Pandemials y salud mental: qué secuelas dejó el aislamiento en el psiquismo infantil

A cuatro años de que se dispusiera el aislamiento social preventivo y obligatorio a raíz del COVID-19, es importante mantener un seguimiento en los chicos y buscar apoyo profesional si es necesario

La pandemia y el aislamiento condujeron a cambios en el comportamiento de los niños, incluyendo el desarrollo de temores hacia lo desconocido y una sensación de inseguridad (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los cambios inesperados provocados por la enfermedad del coronavirus y el aislamiento concomitante nos han afectado a todos y en todo el mundo. Pero hay una franja etaria, la de los niños nacidos durante la pandemia a los que se los llama “pandemials” o “cuarentenials” y a los niños pequeños que padecieron la reclusión, que sigue preocupando a los profesionales de la salud, educadores y sobre todo a las familias.

Un estudio publicado en la revista Early Childhood Research Quarterly en 2021, ″Impact of the COVID-19 Pandemic on Preschool Children’s Social-Emotional Development: A Review of Evidence and Policy Implications”: revisó el impacto de la pandemia en el desarrollo social y emocional de los niños en edad preescolar.

Se enfocó en cómo el distanciamiento social, la interrupción de rutinas y otros factores relacionados con la pandemia afectaron el desarrollo de habilidades sociales y emocionales de los niños pequeños. Niños que no eran callados se volvieron retraídos, o se transformaron en niños ruidosos e inquietos cuando no lo eran.

Los bebés comienzan a interactuar con el entorno apenas nacen. Sus interacciones dependen principalmente de las observaciones realizadas con los objetos y las personas a su alrededor, de esta forma comienzan a aprehender y conocer el mundo. Cuando estas interacciones se vieron reducidas a unas pocas personas, en algunos casos solo adultos, el impacto en el desarrollo se hizo sentir.

Los cambios provocados por la pandemia del coronavirus y el aislamiento concomitante han afectado a todas las personas del mundo (Imagen ilustrativa Infobae)

Las consultas durante la pandemia y luego de ella estuvieron enfocadas en un alerta de los padres en el comportamiento de sus hijos.

Una vez terminado el aislamiento preventivo, cuando las familias querían ir de pasear o visitar a alguien, por ejemplo, comenzaron a notar que sus hijos tenían miedo. Algo en torno a lo desconocido se volvió inquietante. Al contrario de aquello que se espera de los deambuladores, que es que se libren a inspeccionar cualquier territorio sin gran conciencia de los peligros, aquí aparecía el miedo y la sensación de inseguridad y de no querer separarse de los papás.

La forma en que los niños pequeños procesan la información es textual y durante la pandemia desde la televisión o en las frases que se escuchaban al interior de las casas como “Es peligroso salir a la calle”, “El enemigo invisible nos ataca”, entre tantas otras, dejó a los niños bastantes asustados y solos. A muchos los embargó el miedo, preocupación, tristeza y el enojo sin saber a ciencia cierta qué estaba pasando.

Estos mensajes y frases también los preocuparon mucho por su propia seguridad y la de sus seres queridos, además que muchos perdieron a sus seres queridos. “Fue el COVID”, era lo que escuchaba. Diferentes estudios sobre desastres naturales indican que las niñas y los niños pequeños son más vulnerables que los adultos al impacto emocional referido a situaciones o eventos traumáticos que invaden su cotidianidad.

Los mensajes de precaución acerca del COVID-19, como el riesgo de salir al exterior y la presencia de un "enemigo invisible", contribuyeron a un aumento del miedo, la preocupación, y la tristeza entre los niños (Getty)

La percepción acerca de la seguridad, los rituales de cuidado como ponerse alcohol, no abrazarse, no besarse o saludar a los papás luego de que se daban un baño dejó una huella en su percepción de seguridad, de previsibilidad y de estructura.

En las situaciones de alta vulnerabilidad social esto fue aún más grave, además de todas estas preocupaciones no tener la posibilidad de satisfacer necesidades básicas como, alimentos, vivienda, ropa y acceso a la atención médica, provocó aún más fragilidad e incertidumbre en su desarrollo.

Una cotidianidad atravesada por el cambio y la modificación constante y la incertidumbre genera una búsqueda ansiosa de recuperar la situación original, con fuerte miedo a la pérdida de lo conocido, la estabilidad, la salud y la sensación que todo lo exogámico es hostil y peligroso.

Fue inevitable para los niños y niñas pequeños que se transformaran sus vínculos interpersonales, familiares y sociales. La tercera ronda de la Encuesta Rápida realizada por UNICEF relevó información sobre los efectos emocionales en la primera infancia.

La pandemia ha ocasionado alteraciones en la vida cotidiana de niños y familias a nivel global, incluyendo el cierre de escuelas y cambios en sistemas de apoyo, lo que desencadenó un incremento en problemas de salud mental (Getty Images)

El 40% de los hogares con niñas y niños de hasta 6 años manifiesta que ellas y ellos han sufrido alteraciones respecto de las comidas. El 42% refirió alteraciones del sueño y, el 15% de las niñas y los niños presentaron problemas de comunicación. En cuestión de meses, la pandemia cambió por completo la vida de las niñas, los niños y las familias de todo el mundo.

Por ejemplo, las medidas tomadas en cuarentena, como el cierre físico de las escuelas y espacios de educación y cuidado que son sistemas de apoyo y sostienen la cotidianeidad habitual de niñas y niños; las clases se restringieron y en otros casos no se iniciaron o se suplantaron por sistemas telemáticos.

El estudio Impacto de la Pandemia por COVID -19 en la Salud Mental de Preescolares y Escolares en Chile, publicado en la revista Child Psychiatry & Human Development en 2021, examinó el impacto de la pandemia en niños pequeños y sus padres a lo largo del tiempo. Se centró en cómo los cambios en la vida cotidiana, como el cierre de escuelas y guarderías, afectaron la salud mental y el bienestar emocional de los niños pequeños y sus cuidadores.

El resultado fue que la pandemia aumentó todos los síntomas. El 20,6% de los niños y niñas evolucionaron de no presentar síntomas a tener al menos uno. Los síntomas que más aumentaron fueron “Estar triste”, “Falta de ganas, incluso para hacer actividades que les gustan” y “Cambios en el apetito (comer más o tener menos hambre)”.

La pandemia sigue dejando secuelas por lo que es de suma importancia realizar un seguimiento de la salud mental infantil con profesionales, si es necesario

Mostraron descenso sintomático: “Preocupación por las tareas escolares” y “Quejarse de dolor de cabeza o de panza”. Los síntomas más frecuentes fueron “Irritabilidad, mal humor” , “No obedecer” y “Cambios en el apetito”, aunque muchos de los síntomas se insinuaban antes de la pandemia.

Los resultados muestran que la pandemia tuvo un impacto significativo en la salud mental en los estudiantes de preescolares hasta 4º año de enseñanza básica en todos los síntomas evaluados, ya sean estos internalizantes, como externalizantes y somáticos. El hecho que la sintomatología somática haya sido la que más aumentó es común porque las quejas físicas son frecuentemente observadas en niños y adolescentes tanto en muestras clínicas como comunitarias. La asociación de estos síntomas con ansiedad y depresión está ampliamente respaldada en la literatura psicológica.

Una revisión sistemática reciente The Impact of Social Isolation and Loneliness on the Mental Health of Children and Adolescents in the Context of COVID-19 demostró que es probable que los niños y adolescentes experimenten altas tasas de depresión durante y después de finalizada la pandemia y sugiere que los servicios clínicos deberán ofrecer apoyo preventivo e intervención temprana cuando sea posible y estar preparados para un aumento de los problemas de salud mental.

En todos los estudios se arrojan resultados similares a los niños más pequeños puede costarles separarse de sus cuidadores, presentar conductas regresivas, y problemas conductuales, sin embargo, los niños mayores pueden presentar ansiedad, enojo, inquietud y retraimiento.

Un estudio mostró un aumento en síntomas de tristeza, disminución de interés, y cambios en el apetito, señalando un impacto significativo de la pandemia en la salud mental de los niños (Getty Images)

Desde Aralma, la asociación que dirijo lanzamos durante los primeros meses de la pandemia una encuesta online autoadministrable y rápida para para padres y madres de niños, niñas y adolescentes, con afirmaciones acerca de la crianza en aislamiento que buscaba valorar cómo viven los niños junto a sus familias esta situación. También para hogares donde residen niños y niñas privados de cuidados parentales.

Preparamos 25 ítems que respondieron 1732 padres, madres y tutores residentes en Buenos Aires.

  • 33 % de niños y niñas de 0 a 5 años
  • 44 % de 6 a 13 años
  • 23 % de 14 a 17 años

Unos de los ejes que nos llamó más la atención fue esta afirmación y su resultado: Necesito asesoramiento psicológico para llevar adelante la crianza durante el aislamiento:

Esta afirmación evidencia el pedido de ayuda. Las familias hicieron lo que pudieron dentro de la desorientación general y la angustia que provocó una situación así, sin precedentes.

Y otra afirmación para destacar en relación a esta nota fue: No sé como mantener informado a mi hijo/a acerca de la pandemia.

Se ha dejado a los niños y adolescentes solos y encerrados aturdidos con noticias, con tareas educativas, domésticas y de entretenimiento. También se dejó solas a las familias y a los cuidadores, sin información acerca de cómo afrontar estas situaciones frente a los niños.

La pandemia todavía muestra sus secuelas en el desarrollo y psiquismo infantil por ello es importante mantener un seguimiento de la salud mental y buscar apoyo profesional si es necesario.

Es importante que las comunidades continúen brindando apoyo emocional y recursos para aquellos que lo necesiten, no olvidando a los bebés y niños pequeños. Esto puede incluir servicios de salud mental, programas de apoyo comunitario y oportunidades para la conexión social.

* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.