Se sabe que dormir mal puede debilitar el sistema inmunológico, haciéndolo más susceptible a los virus; aumentar el riesgo de lesiones durante los entrenamientos intensos y puede alterar las hormonas que regulan el apetito. Pero también puede afectar el funcionamiento mental, ya que cuando la calidad del sueño es insuficiente, el organismo no descansa.
La Fundación del Sueño de los Estados Unidos lo señala de manera clara: la falta crónica de sueño puede provocar ansiedad, depresión e irritabilidad.
“Dormir es un proceso por el cual nuestro cuerpo recupera energía, se eliminan desechos que se acumularon durante el día. Se regulan hormonas, se refuerzan las defensas y, además, se consolida la memoria”, afirmó en diálogo con Infobae en una nota reciente la doctora Agustina Furnari (MN 163.237), miembro de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni.
“La recomendación es dormir al menos siete horas. Dormir bien, en calidad y cantidad de horas, es crítico para la salud: impacta en la memoria, concentración, niveles de energía y rendimiento físico”, precisó a Infobae la especialista en Nutrición y Diabetes Marianela Aguirre Ackermann.
Ahora, un nuevo estudio investigó el vínculo entre el sueño y la enfermedad mental y encontró que el efecto es más amplio y complejo. Publicado en la revista Translational Psychiatry, la investigación analizó datos de personas con una edad promedio de 65 años y encontró que dormir poco estaba asociado con la aparición de síntomas de depresión.
La autora principal Odessa S. Hamilton, del Instituto de Epidemiología y Atención Médica de la University College London (UCL) dijo: “Tenemos este escenario del huevo o la gallina entre una duración subóptima del sueño y la depresión; con frecuencia ocurren simultáneamente, pero qué sucede primero está en gran medida sin resolver. Usar la susceptibilidad genética para enfermedad determinamos que el sueño probablemente precede a los síntomas depresivos, y no al revés”.
Los investigadores utilizaron datos genéticos y de salud de 7.146 personas reclutadas por el Estudio Longitudinal Inglés sobre el Envejecimiento (ELSA), un informe de población representativo a nivel nacional en Inglaterra. Descubrieron que las personas con una mayor predisposición genética a dormir poco (menos de cinco horas por noche) tenían más probabilidades de desarrollar síntomas depresivos en 4 a 12 años.
Sin embargo, las personas con una mayor predisposición genética a la depresión no tenían una mayor predisposición genética a dormir poco.
En palabras de Olesya Ajnakina, también de la UCL: “Las duraciones cortas y prolongadas del sueño, junto con la depresión, contribuyen a la carga de salud pública y son altamente heredables”.
“Se cree que las puntuaciones poligénicas, índices de la propensión genética de un individuo a un rasgo, son clave para comenzar a comprender la naturaleza de la duración del sueño y los síntomas depresivos”.
Los investigadores evaluaron la fuerza de la predisposición genética entre los participantes de ELSA utilizando hallazgos de estudios previos de asociación de todo el genoma que han identificado miles de variantes genéticas relacionadas con una mayor probabilidad de desarrollar depresión y dormir poco o mucho tiempo. El equipo de investigación también analizó las asociaciones no genéticas entre los síntomas depresivos y la duración del sueño.
Descubrieron que las personas que dormían cinco horas o menos tenían 2,5 veces más probabilidades de desarrollar síntomas depresivos, mientras que las personas con estos síntomas tenían un tercio más de probabilidades de sufrir falta de sueño. Ajustaron una selección de factores que podrían afectar los resultados, como la educación, la riqueza, el tabaquismo, la actividad física y la limitación de enfermedades de larga duración.
Los investigadores también encontraron un vínculo entre dormir mucho y desarrollar síntomas depresivos: los participantes que dormían más de nueve horas tenían 1,5 veces más probabilidades de desarrollar síntomas depresivos que aquellos que lo hacían en un promedio de siete horas. Sin embargo, los síntomas depresivos no se asociaron con dormir más tiempo entre 4 y 12 años después, lo que correspondía a los hallazgos genéticos.
El profesor Andrew Steptoe, jefe de Ciencias del Comportamiento y Salud, Instituto de Epidemiología y Atención Médica de la UCL, dijo: “El sueño subóptimo y la depresión aumentan con la edad, y con el fenómeno mundial del envejecimiento de la población existe una creciente necesidad de comprender mejor el mecanismo que conecta la depresión y falta de sueño”.
“Este estudio sienta una base importante para futuras investigaciones sobre la intersección de la genética, el sueño y los síntomas depresivos”.
En general, los participantes en el estudio durmieron un promedio de siete horas por noche. Más del 10% dormía menos de cinco horas por noche al comienzo del período del estudio, aumentando a más del 15% al final del período del estudio, y la proporción de participantes clasificados con síntomas depresivos aumentó en aproximadamente 3 puntos porcentuales del 8,75 al 11,47%.
Tanto la duración del sueño como la depresión se heredan en parte de una generación a otra. Estudios anteriores sobre gemelos han sugerido que la depresión es hereditaria en aproximadamente un 35% y que las diferencias genéticas representan el 40% de la variación en la duración del sueño.
En el estudio, se combinaron datos sobre el sueño y los síntomas depresivos de dos encuestas ELSA realizadas con dos años de diferencia, ya que se sabe que la duración del sueño y la depresión fluctúan con el tiempo.