En la era digital, compartir momentos de la vida cotidiana en redes sociales se ha convertido en una práctica común para muchas familias. Sin embargo, esta tendencia conocida como “sharenting”; (una combinación de las palabras “compartir” y “crianza” en inglés) ha planteado preocupaciones sobre el impacto que puede tener en la privacidad y la salud mental de los niños y niñas.
El fenómeno del sharenting comenzó a tomar fuerza a principios de la década de 2000, con el aumento de la popularidad de las redes sociales. Los padres y madres empezaron a compartir fotos, videos y anécdotas de sus hijos e hijas en plataformas como Facebook, Instagram y Twitter, para mostrar con orgullo la belleza, simpatía y logros de los pequeños.
Sin embargo, con el tiempo, esta práctica ha evolucionado y ha alcanzado niveles preocupantes. Según estudios, se estima que durante el año 2022, más de 5,6 millones de fotos de niños habrían sido compartidas en línea diariamente, lo que genera un vasto rastro digital desde una edad muy temprana. De eso se trata su identidad digital, la que va a acompañarlos a lo largo de toda la vida.
Se han realizado varias investigaciones y estudios que respaldan las secuelas psicológicas en relación al sharenting y la exposición de la infancia en redes sociales.
Un estudio reciente publicado en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, sugieren que la sobreexposición en redes sociales puede tener consecuencias negativas en la privacidad, seguridad y autoestima de los niños (The Impact of “sharenting”, a Literature Review on Parents Disclosure of Children Information on Social Media”).
Otro estudio de 2018 publicado en la revista Journal of Youth and Adolescence, se enfoca en adolescentes, pero puede aplicarse a niños más pequeños. Los resultados indican que la exposición en redes sociales puede estar relacionada con problemas de autoestima, depresión y ansiedad en los jóvenes.
Durante marzo y abril, en el marco de la cuarentena, se duplicaron los casos de grooming, y las consecuentes implicancias en casos de pedofilia y ramificaciones con la mal llamada pornografía infantil, que se trata de distribución de material con fines eróticos. El objetivo de esta iniciativa fue informar acerca de la irreversibilidad de los contenidos que se suben a la nube, alertar acerca de los riesgos de esta práctica y reducir su curva.
El grooming es un término que se utiliza para describir la manipulación y el acercamiento por parte de un adulto hacia un niño, niña o adolescente en línea, con la intención de obtener una relación sexual o explotar al menor. El grooming puede incluir el envío de mensajes inapropiados, solicitud de imágenes íntimas y el establecimiento de una relación de confianza para lograr abusar sexualmente del menor de edad.
En tiempos en los que la mayoría de los aspectos de la vida pública, privada e íntima se publican en redes sociales, la identidad digital es un derecho y la preservación de la niñez y la adolescencia, una necesidad.
Preocupados durante la pandemia por la sobreexposición de niños, niñas y adolescentes y por el compromiso con su huella digital, lanzamos una campaña digital “Desviralizal@s, el mejor Live es el que no se comparte”, una iniciativa de Aralma, la asociación que dirijo y Smartly consultora en ODS, con el apoyo de ASAPMI (Asociación Argentina de prevención del maltrato infantil ), Línea102, Consejo de los Derechos de las niños, niñas y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires, Asociación de Familias Diversas (AFDA), Sociedad Argentina de Evaluadores de la Salud (SAES) y CÁTEDRAS UNESCO de Educación y Cultura para la Paz.
Buscamos generar conciencia sobre el sharenting, sus consecuencias y los riesgos de subir a las plataformas digitales imágenes de niños, niñas y adolescentes.
A los chicos y chicas les molesta muchísimo que se compartan sus imágenes sin consultarles o anécdotas de su vida privada, sin consentimiento. Cada vez y desde más pequeños se encuentran incluidos en un uso virtual de la vida y esta crianza en línea puede deja una huella digital. Muchas veces en el momento y otras a medida que van creciendo se avergüenzan. Muchos no se animan a decirlo por temor al enojo de sus padres.
Otros lo expresan y llegan a acuerdos con sus familias sobre qué y cómo contar algún episodio importante de su vida, desde la graduación del jardín de infantes hasta un día en la piscina.
Algunos adultos se enojan con este pedido, como si fuera algo injusto. Sienten una herida porque aquello que se compartió con amor y ternura sea reprobado por el hijo/a. No se trata de un desprecio sino de autocuidado.
Un ejercicio que me gusta trabajar con los papás y mamás, es imaginar que su pareja contara de qué manera comemos, dormimos o nos enojamos o si publicara una foto con fotos suyas con el cabello desordenado, desalineada la boca, con comida, sin tu consentimiento.
Los niños sienten y piensan de la misma manera y se requiere, cuando pueden hacerlo, su consentimiento explícito.
Consecuencias psicológicas en la infancia
El sharenting puede tener implicaciones psicológicas o en la vida de los niños y niñas. Aunque los padres lo hacen con la mejor intención, es importante tener en cuenta que no se tiene en cuenta o no tienen aún la capacidad para consentir la exposición pública de su vida privada.
Algunas de ellas son :
- Compartir información sobre la infancia de un niño, niña o adolescente crea una huella digital que podría afectar su privacidad y autonomía en el futuro. Las imágenes y datos compartidos pueden estar disponibles en línea indefinidamente, incluso cuando el niño crezca y desee controlar su propia identidad digital.
- Exposición a riesgos: la sobreexposición en línea de la vida de un niño puede hacerlos vulnerables a la ciberdelincuencia, como el robo de identidad o el acoso en línea. También la exposición constante en redes sociales puede llevar a los niños a compararse con otros y afectar negativamente su autoestima si perciben que su vida no es tan “perfecta” como la de otros.
- Las publicaciones en redes sociales pueden generar expectativas y presiones sociales tanto para los padres como para los niños, creando una cultura de comparación y competitividad.
- Los niños pueden desarrollar una percepción distorsionada de la realidad si sus vidas se ven constantemente filtradas y editadas para mostrar solo lo positivo y lo exitoso.
En la última novela de la escritora francesa Delohine de Vigan Los reyes de la casa, se desarrolla esta problemática, aunque enfocada en la explotación comercial de niños, niñas y adolescentes en canales como Youtube e Instagram llevada adelante por la propias familias. Allí muestra con crudeza las consecuencias e hiperadaptaciones de los niños y niñas a esta forma de maltrato.
Mélanie Claux es la madre de Kimmy y Sammy y dirige junto a su esposo Happy Break, un exitoso canal de YouTube con historias en Instagram, que es la fuente financiera familiar.
Toda ocasión privada puede ser retratada para generar contenido, exponiendo a los niños a largas y duras horas de trabajo y aislándolos del mundo infantil. La subtrama expone la tiranía del like, la peligrosidad de compartir todo en las redes sociales, el engaño de mostrar vidas ficticias con efectos devastadores.
El sharenting es un fenómeno complejo que requiere reflexión y cuidado por parte de los padres y madres. Compartir momentos especiales de la infancia de los niños puede ser valioso para mantener a los seres queridos informados y conectados, pero es importante hacerlo con conciencia sobre la privacidad y la seguridad.
Es importante consultar a los niños, niñas y adolescentes sobre qué tipo de contenido desean compartir, respetando su autonomía y protegiendo su privacidad. Además, es esencial educar a los niños sobre el uso responsable de las redes sociales y los riesgos asociados con el mundo digital.
La crianza en la era digital es un desafío constante, pero con una conciencia informada y una perspectiva responsable, podemos equilibrar la presencia digital de los niños y niñas con su bienestar emocional y su seguridad en línea.
* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.
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