Según el Diccionario panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española, la contaminación acústica o sonora es la “presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que implican molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causan efectos significativos sobre el medioambiente”.
Para la doctora Bente Mikkelsen, directora del Departamento de Enfermedades No Transmisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “millones de adolescentes y jóvenes podrían sufrir pérdida de audición”, entre otras cosas, “por la exposición a niveles de sonido nocivos en lugares como clubes nocturnos, bares, conciertos y eventos deportivos”.
Como se ve, la contaminación acústica es una problemática latente que tiene incidencia en la salud humana, algo que no pasa desapercibido para los expertos. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en las grandes ciudades del mundo que están atestadas de sonidos provenientes del tránsito y de actividades humanas?
“Los ruidos de la ciudad pueden producir un trauma acústico, que sería el daño del oído por ruidos. En otras palabras, se trata de la disminución de la audición por la exposición recurrente a los ruidos”, introdujo en diálogo con Infobae Patricia Portillo Mazal (MN 117216), otorrinolaringóloga y medica asociada del Hospital Italiano de Buenos Aires.
“Hablamos de la consecuencia de la hipoacusia, que es la pérdida o descenso de la audición”, completó Portillo Mazal. Y añadió: “A la hora de pensar en formas de prevención individual, es fundamental no agregar más ruidos al entorno, como por ejemplo escuchar música con auriculares en la calle; también hay que disminuir los sonidos dentro de casa y en del auto; y evitar el uso de la bocina, accionándola solo en casos necesarios y como medida de seguridad. En un plano más general, las ciudades deberían regular el tránsito”.
A su turno, Sandra Graizer, fonoaudióloga jefa de la División de Audiología y Terapia del Lenguaje del Hospital Rocca, le dijo a Infobae: “La contaminación sonora ocurre cuando hay presencia de ruidos molestos o ensordecedores para las personas. Pueden ser continuos, constantes o intermitentes. La OMS le da mucha importancia a este tema porque esta contaminación es uno de los factores ambientales que provoca grandes inconvenientes en la salud. Las ciudades son las grandes productoras de este tipo de contaminación”.
“El ruido excesivo y constante trae efectos negativos -siguió Graizer-, como por ejemplo disminución auditiva; tinnitus, que son los zumbidos molestos; trastornos de estrés; fatiga, depresión; ansiedad o dificultades para conciliar el sueño. Todo esto puede afectar a nuestra capacidad de concentración, provocando bajo rendimiento laboral e intelectual, disminución de la memoria y se han descrito, también, efectos fisiológicos como la dilatación de las pupilas, aceleración del pulso, incremento de la presión arterial, dolores de cabeza y tensión muscular”.
Para la fonoaudióloga, “muchas de las actividades humanas actuales son las que generan el ruido: el tráfico, los bocinazos, las maquinarias industriales son algunos ejemplos. O también cuando se trabaja en una construcción; los vehículos como el subte, trenes, aviones; los conciertos musicales; las salas de cine o la música de los comercios que es elevada. También se pueden considerar fuente de contaminación sonora los gimnasios, que ponen parlantes con salida de hasta 110 decibeles”.
En ese tono, Graizer sugirió: “Si sabemos que vamos a estar expuestos a sonidos fuertes, es sumamente importante utilizar protectores auditivos. Si bien esto no soluciona el problema, por lo menos disminuye la intensidad del sonido y previene que tengamos lesiones en la audición”.
Las mediciones de contaminación acústica
Particularmente en Buenos Aires, el Mapa del Ruido elaborado por el Gobierno de la Ciudad indica que solo en la avenida 9 de julio los niveles sonoros oscilan en el rango de 75 y 80 decibeles entre las 7 de la mañana y las 22 horas. Un paralelismo para dimensionar este dato: para la OMS, la exposición promedio al ruido del tráfico no debe superar los 53 decibeles. Este cálculo se publicó en el Compendio de Salud y Medioambiente del organismo.
En este punto, Graizer recomendó que, para tener un sueño reparador y descansar en la noche, “no deberíamos estar ante una intensidad mayor a 35 decibeles”.
Beatriz Garzón es investigadora del CONICET y está especializada en arquitectura bioambiental, trabajando sobre temas como hábitat sustentable y saludable en Argentina, entre otros. En uno de sus estudios, la experta realizó mediciones acústicas en San Miguel de Tucumán junto al Grupo de Hábitat Sustentable y Sustentabilidad (GhabSS), del cual es directora, en la Universidad Nacional de Tucumán.
Según aquel trabajo, en horario pico, el área céntrica de aquella localidad tucumana soporta sonidos de entre 90 y 100 decibeles. En conversación con Infobae, Garzón detalló que la contaminación acústica “involucra a cualquier localidad, sin importar su tamaño, por lo cual debe ser comprendida y atendida por la sociedad en su conjunto; por lo tanto, es imprescindible desarrollar acciones y concientización sobre los riesgos que implica el ruido”.
Según Garzón, en Argentina “las principales urbes del país tienen altos niveles de ruido; aunque también se han encontrado altos valores en ciudades de menor escala”. Junto a su equipo de trabajo del GhabSS, Garzón elaboró una serie de recomendaciones para Infobae, con el objetivo de mejorar la acústica en las viviendas y en los centros urbanos. “En el interior de las viviendas, con el uso de materiales absorbentes se puede mitigar la reverberación colocando espumas absorbentes en muros o techos, haciendo un adecuado uso de materiales”, precisaron.
Y recomendaron “tener presente y estudiar el acondicionamiento acústico para obras nuevas, desde la concepción de los espacios, su forma y ubicación, los materiales con los que se van a materializar, como así también la ubicación y resolución de las instalaciones que dispondrá, sala de máquinas, conductos, la ubicación de calderas, tanques cisterna, de modo que no deban realizarse grandes cambios en cuanto a lo acústico una vez construida la obra”.
De acuerdo a Garzón y sus colegas, “el movimiento del tránsito vehicular tiene incidencia directa en la generación del ruido urbano, ocasionando molestias que afectan al trabajo, al ocio y al descanso, entre otros ámbitos de la vida”. Por ende, consideran fundamentales algunas medidas como “la distinción de vías de circulación, de acuerdo a la carga y uso del transporte; la reducción del número de carriles en el microcentro para evitar el paso de transporte público o de grandes camiones; y el ensanchamiento de las veredas, priorizando al peatón e incorporando, también, nuevo mobiliario urbano con características fonoabsorbentes, como bancos, maceteros, barreras o carteleras”.
Finalmente, el psicólogo Alexis Alderete, especialista en trastornos de ansiedad, aportó a Infobae algunos preceptos de salud mental en relación a la contaminación sonora: “La constante y diaria exposición a niveles elevados de ruido en las grandes ciudades puede provocar en las personas diversas problemáticas de salud mental, entre ellas estrés crónico, ansiedad y cambios en la calidad del sueño. Todo esto se verá reflejado en las personas como síntomas de irritación constante, o la voluntad de querer aislarse continuamente. Asimismo, en la vida laboral y personal, la concentración y la productividad podrían ir disminuyendo”.
Cerró Alderete: “La disminución de la calidad del sueño por el ruido nocturno, como el tráfico o las sirenas, puede interrumpir el sueño y provocar insomnio. El sueño deficiente tiene un impacto significativo en la salud mental, ya que puede contribuir al desarrollo de trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad, y en algunos casos pueden aparecer sueños perturbadores o pesadillas”.
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