En el intrincado laberinto de la mente humana, es un hecho que no siempre podemos retener cada detalle de lo que experimentamos diariamente. Pero, curiosamente, hay momentos, ya sean alegres o traumáticos, que se graban con tinta indeleble en el cerebro.
La neurociencia ha estado en una búsqueda constante para descifrar cómo funciona exactamente nuestra memoria. Aunque almacenamos una multitud de experiencias y datos todos los días, hay fragmentos que se desvanecen con el tiempo. Sin embargo, para algunos, es como si ciertos recuerdos oscuros tuvieran una adherencia especial, aferrándose con fuerza a los rincones de la mente.
En ese sentido, surge una pregunta intrigante: ¿es posible “borrar” un recuerdo específico de nuestra memoria? Los expertos consultados por Infobae se adentraron en este debate. Un punto en común al que llegaron es que las experiencias de la vida, sean buenas o malas, encuentran un hogar en algún lugar del cerebro. Y aunque no pocas personas desearían poder prescindir de ciertas evocaciones, la realidad es que esta dinámica no siempre opera bajo nuestro control.
En primer lugar, Juan Eduardo Tesone, médico psicoanalista y psiquiatra, y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, reflexionó: “Un recuerdo, de manera aislada, no se puede suprimir conscientemente. No es que uno se propone olvidar algo y lo olvida. Puede suceder, sí, que el aparato psíquico funcione de tal manera que un recuerdo se olvide en apariencia, pero aun así no queda borrado para siempre: queda en el fondo del inconsciente y en algún momento puede resurgir”.
“Según la teoría psicoanalítica, todo lo que uno vivió queda inscripto en el psiquismo. La manera en la que queda inscripto es otro tema, pero el recuerdo está ahí, y se puede manifestar con lo que se denomina compulsión a la repetición. Esto es, por ejemplo, llevar a cabo conductas que tengan que ver de alguna manera con ese recuerdo”, profundizó Tesone.
Y añadió: “Lo que queda es como una especie de ‘quiste’ en el inconsciente. Algo que queda encerrado por una membrana y que no entra en circulación con otros recuerdos. Un día, esa membrana se vuelve porosa y ahí resurge el recuerdo. Esto último puede darse por un hecho en particular o por la terapia que el paciente haga”.
Para Tesone, “todo recuerdo es siempre una construcción; o una reconstrucción de un hecho vivido. Uno llega, así, a la narrativa personal del hecho, y lo que puede llegar a reconstruir es la verosimilitud de su experiencia afectiva personal”.
Para muchas personas, el duelo es una de las instancias de la vida en la que se pone de manifiesto el deseo de olvidar. Dejar atrás una relación o una amistad, o bien afrontar la pérdida física de un ser querido son, desde el vamos, desafíos para la memoria. “Olvidar no se puede -insistió Tesone-. Lo que sí se se puede es trabajar el duelo. El duelo implica sacarle el investimento y la carga afectiva a esa persona o hecho. ¿Para qué? Para tener esa energía disponible en otros vínculos”.
“El trabajo de duelo dura un tiempo que es subjetivo. Si la persona sigue aferrada lo perdido indefinidamente, eso pasa a un estado que es la melancolía, donde queda encerrada en esa pérdida y no puede vivir otra cosa más que eso”, dijo el profesional.
Por su parte, Cynthia Zaiatz, jefa del departamento de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros, le dijo a Infobae: “Lo primero que hay que destacar es la importancia de la memoria, que se empieza a desarrollar desde los cinco meses de gestación. Esta se origina en una área del cerebro llamada hipocampo. Cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, no siempre recordamos todo. Por ejemplo, yo recuerdo cosas desde que tenía cuatro o cinco años, pero hay ciertos recuerdos que se me escapan. Si se experimenta un trauma, este puede quedar grabado en la memoria o, en algunos casos, ser borrado inconscientemente. Pero eso es un tema aparte”.
Según lo descrito por Zaiats, “en cuanto a la posibilidad de borrar manualmente un recuerdo, la ciencia aún no ha encontrado una forma de hacerlo. Aunque algunos traumas pueden ser reprimidos inconscientemente, no podemos decidir olvidar algo intencionadamente. Sin embargo, recientes investigaciones sugieren que es posible suprimir un recuerdo. Esto se logra interrumpiendo ciertos procesos en el córtex prefrontal dorsolateral, que inhibe la actividad del hipocampo, el área donde se almacenan los recuerdos”.
“Los recuerdos se almacenan en complejos circuitos -continuó la especialista-, que involucran el trabajo de millones de neuronas. El cerebro está compuesto por neuronas interconectadas y estas conexiones se llaman sinapsis. A lo largo de nuestra vida, algunas neuronas mueren, un proceso conocido como apoptosis. Los recuerdos se forman y almacenan gracias al trabajo neuronal en el hipocampo, mientras que la memoria puede clasificarse en anterógrada o retrógrada”.
“La memoria anterógrada se refiere a los nuevos recuerdos que formamos”, sostuvo Zaiats. Y ejemplificó: “En personas con Alzheimer, es importante determinar qué tipo de amnesia presentan: anterógrada o retrógrada. La amnesia anterógrada implica olvidar eventos recientes, mientras que la retrógrada se refiere a olvidar eventos más antiguos, como recuerdos de la infancia”.
“Desde el enfoque cognitivo-conductual, trabajo para entender por qué una persona olvida ciertos recuerdos y qué traumas pueden estar asociados. Utilizo técnicas cognitivas con imágenes para ayudar en este proceso. Aunque algunas personas desearían olvidar ciertos eventos, no es posible borrar completamente un recuerdo”, analizó Zaiats.
¿Cómo se almacenan los recuerdos en el cerebro?
El neurólogo Alejandro Andersson, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), reflexionó sobre la dinámica de los recuerdos en el cerebro: “La generación de los recuerdos a nivel neurológico es un proceso complejo que tiene varias etapas. Estas etapas se cumplen en regiones diferentes del cerebro. Para visualizar bien cómo es esto, lo primero que hay que pensar es en la codificación de la información. Esta información proviene de los sentidos, ya que nos llega por la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato y el sentido del equilibrio. Esta información sensorial se procesa de manera que el cerebro pueda almacenarla”.
“Una vez codificada -dijo Andersson-, la información se almacena en diferentes áreas del cerebro. Una cosa es la memoria de trabajo o un recuerdo a corto plazo que se almacena en la corteza prefrontal, y otra es la información que terminará siendo un recuerdo a largo plazo, almacenado en áreas como el hipocampo y diferentes zonas de la corteza cerebral. Este proceso de pasar a una memoria de largo plazo se llama consolidación. Durante la consolidación, la información se refuerza y organiza de una determinada manera”.
De acuerdo al neurólogo, “el hipocampo es crucial para esta dinámica, permitiendo recuperar la información más adelante. Cuando recordamos, estamos trayendo información almacenada en la memoria, como si la estuviéramos reviviendo. Este proceso activa áreas del cerebro que suelen ser las mismas que estuvieron involucradas en el almacenamiento y consolidación del recuerdo”.
“Hay un proceso llamado reconsolidación. Es como el chiste del pescador que cada vez que cuenta su anécdota, el pescado parece más grande. La reconsolidación es relevante para los recuerdos traumáticos. Las personas con estrés postraumático han vivido situaciones difíciles, donde el recuerdo objetivo se asocia a emociones intensas. Al hacer que el paciente recuerde, hay herramientas para desvincular esas reacciones emocionales desagradables. Y hay técnicas y sustancias que pueden alterar los mecanismos de reconsolidación del cerebro”, aportó Andersson.
Y sumó: “El olvido puede deberse a muchos factores. No existe un método manual para borrar selectivamente un recuerdo. Hay muchas influencias biológicas y psicológicas. Los recuerdos pueden degradarse con el tiempo si no se refuerzan. Como neurólogo, trato con pacientes con daño cerebral o amnesia. A veces, un recuerdo no se consolida adecuadamente y se olvida. La atención y repetición son claves en este proceso. Finalmente, existe la represión de la memoria. Algunas personas experimentan represión, un proceso psicológico donde el cerebro bloquea recuerdos traumáticos como mecanismo de defensa. Pero no es un proceso voluntario, sino que es inconsciente”.
A su turno, la doctora Alejandra Gómez, especialista en psiquiatría, magíster en psiconeurofarmacología, psicoanalista y miembro de APA, detalló a Infobae: “Nuestro psiquismo se constituye a partir de las huellas de memoria, provenientes de marcas pulsionales y de la impronta de experiencias desarrolladas en los primeros vínculos y de modo sucesivo a lo largo de la vida. Este entramado de memorias es propio de cada sujeto, dando singularidad a cada individuo.
De acuerdo a Gómez, “la capacidad de almacenamiento de memoria es cuantiosa, por lo que resulta comprensible que memorizar es siempre selectivo. Se recuerda y se olvida al mismo tiempo. Es imposible recordarlo todo. La memoria absoluta y completa, además de imposible, impide el pensamiento. Freud, en sus primeros estudios clínicos, comprobó que los recuerdos traumáticos se alojaban de modo inconsciente, en una ‘segunda conciencia’. Desde allí, se le producían al sujeto que los padecía distintos tipos de sufrimientos, que Freud las llamo Neuropsicosis de defensa (histeria, neurosis obsesiva, fobias)”.
En ese tono, la doctora sostuvo: “La capacidad de recordar y de olvidar está asociada a los estados emocionales, tanto en el momento en que se guarda el recuerdo como el momento en que se lo recuerda. Destacamos aquí la importancia del descubrimiento Freudiano, en tanto el psicoanálisis, como método terapéutico, ofrece un espacio para recordar en transferencia y elaborar un hecho traumático”.
“Los recuerdos traumáticos, QUE podemos llamarlos desagradables, tienden a ser olvidados (reprimirse). Para la neurociencia, el complejo funcionamiento de las memorias está estrechamente ligado al componente emocional. No se recuerda toda la información recibida de igual manera, y cada sujeto enfoca su atención de modo singular a lo que le resulta importante, evitando atender estímulos sin importancia. Esto es la memoria selectiva”, cerró Gómez.
* Con fotos de Getty