La osteoporosis es una de las enfermedades consideradas “silenciosas” que afecta a todo el cuerpo, haciendo que los huesos se debiliten. Es una afección que no presenta síntomas visibles, por lo que las personas que la padecen pueden no saberlo hasta que sufren una fractura u otra lesión debilitante.
A nivel mundial, se estima que un tercio de las mujeres y un quinto de los hombres mayores de 50 años sufrirán fracturas relacionadas con la osteoporosis.
Y si bien las investigaciones indican que los principales factores que contribuyen a la osteoporosis figuran los cambios hormonales, la falta de ejercicio, el consumo de alcohol y el tabaco, recientes investigaciones sugieren que existe otro que podría influir en el desarrollo de la enfermedad: la exposición a la contaminación del aire.
Estudios epidemiológicos realizados en numerosos países indican que las tasas de osteoporosis son más altas en las zonas con aire contaminado y lleno de hollín. Los investigadores todavía están tratando de comprender los mecanismos biológicos que podrían vincular el smog con la fragilidad de los huesos. Pero “cada vez hay más conciencia de que la contaminación del aire es un factor de riesgo para la salud ósea”, afirmó la epidemióloga ambiental Cathryn Tonne del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) a la revista Science.
Ya desde 2007 un estudio realizado en Noruega llamó la atención sobre una posible conexión entre la contaminación del aire y esta patología en los huesos. El trabajo publicado en Osteoporosis International encontró una correlación -débil pero estadísticamente significativa- entre la exposición a la contaminación del aire y la reducción de la densidad ósea en 590 hombres de 75 o 76 años.
Desde entonces, no fueron pocos los investigadores que se dedicaron a seguir esa línea investigativa.
En Estados Unidos, un equipo dirigido por Diddier Prada, epidemiólogo ambiental y molecular de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí, analizó grandes conjuntos de datos reunidos por el gobierno estadounidense.
Otro estudio -en este caso publicado en 2017 en The Lancet Planetary Health- analizó 9,2 millones de personas mayores de 65 años del noreste de Estados Unidos, así como 692 hombres de mediana edad que vivían en comunidades de bajos ingresos. En ambas cohortes, los investigadores descubrieron que la exposición a niveles más altos de dos formas especialmente peligrosas de contaminación del aire y hollín conocido como carbono negro estaba asociada con tasas más altas de fracturas óseas y otros marcadores de osteoporosis.
El año pasado, un equipo informó haber encontrado una asociación entre los marcadores de osteoporosis y la exposición a otro importante contaminante del aire: los óxidos de nitrógeno. Esta vez, el trabajo se realizó en un grupo de más de 160.000 mujeres estadounidenses con menopausia.
Asimismo, en el Reino Unido, un análisis de más de 446.000 participantes del Biobanco de ese país publicado en el Journal of Bone and Mineral Research encontró que quienes vivían en áreas más contaminadas tenían un 15% más de riesgo de fracturas.
En China, donde la contaminación atmosférica es una de las peores del mundo, los investigadores encontraron vínculos similares. Por caso, un estudio reciente de más de 5.000 residentes urbanos de la provincia de Shandong publicado en Archives of Osteoporosis descubrió que incluso la exposición a corto plazo a los contaminantes del aire relacionados con el tráfico parecía aumentar el riesgo de fracturas osteoporóticas.
Y si bien Prada está de acuerdo en que las correlaciones estadísticas entre la contaminación y la osteoporosis son fuertes, considera que demostrar la causalidad no es sencillo “porque es difícil documentar exactamente cuánta contaminación está respirando una persona, así como las sustancias químicas específicas en el smog”.
“La evaluación individual de la exposición es logísticamente muy complicada y bastante cara”, destacó el experto, para quien también puede ser difícil filtrar las variables de confusión, en el sentido de que las personas que viven en áreas altamente contaminadas pueden tener otros factores de riesgo, como la mala nutrición, que contribuyen a la osteoporosis.
A pesar de esa complejidad, los investigadores han comenzado a identificar algunas de las formas en que los contaminantes del aire probablemente provoquen daño óseo.
Según publicó la revista Science, una de ellas está a la vista de todos: el ozono troposférico catalizado por contaminantes puede bloquear la luz solar, atenuando la radiación ultravioleta que permite al cuerpo producir vitamina D, que desempeña un papel clave en la absorción del calcio y el desarrollo óseo.
Otros mecanismos potenciales están relacionados con la producción de radicales libres que estimulan la contaminación del aire, lo que daña el ADN.
Asimismo, los expertos creen que los contaminantes también pueden promover la inflamación y otras respuestas inmunitarias, lo que podría interferir con los procesos celulares que reemplazan el tejido óseo viejo por uno nuevo, tal como señaló el equipo de Prada en 2020 en Environmental Research.
La evidencia científica ya era robusta en marcar la relación entre la contaminación del aire y la salud cardíaca y pulmonar, así como incluso la salud mental, pero su probable vínculo con la osteoporosis es otro motivo para que los países con mayores índices de daño al medioambiente tomen medidas para reducir las emisiones de gases con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.