La adolescencia es una etapa de cambios y desafíos donde se enfrentan al mismo tiempo tres procesos de duelo: el duelo por el cuerpo infantil que se abandona; el duelo por el lugar de niño que se pierde y el duelo por el lugar que ocupan los padres, hasta ese momento idealizados.
Cada adolescente en este camino experimenta las tensiones entre esta nueva forma de ser y estar en el mundo, lo que se espera de él en esta etapa y un cuerpo nuevo que se debe explorar y aceptar.
En la era digital, los adolescentes se enfrentan a una avalancha de información y estímulos visuales a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Las plataformas digitales dictan lo que se considera bello, influyendo en la autoimagen, las relaciones sociales y la percepción del mundo.
En “La salvación de lo bello” el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han afirma que la característica principal de estos tiempos es que lo bello es lo pulido, lo terso, lo abrillantado. Da como ejemplos de lo bello los smartphones, los automóviles y las esculturas de Jeff Koons como el Balloon Dog. Entiende que lo bello natural se ha atrofiado y se ha convertido en un objeto del “me gusta” que se mide por su inmediatez y su consumo.
Si bien en la adolescencia por la propia vacilación identitaria siempre se observó al otro como modelo y soporte, en esta época los adolescentes buscan su propia identidad y autoafirmación en un entorno hiperconectado que les exige una apariencia cercana a lo irreal, vacía, sin marcas.
La disonancia entre las expectativas estéticas y las realidades físicas de las y los adolescentes muchas veces los lleva a intentar cumplir los estándares de belleza promovidos por el mercado en las redes sociales: idealización de la delgadez, pieles tersas y suaves sin marcas de acné, blanqueamientos de piel y dientes, rutinas de limpieza y belleza etc., hacen que la presión sobre los cuerpos sea máxima.
Los filtros que ofrecen una realidad alterna y editada del cuerpo real tienen un impacto psicológico importante y los hace sentir siempre en falta y que sus cuerpos y sus rostros son inadecuados para lo que se espera.
Esto produce una desconexión con la realidad porque devuelve una imagen distorsionada de sí mismo y del otro. Así crecen las expectativas irreales y la autoestima se socava en post de estándares imposibles.
Los y las adolescentes suelen compararse con el otro, pero en esta época la comparación se realiza con lo que se cree que es la mejor versión de los demás en línea, es decir su imagen editada y pulida.
Su salud mental se ve afectada por estas comparaciones que producen sentimientos de frustración constante, ansiedad y depresión.
La violencia estética, concepto acuñado en 2012 por la socióloga Esther Pineda, se refiere a las narrativas, representaciones y prácticas que presionan a las mujeres a cumplir con el canon de belleza impuesto; hace referencia a las formas de discriminación y exclusión contra aquellas que no satisfacen ese estereotipo de belleza; al mismo tiempo que incluye las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que se derivan de este tipo de mandato y discriminación.
Este concepto se puede aplicar de manera amplia a la presión que sufren las y los adolescentes para encajar en esos estereotipos de belleza irreal, justamente cuando su identidad se encuentra en pleno desarrollo.
En los entornos digitales esta problemática creciente es evidente y afecta profundamente la autoimagen y el amor propio de los adolescentes.
Esto se aprecia desde las celebridades e influencers que ofrecen como producto cuerpos y rostros inalcanzables con imágenes retocadas y lisas, millones de artículos, intervenciones y artimañas para cambiar y ser otro, hasta el ciberacoso y humillación online ante las imágenes compartidas que no llegan a cumplir el mandato estético.
La crueldad detrás del anonimato en línea, en forma de body shaming donde los adolescentes, especialmente las mujeres, son atacados por su apariencia, producen como consecuencias psicológicas ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental causados por la humillación en línea.
Al mismo tiempo en esta etapa de la vida pertenecer a un grupo, ser aceptado es fundamental y el temor a la exclusión por no cumplir con los estándares irreales provoca incertidumbre, estrés y miedo.
La constante validación en línea, a través de los “me gusta” y los comentarios son el termómetro donde se mensuran los grados de aceptabilidad impactando severamente en el psiquismo. La presión social perpetúa la violencia estética en un ciclo destructivo.
La adolescencia, como la niñez, son épocas de cultivo, la forma de abonarlas y enriquecerlas es realmente importante.
Por ello necesitamos promover la diversidad corporal y de identidades fomentando la aceptación, independientemente de los estándares en línea, y conversar acerca de la manipulación de imágenes que se realizan, el mercado millonario que se monta sobre la fragilidad e inseguridad de estas etapas de la vida y en la importancia de la autenticidad como el valor que tenemos para ser nosotros mismos y no réplicas de modelos en serie.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.