Paulita se paraba en el umbral de la puerta del consultorio en puntas de pies, y como si fuera una equilibrista, se mecía entre el adentro y el afuera, decidiendo en cada sesión si le convenía o no entrar. Tenía 5 años y siempre venía disfrazada” de diferentes personajes. Elegía superheroínas. Un día era Elsa y tenía el poder de helar todo, incluida a mí, su analista; otro se presentaba como Elastigirl, el personaje de Los Increíbles, y simulaba estirarse desde la entrada hasta el diván y luego hasta los juguetes, haciendo como que no tocaba el piso.
La idea de venir a la consulta ataviada como un personaje era su forma de hablar, de contar lo que estaba viviendo, dentro de su mente.
El juego de disfrazarse, no es solo un juego. Tampoco se trata solo de usar un atuendo, sino que conlleva la decisión consciente y/o inconsciente de portar los atributos de tal o cual personaje o persona, que el niño necesita, a veces sin ni siquiera saberlo.
Esta identificación con diferentes figuras que pueden ser del ámbito familiar como la mamá, el papá o héroes y personajes fantásticos, les permite a los niños explorar y procesar deseos y conflictos internos de manera simbólica y segura.
Mi pequeña pacientita no encajaba en el mundo de los niños del jardín de infantes de manera grupal y buscó un refugio en otras identidades, probar con los personajes la ayudaba a elegir quién era, cómo quería ser y qué la hacía sentir mejor. Al sentirse distinta e incómoda no lograba entablar vínculos, a través del juego de simulación descubrió que podía jugar y disfrutar con otros niños de a ratitos y de a uno.
Muchas veces los personajes sirven como escudo para esconderse de realidades complejas que son difíciles de afrontar, la separación de los papás, la muerte de un ser querido, la violencia y a veces algo más simple, pero que para algunos niños pueden ser aterradoras, como la visita al dentista o cortarse el pelo. El personaje los ayuda a imbuirse del valor para sobrellevar situaciones a las que temen.
Los disfraces también pueden representar fantasías y aspiraciones de los niños y niñas, permitiéndole experimentar temporalmente roles y comportamientos que de otra manera no serían socialmente aceptados o que se sentirían condenados, como ser los villanos, una bruja. O el mismo diablo.
Los disfraces también están relacionados con arquetipos culturales y simbolizan aspectos universales de la experiencia humana, como el héroe, la princesa o el villano que también son parte de la identidad cultural y el inconsciente colectivo.
El juego de fantasía, el uso de disfraces y los juegos de roles, influye en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños pequeños. Ayuda a los niños a desarrollar habilidades sociales y emocionales como la empatía y la resolución de problemas. Desde ese otro lugar, jugar a ser otro, les brinda un espacio seguro para explorar emociones y situaciones difíciles, lo que contribuye a su desarrollo emocional y a una comprensión más profunda del mundo que los rodea.
Desde la teoría psicoanalítica de Freud hasta las investigaciones contemporáneas en psicología del desarrollo, el acto de disfrazarse puede considerarse como una expresión saludable del proceso de identificación y exploración de roles sociales.
Los niños atraviesan diferentes etapas de desarrollo, una de ellas es la del juego simbólico. Durante esta fase, exploran y procesan su mundo interno y externo a través del juego imaginativo que brinda la oportunidad de inventar historias, crear escenarios y resolver conflictos de manera creativa.
Ataviado como el hombre araña, Sebastián, de 4 años, se animaba a explorar su autodeterminación y su poder de decisión, saltando y lanzando telas de araña imaginarias desde sus muñecas arácnicas a la mamá que quería cambiarlo para su visita al pediatra. Lo logró y así vestido llegó a la consulta y se dejó revisar lo más tranquilo y seguro.
También se presentaba así a la consulta conmigo, hasta que tiempo después ya no necesitó estar disfrazado para confiar en las personas por fuera de su círculo familiar. Necesitaba de este atuendo y rol para poder llevar adelante la interrelación con personas no familiares por complejos que no se lo permitían.
Al experimentar con diferentes roles y personajes, los niños pueden explorar y construir su sentido de sí mismos y de su lugar en el mundo. A través de estos juegos, los niños pueden desarrollar una mayor conciencia de sus propias emociones, deseos y capacidades, así como de las expectativas y normas sociales que influyen en su desarrollo.
Es importante señalar que el significado del disfrazarse puede variar según el contexto cultural y social en el que se encuentren los niños. Algunas culturas pueden tener diferentes tradiciones y creencias sobre el juego de disfraces, lo que puede influir en la forma en que se interpreta esta actividad.
En la era digital actual, se podría argumentar que los juegos tradicionales, incluidos los de disfraces, están perdiendo protagonismo, pero no es así para los niños y niñas pequeños. Los avances tecnológicos ofrecen nuevas formas de entretenimiento, pero carecen de los beneficios multidimensionales y afectivos que brindan los juegos de disfraces y la relación presencial con el otro. El compromiso físico, la estimulación sensorial del juego de disfraces crean una experiencia inmersiva que es muy difícil de replicar, hasta ahora, a través de las pantallas.
En un estudio se examinó la relación entre el juego de fantasía y la creatividad en niños y niñas pequeños. Encontró que el juego de fantasía está asociado con niveles más altos de creatividad, especialmente cuando se les da la libertad de jugar de manera imaginativa y sin restricciones.
Los juegos de simulación pueden requerir niveles altos de cognición para desarrollarse, como un nivel básico de capacidad para representar mentalmente a otros (metarrepresentación) y habilidades ejecutivas, son igualmente importantes tanto para el juego de simulación avanzado como para la creatividad en general.
Es importante destacar que hay diferencias subjetivas en la creatividad y en el juego de simulación, las cuales pueden ser influenciadas por factores sociales, culturales y clínicos.
A medida que los niños crecen, la complejidad y sofisticación de su juego imaginativo evoluciona. Los juegos de disfraces pueden proporcionar una vía para explorar aspiraciones e intereses profesionales futuros. Al disfrazarse de maestras, vendedores, médicos o astronautas, los niños y niñas descubren diferentes ocupaciones, retroalimentando su curiosidad e inspirándose para el futuro. Recuerdo otro niño que afirmaba que quería interpretar todos los personajes, finalmente eligió en la adolescencia, una carrera actoral.
El juego de simulación, de disfraces y de roles puede ayudarlos a explorar sensaciones y sentimientos, también a contar lo que no se animan o no saben cómo narrar y a desarrollar su identidad y sus capacidades cognitivas y sociales, y tiene, por supuesto siempre el beneficio primario que es el placer.
*Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.