Hay un contenido que circula en redes: se trata de imágenes en la calle o, aún más claro, en balnearios en alguna década pasada como los años 50 o los 70, en las que se ven personas en actividades cotidianas. Luego, figura una imagen similar, pero en la actualidad. El objetivo es comparar cómo era la sociedad en diversos aspectos, como por ejemplo, la ciudad, las costumbres, las vestimentas y, en particular, el aspecto físico. Lo que sobresale, entre otros factores, es la cantidad de gente con sobrepeso -o inclusive obesa- en las fotos actuales.
Esto no es un fenómeno solo de redes y tiene una magnitud tan grande que la OMS no evita usar la palabra epidemia para describirlo. Quizás con las redefiniciones del término se debiera usar pandemia para referirse a la obesidad.
De hecho, en relación a esas imágenes se señala que, por ejemplo, la obesidad se ha incrementado en un 300% desde estadísticas de 1975. No obstante, es aún más preocupante quizás que la obesidad infantil se ha multiplicado por 10, según cálculos del Imperial College de Londres que cita la OMS. Además, se proyecta un incremento de al menos 100% de estas cifras, ya alarmantes, para los próximos 5 años.
La Federación Mundial de la Obesidad ha elaborado un interesante Atlas mundial de la Obesidad y allí podemos ver, por ejemplo, que figuran los datos de Argentina y es alarmante ver que las cifras son crecientes: para el 2030 se espera una población de casi 30 millones de personas con obesidad en nuestro país. En la actualidad se sitúa, según diferentes fuentes, alrededor del 30% de la población.
A pesar de estas alarmantes cifras en Argentina, la estadística mundial la lidera ampliamente Estados Unidos, con un cálculo de, aproximadamente, el 40% de la población es obesa. En tanto, hay un tercio más que se suma con sobrepeso, lo que lleva a que el tema obesidad tenga consecuencias alarmantes, ya no solo en la salud sino también en aspectos sociales y económicos. En el sitio del Centro de Control de enfermedades (CDC) se pueden observar algunas estadísticas al respecto.
A modo de contexto, es importante recordar que el sobrepeso es un IMC (BMI) de 25 hasta 30, y obesidad de 30 o superior. El IMC es el índice de masa corporal, que se calcula en relación al peso y la altura, dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Si bien la medida es relativa, salvando los diferentes biotipos, es una medida aproximada útil para los parámetros clínicos y epidemiológicos.
Considerando estos indicadores, son miles de millones de personas en el mundo que padecen de obesidad. También es importante recordar que no se trata de un problema estético, sino de uno médico; ya que las comorbilidades y las causas de muerte relacionadas a la obesidad son cada vez más evidentes.
Es más, la obesidad es el primer paso para otras patologías como hipertensión arterial, diabetes tipo II, índices elevados de colesterol y triglicéridos, problemas osteoarticulares, riesgo de padecer cáncer, apnea del sueño y problemas cardiovasculares.
Actualmente, no es necesario llegar a la obesidad para morir por alguna complicación propia del sobrepeso, como enfermedades cardiovasculares, por eso es importante mantener una dieta sana, baja en grasas y azúcares. Esto está claro en las patologías cardiovasculares incluido en particular el ACV, en el que los niveles de ciertos lípidos incrementan el riesgo de ictus o infarto (stroke).
Desde hace algunos años, la Federación Mundial de la Obesidad, estableció el 4 de marzo como el Día Mundial contra la Obesidad, en el que con un sitio de internet específico “World Obesity Day” busca concientizar a las personas sobre el terrible daño que conlleva para el organismo una dieta alta en grasas y azúcares, además del sedentarismo y, en definitiva, fomentar una alimentación sana y hábitos saludables.
Como en otros días de concientización, cada año se establece una consigna diferente. La de 2024 es “Hablemos de obesidad y.…”. Con esos puntos suspensivos proponen áreas como obesidad e infancia, enfermedades no comunicables, diabetes, pero también establece algo de lo que venimos hablando y viendo desde hace años: obesidad y salud mental.
Obesidad y salud mental
En principio, en este concepto se evalúan las variables de expectativa de vida que están claramente reducidas y especialmente la de calidad de vida en cuanto a cotidianidad, dificultades prácticas como la movilidad, el transporte o el padecimiento de múltiples enfermedades, así como mayor propensión a adquirir enfermedades infecciosas.
Un trabajo reciente de la Asociación Americana de Psicología plantea estos temas, así como los aspectos sociales y comportamentales y no duda en considerar una epidemia moderna. Asimismo, plantea las consecuencias de la mala imagen y autopercepción corporal, la baja de autoestima, el estigma ligado a la imagen corporal, y también cómo esos factores inciden en la imposibilidad de buscar ayuda profesional adecuada. Todo esto genera un círculo vicioso, en el que el estrés crónico, la depresión -todos ellos muy frecuentes- se potencian con la obesidad.
En cuanto al estigma, existe algo particular en la actualidad y es que algunas políticas que supuestamente buscan la inclusión de la diversidad, con cuadros, inclusive, de obesidad mórbida (por encima de 40 IMC), declaman por nuevos patrones de belleza. Esta situación deriva en una suerte de “estigmatización inversa”, en la cual de todas maneras no se busca ayuda en algo tan concreto como la propia salud, considerándolo una elección personal.
Las consecuencias en la salud mental son varias y, de alguna manera, en muchos casos, la propia obesidad debiera ser considerada dentro de los trastornos alimentarios. De hecho, en algunas situaciones específicas la bulimia lo es.
Si bien es casi una constante el estrés y depresión, en razón de las consecuencias psicológicas pero también las orgánicas y neuroquímicas, un trabajo en “Translational Psychiatry” de la revista Nature (2023) señala el nexo directo entre obesidad como factor previo al padecimiento de una serie de patologías que van desde el abuso sustancias y de nicotina; alcoholismo; trastornos esquizoafectivos, bipolar, personalidad y, obviamente, alimentarios de otro tipo; ansiedad y depresión.
Es decir, las expectativas de vida en tiempo y en calidad sufren una fuerte caída, la existencia de enfermedades clínicas generales de todo tipo son múltiples, inclusive en algunos casos inciden de manera directa sobre la salud mental como la apnea de sueño, o las cerebrovasculares, entre otros.
Finalmente, la evidencia estadística, más allá de la empírica, de una mayor incidencia de enfermedades mentales, hacen que el lema de este año del Día Mundial de la Obesidad, “Hablemos de obesidad y…Salud Mental”, sea algo indispensable.