron 685.000 muertes. Aunque suele asociarse con mujeres mayores de 50 años, el 10% de los casos afecta a menores de 44 años, lo que refleja un aumento en mujeres jóvenes. En Argentina, un estudio de la Sociedad Argentina de Mastología indicó que el 10% de las pacientes tiene menos de 40 años.

“En este grupo etario, la incidencia aumentó de 21 casos cada 100 mil habitantes en 2010 a 24,3 casos cada 100 mil habitantes en 2019″, había explicado a Infobae el doctor Alexis Ostinelli (MN 152625), oncólogo clínico de Instituto Alexander Fleming (IAF). Esta cifra representa un alza del 15% durante la última década de la que se tiene registro.

Los envases de papel y cartón utilizados para alimentos también representan un riesgo, ya que contienen al menos 89 carcinógenos sospechosos, lo que pone en duda la seguridad de estos materiales aparentemente inofensivos EFE/Nathalia Aguilar

“El artículo habla de dos cosas. Primero, de la carcinogenicidad, con lo cual, al ingerir ese carcinógeno, es posible que se produzca un efecto. Pero, a su vez, los seres humanos tenemos un montón de otros factores que pueden influir en el desarrollo de un cáncer de mama como, por ejemplo, el cigarrillo. Entonces, si la paciente fuma, además de la alimentación, es un factor más que influye en la posibilidad de tener cáncer”, explicó a Infobae el doctor Diego Kaen, presidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica, al analizar el reciente estudio.

En ese sentido, aclaró que “a su vez, influye la genética, como así tambien, además del cigarrillo, la obesidad y la mala alimentación, por citar un ejemplo. Todo eso va generando lo que se llama un factor de riesgo y, a fin de cuentas, la alimentación es un factor de riesgo”. Además, el experto destacó que desde el estudio se propone “un cambio en la gestión del riesgo en relación a la alimentación”, al tiempo que se establece “un listado de probables o posibles cancerígenos. También dice qué alimentos los contienen y cuáles no, pero eso depende de las concentraciones que tenga cada alimento”.

Esta no es la primera vez que se cuestionan y analizan distintas sustancias que se utilizan para fabricar plásticos o resinas que contiene alimentos. En ese sentido, hace casi un año la Comisión Europea planeaba prohibir el bisfenol A, una sustancia química industrial, que se usa desde la década de 1950, en recipientes que almacenan alimentos y bebidas, como las botellas de agua, entre otros. Según los expertos, actúa como un disruptor endocrino y altera el organismo.

Entre los químicos más preocupantes presentes en los envases de alimentos se encuentran el benceno, los ftalatos y los PFAS, que han sido vinculados con diversas enfermedades, incluido el cáncer de mama y otras afecciones crónicas, según estudios científicos recientes (iStock)

“No solo los envases de plástico de tipo policarbonato tienen bisfenol A. También hay concentraciones de la sustancia en los sellantes odontológicos. Se encuentra en las latas de conserva que están pintadas con pintura para evitar que se oxiden o en la tinta de las impresoras”, había resaltado a Infobae el doctor Enrique Luque, del Instituto de Salud y Ambiente del Litoral, que depende del Conicet.

Al tiempo que agregó: “Es tan amplia la gama de productos con la sustancia, que más del 90% de los seres humanos tienen concentraciones de bisfenol en la orina. Todos estamos contaminados con bisfenol A”. Lo cierto es que los expertos de la Agencia Europea establecieron una ingesta diaria temporal de 0,2 nanogramos (2 mil millonésimas de gramo) por kilogramo de peso corporal al día. Es decir, la ingesta diaria tolerable es aproximadamente 20.000 veces menor que antes.

De acuerdo con Ángel Nadal, catedrático de Fisiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche, en España, en la actualidad es casi imposible evitar el consumo excesivo de bisfenol, pero recomendó limitar la ingesta de alimentos que están envasados con ese producto: “Es especialmente importante en embarazadas y niños de hasta tres años, que son más susceptibles al daño que pueden producir. Los disruptores endocrinos alteran la expresión de los genes y en esta fase se produce la mayor expresión génica”.

Ante esta situación, Kaen resaltó que “más allá de este artículo, es importante tener en cuenta que la alimentación influye el cáncer de mama en particular, pero también en el cáncer en general. Es importante cuidar la alimentación, buscar una dieta más saludable, rica en frutas y verduras, y evitar o disminuir el consumo de alimentos ultraprocesados”.

Los expertos advierten la importancia de realizar estudios clínicos, como son las mamografías, para detectar tumores antes de que brinden síntomas

“A su vez, es esencial no olvidar que el cáncer podría disminuirse o evitarse en un 40% si no fumás, tomás alcohol —porque el alcohol también produce cáncer—, si hacés ejercicio cuatro o cinco veces a la semana más de 45 minutos de ejercicio aeróbico, si te vacunás con todas las vacunas, por lo menos las del calendario, si evitás el sol y, a su vez, mantenés una alimentación sana —mayor cantidad de frutas y verduras, y menos comida procesada o ultraprocesada—, el riesgo de cáncer en general, y de cáncer de mama en particular, disminuye”, dijo el presidente de la AAOC.

Y agregó: “La obesidad y la alimentación tienen que ver, y son factores relacionados con las hormonas, porque la mayoría de los cánceres, el 80% te diría son hormonales. Claramente, no estamos comiendo bien y eso es evidente. Y cada vez consumimos más alimentos ultraprocesados, lo que aumenta la hipercolesterolemia y el número de infartos”

Por último, recalcó la importancia de “la detección temprana. En la actualidad, una de cada ocho mujeres va a tener cáncer de mama y la única maniobra que ha demostrado disminuir la mortalidad, es decir que salva más vidas, es el screening mediante la mamografía anual a partir de los 50 años”.

Mientras que la doctora Laura Lapuchesky, (MN 166275) oncóloga, jefe de Residentes de Oncología Clínica del IAF, completó: “Las técnicas de ultrasonido son un buen complemento para la evaluación del tejido celular más denso. Por su parte, la resonancia magnética nuclear (RMN) permite la evaluación más detallada, en especial en aquellas pacientes que presentan riesgo aumentado de cáncer de mama, ya sea por factores hereditarios o ambientales (por ejemplo, radioterapia previa)”.