Los niños y niñas tienen un vínculo especial con las formas y los colores porque son de las aproximaciones que tienen para expresar sus pensamientos, emociones y sus sentires. Mucho antes de poder pronunciar algunas palabras pueden emocionarse con una canción, sentirse identificados con una ilustración o una pintura.
¿Quién no se ha quedado prendado de la ternura de los bebés bailando en los reels de Instagram o cantando su canción favorita con balbuceos?
El arte proporciona a los niños una forma segura y creativa de expresar sus emociones y sentimientos. Pintar, dibujar, esculpir o crear música pueden servir como medios para procesar experiencias difíciles o emociones complejas. También permite explorar la identidad conociéndose sus intereses y habilidades únicas, lo que puede fortalecerlos.
Melanie Klein, pionera del psicoanálisis con niños, fue quien encontró la llave para analizar niños pequeños, prestando atención al juego, no como un mero rompehielos, sino explorando las inhibiciones intelectuales de los niños. Descubre que, aún los niños de muy corta edad, viven bajo la presión de sentimientos de culpa y que al no poder verbalizarlas enferman. Ella encuentra que la dificultad que se creía tener para realizar un análisis completo por medio del lenguaje, se debe a que el modo esencial de expresión de los niños pequeños es la acción, y así se crea la técnica del juego, una técnica de análisis homologable a la asociación libre en los adultos.
He atendido niños muy pequeños que pudieron mostrar a través de garabatos problemas que los acongojaban y contar a través del relato de un cuento infantil sus vivencias. Los niños y los niños también son más sensibles a las experiencias sensoriales y el arte es sobre todas las cosas eso: una experiencia de múltiples sentidos.
Los niños cuando quieren pintar eligen deliberadamente qué colores quieren usar y cuáles no y por ello pueden crear un sol azul y pintar el tronco del arbol, rosa. También deciden cómo ubicar la hoja y por donde empezar, que son decisiones estéticas y deseantes. No se hacen porque sí, allí hay por lo menos una razón, aunque sea inconsciente.
El juego es creación artística e interpretativa de lo que se vive pero también de lo que se siente y desea y constituye una forma genuina y privilegiada de expresión en los niños, que ha sido investigada desde múltiples enfoques y disciplinas. Desde el psicoanálisis ha sido objeto de diversos estudios, tanto por su importancia en la vida anímica de los niños, como por su relevancia en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica.
Cuando vemos niños participando en actividades artísticas se puede corroborar, a simple vista, cómo logran relajarse y concentrarse, permitiendo desconectar y encontrar la calma y la felicidad.
El arte también puede facilitar la interacción social y el trabajo en equipo, cuando los niños colaboran en proyectos artísticos o comparten sus obras con otros. El arte no solo es una forma de expresión, sino también una herramienta para el aprendizaje. Los niños pueden aprender sobre historia, cultura, ciencia y otras disciplinas a través del arte, lo que puede estimular su curiosidad y su amor por el aprendizaje.
El arte puede tener un impacto positivo en la salud mental de los niños durante la infancia al proporcionarles una vía para expresar emociones, desarrollar habilidades sociales y creativas, reducir el estrés y aumentar su autoestima y sentido de logro.
“La participación en actividades artísticas puede aumentar la autoestima, la autoaceptación y la confianza en uno mismo, lo que ayuda a proteger contra los trastornos mentales. Por ejemplo, los niños y adolescentes que participan en actividades artísticas tienen mejores niveles de bienestar, socialización y resiliencia”, asegura la Organización Mundial de la Salud (OMS) según un informe publicado en 2019 en el que se analizan los resultados de más de 3000 estudios sobre las artes y su papel en la prevención de problemas de salud.
El informe de la OMS también afirma que actividades como hacer y escuchar música, bailar, las bellas artes y visitar lugares culturales se asocian a la gestión y prevención del estrés y reducen los niveles de ansiedad. Además, la participación en las artes también puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar trastornos mentales como la depresión, tanto en la adolescencia como en la vejez.
Recuerdo siempre a una niña con un trastorno grave del desarrollo, a la que le era difícil entablar relaciones con otros niños, y que encontró en la escritura una forma de sanación fundamental, porque desde allí también pudo conectarse con lo indecible pero no inenarrable. El arte también cura.
La mayoría de los niños cuando observan pinturas construyen una narración, hasta ante los nenúfares de Monet o la naturaleza muerta de Dalí porque la búsqueda de sentido es una pulsión insoslayable de lo humano. En cualquier trazo hallan una historia, una anécdota, una aventura. No se rigen por prejuicios sociales que estandarizan luego las formas de expresión y de entendimiento e interpretación.
Martín Reina, pintor argentino lo dice así: “Me sorprende la disponibilidad narrativa con la que se acercan la mayoría de los niños a observar las pinturas, una mancha o un grupo de colores dispersos pasan a ser en el decir de los niños una serie de imágenes o anécdotas. Les pregunté a varios niños sobre lo que veían en algunas de mis pinturas, a mi parecer desligadas de toda representación, y siempre me señalaron , animales, plantas, accidentes, ocasos, aviones que vuelan o estallan en el aire, edificios, cataratas, ríos, bosques y más cosas o situaciones, en las que en varios casos coincidían entre ellos”.
El psicoanálisis y el arte son dos disciplinas íntimamente relacionadas que pueden sacar a la luz los aspectos muy profundos del ser humano que no siempre son asequibles a través de las palabras y mucho más aún cuando trabajamos con sujetos en la infancia.
*Sonia Almada: es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de La niña deshilachada, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; Me gusta como soy, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y " La niña del campanario " una obra de no-ficción.