En la actualidad, la normalización y naturalización del uso de drogas y alcohol entre adolescentes cada vez más jóvenes es un fenómeno preocupante.
En estos años, los consumos han dejado de generar alarma y se produjo una aceptación cultural de algunos de ellos. Es decir, muchos adultos debieron aceptar que los y las adolescentes consumieran en ciertos tiempos y contextos y en edades cada vez más tempranas.
Algunos padres han debido aceptar tener plantas de marihuana, a pedido de sus hijos, en sus casas por un temor mayor, que consuman algo con probabilidades grandes de toxicidad. Crecieron exponencialmente los grow shops y se puede escuchar a muchos adolescentes opinando acerca de semillas, tierra, fertilizantes, luces de cultivo, sistemas de riego y otros accesorios necesarios para el cultivo tanto en interiores como en exteriores.
Mientras tanto, también en la consulta clínica sus mamás y papás se muestran preocupados por sentirse exigentes con su hijos cuando les prohíben el consumo, o se sienten demasiado laxos sino lo hacen, porque detrás de este pedido existe una maquinaria infernal que los aprueba y promueve y desautoriza los límites del cuidado.
Desde las famosas previas que ahora pueden parecernos juegos de plaza, el permiso para tomar alcohol en las casas fue ganando aceptación en la familias por la presión social. Las marcas de bebidas fueron impregnándonos con imágenes que muestran a los adolescentes cada vez más felices e intoxicados. Las consecuencias parecen invisibles en primera instancia.
Tomar alcohol o consumir drogas, como si no hubiese otra alternativa para pasarla bien, o pertenecer a un grupo, es moneda corriente y quien se oponga a estas prácticas se lo considera un prohibicionista o una persona que no comprende las nuevas formas de vincularse: streamear y fumar porro, jugar videojuegos y fumar porro, bailar y tomar pastillas, tener sexo fumado o escabiado.
Los streamers a través de plataformas como Twitch, YouTube, y otras, tienen una influencia importante sobre sus audiencias, que incluyen niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Algunos streamers consumen alcohol o drogas durante sus transmisiones en vivo. Estas prácticas también han normalizado el consumo de sustancias. Del mismo muchas canciones de trap contienen referencias explícitas al consumo de drogas y alcohol, presentándolas como actividades comunes y glamorosas. El estilo de vida hedonista y lujoso es una parte clave de la imagen de éxito y disfrute.
El consumo en sí atraviesa la historia de la humanidad, diversas culturas han utilizado plantas y sustancias para rituales religiosos, curación, y recreación, pero ¿qué pasa cuando los que consumen son adolescentes en plena etapa de desarrollo?
La Sociedad de Pediatría ha emitido varias recomendaciones con el objetivo de abordar y mitigar el uso de drogas y alcohol entre adolescentes. Estas recomendaciones se basan en evidencia científica y en la necesidad de proteger la salud y el bienestar de los adolescentes.
El uso de drogas y alcohol durante la adolescencia puede tener efectos perjudiciales en la salud física y mental, incluyendo problemas de desarrollo cerebral, trastornos mentales, adicciones y enfermedades físicas. El consumo temprano de sustancias se asocia con un mayor riesgo de problemas de abuso de sustancias en la vida adulta, así como con otras conductas de riesgo.
Este fenómeno de naturalización puede ser analizado desde diversas perspectivas, destacando las implicaciones sociales y psicológicas, así como su representación en los medios de comunicación, como series y películas.
Las series y películas juegan un papel importante en la formación de actitudes y comportamientos de los jóvenes. Es en la última década, donde el consumo multimedial se convirtió en el consumo primordial de niños, niñas y adolescentes La representación del consumo de drogas y alcohol en los medios de entretenimiento ha contribuido a la percepción de que estos comportamientos son esperables e incluso deseables.
En muchas producciones, los personajes que consumen drogas o alcohol suelen ser retratados como populares, atractivos y exitosos. Esto inevitablemente lleva a muchos adolescentes a asociar estos comportamientos con el estatus social y la aceptación.
Series populares como “Euphoria”, “13 Reasons Why” o “No estás sola” han sido objeto de críticas por su representación gráfica y a veces glamorosa del consumo de sustancias. Aunque algunas de estas series también intentan mostrar las consecuencias negativas del abuso de drogas y alcohol, la frecuencia y el contexto en que se presentan pueden influir en la percepción de los jóvenes, haciéndoles ver estos comportamientos como parte de la construcción del ser adolescente y de su mundo.
La exposición repetida a escenas gráficas de consumo de sustancias puede desensibilizar a los adolescentes, reduciendo su percepción de los riesgos asociados y enfocándose en lo divertido de las situaciones, al identificarse con los personajes y, en consecuencia, intentar imitar sus comportamientos.
Esto no significa que todos los adolescentes consuman porque ven a su personaje favorito consumiendo, o escuchan trap, pero al estar transcurriendo en una etapa de vulnerabilidad donde se atraviesan tres duelos fundamentales que representan la transición y la reestructuración de la identidad del adolescente, es importante estar atentos.
Estos tres procesos que se atraviesan durante la adolescencia son: el duelo por el cuerpo infantil donde debe aceptar los cambios físicos que implica renunciar al cuerpo de niño y adaptarse a un cuerpo desconocido, el duelo por los padres de la infancia donde comienza a ver a sus padres no como figuras idealizadas y omnipotentes, sino con limitaciones y fallas, lo que lo lleva inexorablemente a la exogamia y el duelo por la identidad y el rol social de la infancia donde debe asumir nuevas responsabilidades y expectativas.
Esta transición hace que los adolescentes prueben hasta dónde “puede” su cuerpo: cuánto aguanta, cuanto logra, cuánto puede. Esta experimentación es propia del adolecer y por ello es un momento de especial cuidado y atención.
Estos procesos pueden generar confusión, angustia, confusión sobre el cuerpo, la identidad y las relaciones. En muchos casos, los adolescentes recurren a las drogas y el alcohol como una forma de escapar de la realidad, manejo del estrés, estados depresivos o simplemente encajar en su grupo de pares. La presión social y el deseo de pertenencia pueden llevar a los adolescentes a adoptar comportamientos que de otro modo evitarían. Además, la disponibilidad y accesibilidad de estas sustancias han aumentado, facilitando su consumo entre los más jóvenes.
El cerebro adolescente aún está en desarrollo, y el uso de sustancias puede interferir con este proceso, y traer como consecuencia problemas cognitivos y emocionales a corto y largo plazo.
El consumo está asociado con una mayor incidencia de trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad. Los adolescentes que consumen muchas veces lo hacen para automedicarse, lo que puede agravar estos trastornos en lugar de aliviarlos.
La normalización y naturalización del uso de drogas y alcohol entre adolescentes es un problema complejo que requiere un enfoque multifacético. La representación de estos comportamientos en los medios de comunicación, junto con factores sociales y psicológicos, contribuyen a esta tendencia. También en los padres esta naturalización hace que duden de cuáles son los límites que deberían poner.
La normalización es cada vez más acentuada porque por cuestiones generacionales hay más población adulta que se ha relacionado con las drogas de una manera satisfactoria y no rechaza de plano algún tipo de sustancia. Así las cosas se ha construido un discurso que delimita los consumos que se entienden como aceptables, normales y aquellos que hoy se consideran problemáticos.
Aunque cada consumidor se apropia con su propia historia personal de los discursos sociales, la aceptabilidad o rechazo de los consumos es consecuencia de la normalización que indica que se trata sólo de búsqueda de placer. Si el consumidor realiza consumos que se consideran incompatibles con esa búsqueda el entorno lo nombrara como problemático y deberá modificar los consumos o esconderse para mantener la línea de lo que se considera normal. Ese es el mandato epocal: solo para divertirse.
El consumo de sustancias puede interferir con la maduración de áreas clave del cerebro, afectando la memoria, la toma de decisiones y el control de los impulsos. También puede exacerbar o desencadenar trastornos de ansiedad y depresión y pueden ser más propensos a participar en comportamientos riesgosos, como actividades delictivas, relaciones sexuales sin protección y conducción bajo los efectos de drogas o alcohol.
La normalización del consumo de sustancias entre adolescentes representa un desafío complejo que requiere un enfoque multifacético y basado en la comprensión profunda del desarrollo adolescente.
Lo cierto es que la música seguirá con sus letras y símbolos convocantes, las series mostrarán lo que quieran, los streamers continuarán sus vivos y las empresas venderán todo lo que puedan a quien pueda y desee comprarlo. Pero la subjetividad es nuestra y es importante ejercerla.
Las posturas extremas la prohibicionista o su variante “el amiguismo”, no han resultado. Quizá sea momento de enfocarse en estrategias que promuevan la conversación, la educación, el apoyo y la intervención comunitaria. Solo a través de un enfoque compasivo, solicitando ayuda profesional si se cree necesario, se podrá mitigar los efectos negativos de la naturalización del consumo a cualquier costo y acompañar el proceso adolescente, que en sí mismo es muy difícil.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.