La niñez enfrenta diversos desafíos en términos de salud mental, y aunque algunos han ganado más atención en los últimos años todavía nos falta un largo camino para lograr el bienestar a corto y largo plazo.
Muchos de los problemas de salud mental comienzan en la niñez. Sin tratamiento y planes específicos de afrontamiento y de medidas para su cuidado estos trastornos de salud mental pueden impedir que los niños y niñas alcancen su máximo potencial y vivan la vida plagada de dificultades y visitas a los servicios de salud. Una inmensa mayoría de adultos que buscan tratamiento de salud mental aseguran que el impacto de los problemas psicológicos que sufrieron en su infancia no hubiese aumentado si habrían recibido ayuda a tiempo.
Algunas cifras:
- Se calcula que más del 13% de los adolescentes de 10 a 19 años padecen un trastorno mental diagnosticado, según la Organización Mundial de la Salud.
- Esto representa 86 millones de adolescentes de 15 a 19 años y 80 millones de niños y niñas de 10 a 14 años.
- 89 millones de adolescentes varones de 10 a 19 años y 77 millones de mujeres adolescentes de 10 a 19 años viven con un trastorno mental.
La ansiedad y la depresión, que son trastornos que denuncian problemáticas profundas, representan alrededor del 40% de estos trastornos de salud mental diagnosticados; los demás incluyen el trastorno de la conducta, la discapacidad, los trastornos alimentarios, psicosis y un grupo de trastornos de la personalidad. Los niños y los jóvenes también manifiestan un malestar psicosocial que no alcanza el nivel de trastorno epidemiológico, pero que perturba su vida, su salud y sus perspectivas de futuro.
Desafíos para poner en agenda
Los trastornos que deben ganar mayor atención para lograr un tratamiento adecuado y así el bienestar actual y a futuro de niños, niñas y adolescentes son:
1. Trastornos de ansiedad, depresión y estados depresivos: son las consultas clínicas más habituales en los centros de salud y especialmente en la clínica psicológica. Los niños y niñas experimentan ansiedad debido a factores como los problemas familiares, el estrés académico, la presión social y la violencia.
Del mismo modo pueden sentirse tristes y deprimidos, estados que se manifiestan como irritabilidad, cambios en los patrones de sueño o alimentación, y pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban.
2. Acoso escolar y ciberbullying: tanto en la escuela o en línea el acoso tiene un impacto devastador en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes, generando ansiedad, depresión e incluso pueden conducir a ideación suicida y suicidio. Sin la posibilidad de recuperación en la vida adulta estos problemas atormentan como un eco imparable. La intervención de los organismos en el trabajo en las escuelas para ofrecer programas integrales en construcción de subjetividades pacifistas y resolución de conflictos es urgente.
3. Trastornos de la conducta alimentaria: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos se presentan como comportamientos alimentarios anormales, acompañados por una distorsión en la percepción de la imagen corporal, una preocupación excesiva por el peso y por la comida. Estos comportamientos alimentarios persistentes pueden afectar y deteriorar la salud física, mental y el funcionamiento psicosocial de quienes los padecen y, en casos extremos, pueden llegar a provocar la muerte, siendo las causas más frecuentes el suicidio o la desnutrición.
4. El maltrato y la violencia sexual: son dos formas extremas de abuso que tienen efectos devastadores en la salud mental, emocional y física de las víctimas. En el contexto de la niñez, estos problemas tienen un impacto a largo plazo en el desarrollo. El maltrato puede tomar muchas formas, incluyendo abuso físico, emocional, negligencia, etc. El maltrato físico puede causar lesiones físicas y emocionales duraderas, mientras que el maltrato emocional puede afectar la autoestima y el desarrollo emocional del niño para toda la vida.
La violencia sexual, en todas sus manifestaciones, contra niños es una problemática muy grave. Estos eventos tienen un efecto profundo y duradero en la salud mental de la víctima, incluyendo trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad y dificultades en las relaciones interpersonales.
En ambos casos, las y los sobrevivientes suelen enfrentar dificultades para confiar en otros, problemas de autoestima, trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático (TEPT). El trauma experimentado en la niñez puede tener efectos a largo plazo en la salud mental y emocional, así como en el bienestar general a lo largo de la vida.
La insuficiente legislación y la ausencia de políticas públicas para erradicar la violencia contra la infancia hacen que el problema empeore y se naturalicen prácticas muy nocivas.
5. Los duelos y las pérdidas en la infancia: estos se manifiestan de maneras diferentes a como sucede en los adultos. La forma en que los niños experimentan y expresan el duelo puede variar según su edad, su desarrollo cognitivo y emocional, y su experiencia previa con la pérdida. Esta especial situación de vulnerabilidad suele ser pasada por alto por los adultos por cierta creencia social de que los niños pueden aguantar cualquier cosa o que las pérdidas no les duelen tanto, Es todo lo contrario, en estos momentos de fragilidad es cuando los niños y niñas necesitan más apoyo.
En los casos de muertes violentas, como los femicidios, en Argentina, según el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación, se registraron 163 niñas y niños que quedaron sin sus madres, hasta el 15 de noviembre de 2023.
La realidad para los huérfanos es mucho más brutal porque la pérdida refiere a una mamá asesinada en la mayoría de los casos por el progenitor o por quien cumplía una función paternal. También, en una gran cantidad de casos estos niños presencian el asesinato. La salud mental de los niños y niñas huérfanos por femicidio se requiere de asistencia inmediata y aún no existen programas destinados a su recuperación.
6. Menores migrantes: millones de niños, niñas, adolescentes de América Latina y el Caribe se encuentran en tránsito debido a que han tenido que abandonar sus hogares y comunidades obligados por las condiciones que afrontan en sus países de origen. La pobreza, la falta de servicios esenciales, la violencia armada, entre otros, hacen que deban migrar con sus familias. Estos viajes y los asentamientos precarios, cuando logran llegar a destino, conllevan riesgos psicofísicos con secuelas devastadoras en su salud mental.
7. Los niños, niñas y adolescentes con discapacidades: tanto ellos como sus familias enfrentan a diario desafíos en términos de interacción social, comunicación y comportamiento, discriminación, obstáculos de diversa índole e insuficientes legislación y políticas públicas de protección y amparo, y esto afecta su salud mental.
En 2021 por primera vez en su historia, el Estado Mundial de la Infancia examinó la salud mental dirigiendo especialmente su atención a los factores de riesgo como los de protección presentes en el hogar, la escuela y la comunidad. El informe, llamado “En mi mente. Promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”, 2021, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), sostiene que tenemos una oportunidad singular y única, para promover una buena salud mental para los bebés, niños y niñas, y adolescentes.
Necesitamos ubicar en agenda la necesidad de proteger a los niños y niñas vulnerables y cuidar a los que afrontan los mayores desafíos. Comprender que la salud mental tiene una importancia vital desde que nacemos y que no atenderla produce efectos devastadores para las personas, las familias y las comunidades. Además, los costos financieros de no abordar los problemas de salud mental –los derivados de la falta de acción o ineficacia– son igualmente destructivos.
Necesitamos inversión urgente en la salud mental de los niños y adolescentes en todos los sectores para poder alcanzar intervenciones en cada ámbito, la familia, la salud, la educación y la protección social.
Como sociedad debemos romper el silencio y el estigma que rodea a la salud mental, promoviendo la comprensión y la empatía y que se tomen en serio las vivencias y relatos de los niños, niñas y adolescentes.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.