La violencia sexual en la infancia: porque las víctimas deben contar la verdad

400 millones de bebés, niños, niñas y adolescentes son explotados y abusados por día en el mundo. En qué consisten los espacios seguros y confidenciales donde las víctimas puedan narrar sus experiencias traumatizantes y empezar a sanar

"El paso necesario de víctima a sobreviviente está marcado por devolverle voz al sujeto que fue silenciado por el horror, disciplinado por el escarnio y señalar al culpable", dijo Almada (Freepik)

En la película “El príncipe de las mareas” (The Prince of Tides,1991), basada en la novela homónima de Pat Conroy, se narra la historia de Tom Wingo (interpretado por Nick Nolte), profesor de literatura y entrenador de fútbol americano que se ve obligado a viajar a Nueva York, ya que su hermana gemela, Savannah (Melinda Dillon), ha intentado suicidarse.

Todo el film se basa en dos dualidades: pasado y presente. El presente es insatisfacción y dolor y del pasado no se habla, solo regresa a través de flashback que profundizan el sufrimiento.

Cuando el protagonista se encuentra con la psiquiatra psicoanalista de su hermana - interpretada por Barbra Streisand- que lo convoca para ser la memoria de su hermana e intentar recuperarla, el pasado se ubica en primer plano. En ese trabajo Tom se encuentra consigo mismo y con un terrible secreto familiar sepultado y reprimido, la violencia sexual y sus consecuencias psíquicas, comportamentales y sociales.

El pasado ven forma de trauma social

Los sobrevivientes de violencia sexual han alzado su voz a través de denuncias públicas y movimientos como "Me Too" (Freepik)

Los efectos devastadores del crimen del que fueron víctimas su madre, su hermana y él (y su hermano Luke, fallecido al momento del relato, que debió asesinar a los criminales para detenerlos) se ve amplificado por el silencio al que los obliga la madre. Callar y olvidar. Al ser imposible de olvidar un hecho tan tortuoso como este, el pasado insiste en revelarse como síntoma, como anomalía o trastorno para intentar metabolizarse e inscribirse.

El pasado insiste no solo de manera individual, también lo hace a través del trauma social. Este se define como el conjunto de acontecimientos que marcan a la sociedad y que inciden y provocan consecuencias traumáticas en las personas.

En los últimos años a través de las denuncias públicas como las de la actriz Thelma Fardín o el patinador Lucas Benvenuto, para citar solo algunos ejemplos en Argentina o internacionalmente las develaciones masivas como con el “Me Too” en 2017, han logrado ser un puente para que algunos de las y los sobrevivientes de crímenes sexuales alzaran su voz.

El abuso sexual infantil generalizado suele ser silenciado y normalizado; Los esfuerzos globales tienen como objetivo exponer y prevenir tales crímenes (Freepik)

Antes de ello, los que lograban hablar, lo hacían dentro de la confidencialidad de los consultorios, por el temor a la estigmatización y culpabilización que padecen al ser víctimas de este crimen. Algunos que sobrevivieron a esta forma de tortura hoy pueden manifestarse sobreponiéndose al horror de lo vivido y esa es una forma de recuperación.

El paso necesario de víctima a sobreviviente está marcado por devolverle voz al sujeto que fue silenciado por el horror, disciplinado por el escarnio y señalar al culpable. Este proceso es un trabajo subjetivo muy complejo que lleva años de labor. No todos logran hacerlo porque existen muchas prácticas naturalizadas de violencia sexual que no se consideran crímenes a nivel social por ejemplo la convivencia forzada en la infancia/adolescencia.

Los bebés, niños, niñas y adolescentes que fueron víctimas de un crimen de características especiales por la indefensión, las amenazas, la coerción y la humillación a las que se las somete también son parte de un engranaje perverso de silenciamiento social.

La violencia sexual tiene un impacto transgeneracional y es necesario romper el silencio para lograr la recuperación de la víctima (Freepik)

El dispositivo social, cualesquiera sean los métodos utilizados: descreer de la víctima, ocultar, amenazar tiene por finalidad destruir las creencias y convicciones de la víctima a fin de hacerla dudar de lo vivido y silenciarla. Esto tiene efectos devastadores sobre la salud mental porque además de las secuelas del crimen se agregan nuevas consecuencias revictimizantes.

Por todo esto sobrevivientes de abusos y representantes de diferentes organizaciones de Latinoamérica y del mundo impulsan la creación de comisiones de la verdad en los países de la región como respuesta a la violencia sexual en las infancias y adolescencias, organismos que tienen por objetivo principal producir una verdad histórica de un tema totalmente invisibilizado y representan un cambio de paradigma total, ya que a diferencia de los juicios por la verdad, incorporan recomendaciones para implementar reformas.

En Argentina a las y los sobrevivientes a quienes sus denuncias han prescrito para la acción penal por el paso del tiempo se les ofrece como paliativo un “juicio por la verdad” que no es más que un dispositivo de silenciamiento de la víctima. La inmensa mayoría de las víctimas de este crimen se oponen a este simulacro. Ellos saben perfectamente cómo, cuándo y quienes los atacaron y no necesitan pasar por una ficción como un juicio de estas características que solo los revictimizaría, sin producir ninguna verdad que el sobreviviente no conozca y además saber que el pederasta seguirá libre atacando a otros niños y niñas, sin que nadie lo detenga.

Las sobrevivientes de violencia sexual enfrentan muchas veces silencio y estigmatización (Getty)

Por otra parte, la violencia sexual ha sido definida por distintos organismos y cortes internacionales como una forma de tortura, debido a las graves consecuencias que esta conducta tiene sobre las víctimas. Este estándar internacional implica la imposición de obligaciones especiales para los Estados, las cuales deben ser cumplidas en los procesos internos, tanto penales como investigativos, con el fin de proteger cabalmente los derechos humanos de las víctimas a la luz del derecho internacional de los derechos humanos.

Algunas cifras

La violencia sexual contra los bebés, niños, niñas y adolescentes se encuentra invisibilizada y algunas de sus prácticas naturalizadas en el mundo. A tal punto que el último informe Índice Fuera de las sombras, elaborado por Economist Impact, revela que hay alrededor de 400 millones de bebés, niños, niñas y adolescentes que son explotados y abusados sexualmente por día en el mundo.

Según datos recientes del Ministerio de Justicia, se registraron 14.424 niños, niñas y adolescentes (NNyA) víctimas de violencia sexual entre 2017 y 2022, lo que supone un aumento del 126% en el número de denuncias.

La violencia sexual deja secuelas y se transmite transgeneracionalmente; las comisiones de la verdad buscan romper el silencio y prevenir futuros abusos (Getty)

Los NNyA representan el 58% del total de víctimas de abuso sexual del país. Estas estadísticas solo hablan de la pequeña proporción de personas que logran denunciar. Según un informe sobre violencia sexual en América Latina y el Caribe, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo el 5% de las víctimas realizan una denuncia judicial.

La deuda con las y los sobrevivientes de violencia sexual es enorme. Las estadísticas son fragmentarias e insuficientes y no revelan la magnitud de un doloroso problema que debe atenderse de manera urgente.

Por consiguiente, una comisión de la verdad para investigar la violencia sexual ocurrida en la infancia y adolescencia en Argentina sería una herramienta fundamental para investigar este crimen. Al mismo tiempo que se lograría escuchar y acompañar el sufrimiento de las y los sobrevivientes, quienes la mayoría de las veces se enfrentan con el escepticismo, la estigmatización, la falta de justicia y hasta rechazo social.

Las comisiones ofrecen un espacio seguro y confidencial en el que narrar experiencias traumatizantes.

En las últimas décadas, decenas de países han creado comisiones de la verdad para investigar el abuso sexual sistémico contra las infancias y adolescencia, entre ellos se encuentran Alemania, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Escocia, Finlandia, Francia, Irlanda, Nueva Zelanda, los Países Bajos, el Reino Unido y Suiza.

"Las comisiones de la verdad investigan crímenes ocultos o negados, brindando voz a víctimas y sociedades a través de relatos y datos, con el fin de reconstruir la historia", explicó Almada

Al finalizar elaboraron informes con los datos recabados donde se ofrecen recomendaciones que en general se agrupan en dos tipos:

1. Medidas para aliviar el impacto de abusos sexuales en el pasado: esto incluye compensaciones a través de planes de reparación, disculpas oficiales, monumentos conmemorar el trauma y el sufrimiento, reformas legislativas para ampliar o eliminar los plazos de prescripción a la hora de emprender acciones legales, servicios de apoyo como asesoramiento y ayuda psicológica y líneas telefónicas de ayuda para que los sobrevivientes y para denunciar sus casos.

2. Medidas de prevención, esto incluye reformas legislativas para hacer obligatorio que se denuncien los abusos ocurridos en todos los ámbitos, investigación de antecedentes del personal en las entrevistas de trabajo en instituciones que trabajan con menores de edad, formación del personal en materia de protección infantil, mecanismos para que los NNyA de edad denuncien los abusos, educación en la prevención para niños y niñas campañas de concienciación pública, organismos de vigilancia y ratificación de la legislación relevante sobre derechos humanos.

"Una memoria que quede atrapada en el silencio y el temor de la víctima tiene graves consecuencias psicológicas no solo para ella, sino para las futuras generaciones porque construye dolor, impotencia y enfermedad", describió Almada

Las comisiones de la verdad pueden incluso incidir para lograr romper la cultura del silencio y las prácticas legitimadas como el chineo (N.delR: práctica delictiva por la cual grupos de varones cometen violaciones sexuales contra niñas y adolescentes pertenecientes a comunidades de pueblos originarios), la convivencia forzada, la corrupción de menores, los embarazos y maternidades forzadas, entre otras, es decir las diversas formas de la explotación y el abuso sexual.

En abril de este año desde la asociación civil que dirijo, ARALMA y junto a la organización londinense Child Rights International Networks (CRIN) organizamos un evento en Buenos Aires “Explorando las posibilidad de establecer una comisión de la verdad en respuesta a la violencia sexual en las infancias en Latinoamérica “que reunió a los exponentes más prestigiosos del mundo que han logrado crear en sus países comisiones de la verdad para investigar estos delitos.

Las memorias colectivas son una forma de terminar con la impunidad, luchar contra el olvido y lograr que los crímenes no se repitan. No se trata solo de una herramienta de recuperación del pasado sino también de sembrar futuro.

El pasado insiste no sólo de manera individual también lo hace a través del trauma social

Una memoria que quede atrapada en el silencio y el temor de la víctima tiene graves consecuencias psicológicas no solo para ella, sino para las futuras generaciones porque construye dolor, impotencia y enfermedad. A nivel transgeneracional se hace referencia a la cadena de transmisión de significaciones que se lega de generación en generación y que abarca ideales, mitos, identificaciones y enunciados discursivos que involucran lo dicho, pero también lo silenciado. Es decir, lo transgeneracional comprende aquella información inconsciente que las familias transmite a toda su progenie.

El inconsciente se piensa no sólo como instancia en el ámbito individual, sino desde una dimensión que alcanza los funcionamientos familiares, históricos y culturales. Desde este punto de vista el trauma se entiende como un un hecho doloroso o vergonzoso del pasado que se proyecta sobre las futuras generaciones especialmente cuando se ha callado. Cuando a un niño un aniña o un adolescente padecen un hecho traumático como un crimen sexual y este se oculta y reprime, no se olvida, se mantiene activos de manera inconsciente provocando síntomas y se transmiten a la descendencia, si los que sobreviven no hablan de ello.

En “Tótem y tabú”, Sigmund Freud escribe: “Sin la hipótesis de un alma colectiva y de una continuidad de la vida afectiva de los hombres que permita despreciar la interrupción de los actos psíquicos individuales resultantes de la desaparición de la existencia no podría existir la psicología de los pueblos. Si los procesos psíquicos de una generación no prosiguieran desarrollándose en la siguiente, cada una de ellas se vería obligada a comenzar desde un principio el aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en este terreno”.

El trauma social se define como el conjunto de acontecimientos que marcan a la sociedad y que inciden y provocan consecuencias traumáticas en las personas

Este trabajo suscita a la reflexión sobre la importancia del pasado y las vivencias de los antepasados en los procesos mentales y en el lugar que ocupan en nuestras vidas.

¿Qué efecto tienen las vivencias traumatizantes de la violencia sexual silenciadas sobre futuras generaciones?

Es importante que la sociedad se mire a sí misma para historizar, reconocerse y lograr proyectar nuevas formas de recuperación de los sobrevivientes y de protección hacia las infancias.

Una comisión de la verdad y una ley de imprescriptibilidad de estos crímenes serían un proceso no-judicial, una campaña de Mani pulite, sobre la violencia sexual contra bebés, niños, niñas y adolescentes, padecida en ámbitos intrafamiliares y extrafamiliares. Un proceso como este dejaría al descubierto las estadísticas, la trazabilidad y los lugares donde se cometieron estos crímenes y podría no solo escuchar sino ayudar a los millones de sobrevivientes que lo requieren y prevenir en las futuras generaciones, quizá la forma más atroz de maltrato en la infancia: la violencia sexual.

* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

Seguir leyendo: