La alimentación es un pilar fundamental de la salud integral de las personas. Y sobre todo en la infancia, un momento de la vida en el que los niños están en pleno desarrollo físico y mental, cada vez hay más evidencia acerca de la importancia de priorizar una alimentación “real” por sobre la industrial ultra procesada.
Sin embargo, hoy se ofrece a edades cada vez más tempranas a los niños todo tipo de alimentos industrializados. Ya desde que inician la alimentación complementaria, a los seis meses, no son pocos los padres que ofrecen alimentos instantáneos a base de cereales, avena o arroz, que los pediatras recomiendan preparar con leche materna, o bien fideos y hasta “postrecitos” de puré de frutas envasados.
Si se lee en detalle el listado de ingredientes de muchos alimentos que de manera inocente se ofrece a los niños, podrán leerse palabras como jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), glutamato monosódico, y otros cientos de aditivos que no sólo no tienen ningún valor nutricional sino que, además, dañan la salud.
Claro que como están presentes en muy pequeñas cantidades, son aceptados por las entidades reguladoras de cada país, pero el efecto acumulativo termina resultando nocivo para grandes y chicos. Además de generar en las personas propensión a comer más y más de ese tipo de productos.
¿Son los ultraprocesados responsables de que los niños prefieran alimentos poco saludables?
Para la médica pediatra de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) Roxana Anahi Timo (MN 88.956) no hay dudas de que es así. “Y eso se debe a que la mayoría de los productos ultraprocesados contienen azúcar, jarabe de maíz de alta fructosa o glutamato monosódico -comenzó a explicar la especialista a Infobae-. El glutamato monosódico se utiliza en snacks y galletas porque abre las papilas gustativas, haciendo irresistible al paladar la experiencia de consumirlo. El azúcar y el JMAF, así como las harinas refinadas, no sólo son altamente adictivos e inducen al cerebro del niño a consumir más y más, sino que son muy nocivos para la salud”.
“El comportamiento compulsivo de muchos niños hacia los panificados, dulces y snacks se debe a esto”, insistió la pediatra, quien enfatizó que “los padres que ofrecen estos productos a los niños desde muy pequeños deben saber que están estimulando los circuitos placer y recompensa en el cerebro del niño, los mismos circuitos asociados al comportamiento adictivo”.
Con ella coincidió la médica pediatra especialista en medicina funcional en niños y adultos Mariel Dobenau (MN 127.450), quien destacó que desde hace tiempo la ciencia debate si definir como adicción lo que generan este tipo de alimentos: “Yo creo que lo único que hace el hecho de que no se le ponga nombre y apellido al problema es que se sigue perdiendo el tiempo sin poder tomar decisiones a nivel poblacional por no terminar de definir que la comida ultraprocesada hace daño en muchos aspectos”.
“El tema de la adicción tiene que ver con que este tipo de comida comparte circuitos de recompensa a nivel cerebral con muchas drogas de abuso -explicó la experta-. Entonces, el gran problema que tiene la comida ultraprocesada es que tiene un impacto a nivel sensorial en el cerebro, o sea, da información que es supra fisiológica, y esto es porque el placer de comer estos productos genera un circuito de recompensa favorable para repetir el acto, lo cual da señales totalmente diferentes al cerebro de las que podría dar la comida real”.
En opinión de la médica pediatra Ángela Nakab (MN 68.722), presidenta de la Subcomisión de Medios y Comunicación de la SAP y jefa del Hospital de Día Polivalente del Hospital Elizalde, “actualmente existe gran evidencia científica de que el ser humano posee neuronas en el intestino que están conectadas directamente con el cerebro, entonces cuando se ingieren -y sobre todo los niños más pequeños- alimentos que tienen azúcar agregada, ya sean dulces, salados o cualquier tipo de alimentos procesados y ultraprocesados se estimulan estas zonas del cerebro y generan más necesidad, intención y deseo de volver a consumirlos y por eso es que las personas prefieren estos alimentos que tienen el azúcar escondida sobre otros”.
Y tras destacar que “este estímulo reiterado en los niños que comen todo el tiempo este tipo de alimentos hace que empiecen a desplazar a los alimentos ricos en nutrientes que son más saludables y más naturales”, la especialista señaló: “Por eso es muy importante que las familias lean los ingredientes que poseen cada uno de los de los alimentos que compran”. Y recordó que la mayoría de los alimentos que están en los supermercados, son alimentos ultraprocesados, mientras que los alimentos que vienen de la tierra o que tienen un origen mucho más sano y pueden comprarse en las verdulerías, carnicerías o dietéticas “no van a estimular de esa manera las neuronas del intestino”.
“Tanto el azúcar como la sal tienen un potencial de crear una respuesta de recompensa en el cerebro similar a otros tipos de productos que generan adicción, entonces esto puede llevar a patrones de alimentación poco saludables y a una mayor preferencia de estos alimentos”, agregó.
Para Dobenau, además, “como este placer (que generan los ultraprocesados) está mediado por el neurotransmisor llamado dopamina, esto genera un efecto llamado don’t regulation, que altera la sensibilidad y cada vez las personas necesitan una mayor dosis de estos productos para lograr ese beneficio”.
“Y si se piensa que los niños tienen un cerebro plástico, que justamente está aprendiendo de todo esto, hay que saber que esta combinación sensorial que tiene la comida ultraprocesada no existe en la comida real -insistió la especialista-. Esta combinación de una cantidad de azúcar, grasa, realzadores del sabor, etc produce una activación a nivel ya de las papilas gustativas y de respuesta sensorial, que es incomparable con la comida real, entonces eso también va a ser que a los chicos después les cueste más poder elegir comida real, porque ésta no puede ni igualar el mecanismo de recompensa que le genera la comida ultraprocesada”.
- ¿Cómo influye la edad en que se expone a un niño a este tipo de productos? ¿A menos edad más riesgo o no varía?
- Nakab: Es muy importante la nutrición en la infancia porque está directamente relacionada con el desarrollo del cerebro. Los alimentos ricos en nutrientes, como frutas, verduras, proteínas magras, proporcionan elementos necesarios para un desarrollo cerebral óptimo, en cambio los alimentos ultraprocesados carecen de estos nutrientes esenciales y pueden interferir en el crecimiento y en el desarrollo adecuado del cerebro. Por eso la exposición temprana a alimentos ultraprocesados puede establecer patrones alimentarios muy poco saludables que pueden persistir en la vida adulta.
Por eso es importante, cuanto más temprano en la vida se generen buenos hábitos, mejor posibilidades del desarrollo tanto cerebral como físico. De cualquier manera, se sabe que los chicos tienen mucha plasticidad y podemos ir cambiando hábitos; todo tiene que ver con los cambios de hábitos a nivel familiar. Si los chicos empezaron comiendo muchos alimentos dulces y están muy acostumbrados a los jugos industriales, a los excesos de azúcar, de sal, a veces es difícil el cambio, pero sí siempre tenemos que pensar que es posible hacerlo; tiene que ver con hábitos pequeños que se van dando día a día y de esta manera los chicos pueden ir cambiandolos.
Si desde muy chiquitos fomentamos una dieta rica en alimentos frescos, de esa manera, vamos a generar hábitos alimentarios, saludables a largo plazo, que junto con la actividad física y los buenos vínculos van a mejorar la calidad de vida actual y futura de los chicos
- Dobenau: La edad por supuesto que influye; si bien uno siempre puede revertir el efecto con tiempo y constancia, mientras más temprano los chicos tienen contacto con estos alimentos justamente la generación del mecanismo de recompensa ya se va forjando y tatuando desde las primeras etapas de la vida.
Los primeros tres años de vida son “momentos impronta” desde lo metabólico, lo nutricional y también desde los sensorial y la elección de determinados nutrientes. Entonces hay muchas cosas culturales que tenemos que desarmar desde el momento en que normalizamos con un niño desayune yogures endulzados, galletitas, cereales de colores. Normalizamos la industrialización del alimento a tal punto que el niño que no come eso hoy es visto como un niño raro o se cree que la familia es exagerada por tomar estas conductas.
Por supuesto que es posible disminuir el consumo, lo que pasa que tenemos que tener en cuenta que la comida ultraprocesada es difícil de moderar porque justamente, como altera el mecanismo de hambre y saciedad real porque no permite que lleguen al cerebro las señales correctas, es muy difícil poder moderar una porción. Es un engaño creer que se puede moderar algo que está hecho para no poder moderar su consumo y eso también lleva a la frustración y fracaso a los padres que intentan darle “poquito” a los hijos.
La mejor forma de que los chicos dejen de comer procesados es que no los vean, que no tengan contacto porque a nivel sensorial no los pueden rechazar. Entonces, como padres, no tenemos que pretender que los chicos coman poquito, tenemos que entender que no pueden comer poquito de eso, porque está alterando su sensorialidad. La mejor estrategia para este momento en que hemos industrializado la infancia es la abstinencia del estímulo, para que ese chico vuelva a recuperar a nivel sensorial el comer comida real, el obtener saciedad real, comer nutrientes reales. En este caso, creo que la moderación no es una buena estrategia, porque lleva al fracaso sin ninguna duda.
De qué manera los ultraprocesados afectan la salud en el corto, mediano y largo plazo
“Muchas enfermedades propias de la infancia están estrechamente asociadas al consumo indiscriminado de alimentos con estos aditivos”, comenzó a explicar en este punto Timo. Y continuó: “Algunas de las que podemos citar son dermatitis, alergias, infecciones recurrentes, hiperactividad, trastornos del neurodesarrollo, migrañas, cansancio, insomnio, falta de energía, bajo rendimiento escolar, parasitosis, diarrea y otros problemas digestivos, dolor muscular, síntomas neurológicos, además de problemas en el crecimiento y desarrollo infantil”.
Al respecto, Nakab precisó que el consumo de alimentos procesados “en el corto plazo, genera un aumento rápido del azúcar en sangre, que es lo que se llamamos el spike o el pico de glucemia en la sangre después de comer algún alimento de este tipo, que en general tienen azúcares refinadas y carbohidratos de digestión rápida”. “Esto puede llevar a picos de energía seguidos de bruscas caídas, lo que se traduce en fatiga, irritabilidad, antojos -amplió-. Cuando comemos algo dulce, al rato tenemos ganas de volver a comer dulce y esto es un círculo que se va manteniendo en el tiempo”.
“También en el corto plazo, el nivel de azúcar en sangre influye en el estado de ánimo, causando, por ejemplo, irritabilidad, ansiedad, cambios emocionales y sobre todo en la primera infancia problemas gastrointestinales, como irritación del sistema digestivo, que puede producir dolores abdominales, gases, diarrea”, aseguró.
A mediano plazo, según la pediatra, lo que más puede verse es “el aumento de peso”. “El consumo regular de alimentos ultraprocesados con azúcares refinadas, grasas trans y aditivos puede alterar el valor nutricional y dar falta de saciedad, que hace que las personas tengan más ganas de comer y haya que aumentar la ingesta, lo que lleva al riesgo de obesidad, con las consecuencias para la salud que implica”.
Y a largo plazo, continuó, “se empieza a ver cada vez más en la adolescencia y en los adultos jóvenes la aparición de enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2, alteraciones cardiovasculares, hipertensión, obesidad, alteraciones cognitivas con disminución de los periodos de concentración, y sobre todo, hábitos alimentarios poco saludables que hacen que se generen patrones de alimentación que no son los más adecuados para el organismo, tanto en lo físico como lo emocional”.
Finalmente, para Dobenau, “más allá de todos los daños a nivel metabólico, el daño que les genera el hecho de que la comida ultraprocesada no es comida densa en nutrientes -no tiene nutrientes de calidad, que es lo que un niño necesita para crecer- se traduce en que se le está dando al niño un impacto a nivel sensorial para toda la vida, además de que se está evitando que ese chico después acepte comida real porque, como se vio, nunca va a poder igualar el mismo valor de de recompensa”.
“La alimentación es un pilar fundamental para una correcta salud y crecimiento. Y los ultraprocesados afecta a los niños en su crecimiento, a nivel sensorial y metabólico, y están tatuando improntas para toda la vida, alterándolos cognitivamente -porque sabemos que los chicos que viven de ultraprocesados van a tener menos función cognitiva, van a tener una peor calidad de vida y van a tener muchísimas enfermedades, que están asociadas justamente al estilo de vida-”, apuntó la experta, para quien “probablemente las consecuencias metabólicas lleven un poco más de tiempo en manifestarse porque los niños en crecimiento metabólicamente pueden amortizar mejor estas alteraciones, pero el tatuaje sensorial, la alteración de hambre y saciedad y la incorrecta elección de los alimentos los va a acompañar el resto de su vida si no se hacen cambios a tiempo”.
Y concluyó: “El rol como padres es impedir que eso suceda, aún en una sociedad en la que es muy complejo. Tomar conciencia de que la los alimentos ultraprocesados, la comida industrial y envasada genera un impacto sensorial y en la salud a largo plazo es un primer paso fundamental para empezar a tomar decisiones no sólo a nivel familiar sino también poblacional”.