Christina Crawford tenía menos de un año cuando fue adoptada por la estrella de cine Joan Crawford. En sus memorias “Querida mamá” publicadas dos años después de la muerte de su progenitora, en 1977, relató la violencia física y psicológica de la que fue víctima por parte de su madre durante la mayor parte de su vida.
En el libro “El auténtico drama del niño dotado”, de Martin Miller, el autor habla de la relación que tuvo con su madre, la gran investigadora de la infancia Alice Miller, y cuenta la relación de destrato y desinterés que tenía hacia él y su hermanita Julika que nació con síndrome de Down, ese maltrato llegó hasta llevarlos a hogares de niños para tenerlos lejos. El autor señala que el violento físicamente era el padre, pero su libro está dedicado a desmarcar a la madre en su función.
La maternidad es una experiencia compleja influenciada por una serie de significados sociales. Estos significados pueden variar según el contexto cultural, las normas sociales y las expectativas de género. Algunos de los aspectos que pueden contribuir a la carga de significados sociales en la maternidad incluyen los ideales como la abnegación, la incondicionalidad. Se le exige a la madre tener de manera “natural” habilidades de crianza y cumplir con estándares de la femineidad asociada a la maternidad.
La maternidad se asocia con los roles de género tradicionales, en los que se espera que las mujeres sean madres y se ocupen principalmente del cuidado de los hijos. Desde siempre las mujeres madres han sentido presión por la forma en que desempeñan el rol, y en la era de las redes sociales y la exposición constante a las vidas de los demás, pueden sentir la presión de compararse con otras y sus logros aparentes. Esto puede generar sentimientos de inseguridad y autoexigencia.
Muchas veces esa exigencia, más los estilos de crianza basados en los malos tratos, genera que los patrones se repitan y reproduzcan de generación en generación. El maltrato infantil ha llegado a ser un problema que se incrementa en forma alarmante. Aun cuando no se tienen cifras precisas de la magnitud del mismo, se infiere que su presencia es cada vez más evidente.
El maltrato hacia los niños no es un problema nuevo, a lo largo de la historia de la humanidad se puede encontrar que el abuso, el maltrato y la negligencia han sido una constante. Las justificaciones del maltrato infantil han sido diversas en diferentes momentos históricos que van desde el sacrificio de los menores de edad para agradar a los dioses o mejorar la especie, hasta imponer normas disciplinarias muy severas que incluyen maltrato físico, psicológico y negligencia como normas de educación.
También desde siempre ha sido una descarga del mal humor o de la mala vida de los adultos a cargo de la crianza. La falta de empatía de muchos adultos los lleva a creer que los niños y niñas carecen de emociones y sentimientos y que son indemnes al dolor.
Otras veces los progenitores viven a sus hijos como una carga y si bien algunas veces la concepción es un acto consciente, el nacimiento puede despertar antiguas penas y abrir cicatrices que estaban ocultas.
Del mismo modo embarazos no planeados que se llevan a término por mandatos sociales, pueden sentirse como exigencias insoportables al momento de la crianza. Otras veces el hijo ocupa un lugar de proyección de figuras del pasado y recibe el dolor que el progenitor sufrió pasivamente de niño, pero de manera reactualizada.
Se considera que un niño, es maltratado cuando su salud física o mental o su seguridad están en peligro, ya sea por acciones u omisiones llevadas a cabo por la madre, el padre, u otras personas responsables de sus cuidados, produciéndose el maltrato por acción, omisión o negligencia.
En general cuando nos encontramos con madres maltratadores podemos encontrar:
- Historia de maltrato o abuso en la infancia: las madres que han sido víctimas de maltrato o abuso en su propia infancia pueden tener dificultades para desarrollar habilidades de cuidado y pueden repetir patrones de comportamiento abusivo.
- Estrés y presión social: las madres pueden enfrentar situaciones estresantes en sus vidas, como problemas económicos, falta de apoyo social, problemas de salud mental, adicciones u otras dificultades que pueden afectar su capacidad para cuidar adecuadamente a sus hijos.
- Problemas de salud mental: personas que sufren de trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad, trastornos de la personalidad o trastornos del estado de ánimo, pueden tener dificultades para brindar un ambiente seguro y estable para sus hijos.
- Aislamiento social: la falta de apoyo social y la sensación de aislamiento pueden aumentar el riesgo de comportamiento abusivo. Las madres que se sienten solas o desbordadas pueden tener dificultades para buscar ayuda o encontrar recursos para afrontar las demandas de la crianza.
Existe una gran cantidad de evidencia científica que respalda la relación entre ciertos factores y el maltrato materno. Un estudio investigó el impacto de la victimización materna en el maltrato infantil. Encontró que las madres que habían experimentado abuso o violencia en su vida tenían mayor riesgo de maltratar a sus hijos.
Las investigaciones sobre victimización en la infancia han demostrando que la mayoría de los niños y niñas no son víctimas de un solo hecho o un tipo de maltrato que se repite, sino al contrario sufren diferentes agresiones como parte de un patrón de victimizaciones continuas o múltiples. Los niños victimizados que padecen maltrato infantil o violencia familiar, también parecen estar en mayor riesgo de futuras victimizaciones.
Las secuelas del maltrato infantil
El maltrato padecido en la infancia, ya sea por parte de la madre o del padre tiene consecuencias en la salud mental de los niños. Algunas incluyen:
-Trastornos emocionales: los niños maltratados suelen desarrollar trastornos del estado de ánimo, como depresión y ansiedad. También pueden experimentar dificultades en el control de impulsos y regulación emocional.
- Problemas de conducta: el maltrato infantil se ha asociado con la aparición de problemas de conducta, como conducta agresiva, comportamiento antisocial y desafío a la autoridad.
- Baja autoestima: los niños maltratados pueden desarrollar una percepción negativa de sí mismos y tener una baja autoestima. Pueden sentirse culpables, avergonzados o menos valiosos que otros niños
- Dificultades en las relaciones interpersonales: el maltrato puede afectar la capacidad de los niños y niñas para establecer relaciones saludables y satisfactorias. Pueden tener dificultades para confiar en los demás, establecer límites adecuados y mantener relaciones duraderas.
- Trauma psicológico: El maltrato en la infancia puede provocar un trauma que se manifestarse a través de síntomas de estrés postraumático, como flashbacks, pesadillas, estados de alerta, evitación de situaciones relacionadas y problemas de sueño.
Los estudios señalan que el maltrato recibido por el padre o la madre tienen un impacto poderoso en la salud mental de los niños. Sin embargo, algunos estudios sugieren que el maltrato paterno puede estar más asociado con problemas de conducta externalizados, es decir comportamientos negativos que son visibles y observables externamente. Estos problemas de conducta pueden incluir agresión física o verbal hacia otros, conductas disruptivas, desafío a la autoridad, falta de autocontrol, conductas delictivas, entre otros.
Mientras que el maltrato materno puede tener una mayor relación con problemas emocionales internalizados. Estos problemas pueden incluir ansiedad, depresión, baja autoestima, sentimientos de culpa, vergüenza, inseguridad y dificultades para regular las emociones.
Una revisión de estudios examinó los efectos del maltrato infantil en el desarrollo psicológico y destaca cómo el maltrato perpetrado por las madres puede tener consecuencias importantes en la salud mental de los niños. Aunque estas diferencias no son absolutas y pueden variar dependiendo de múltiples factores que incluyen la dinámica familiar y la interacción de otros factores de riesgo y protección.
El dolor cuando la madre es la que maltrata no es cuantificable pero es notable en los relatos de los pacientes. Hay algo visceral en la relación entre madres e hijos que sitúa a este rol como el más observado, criticado y exigido de ambos. Al mismo tiempo que es la figura que más defrauda con relación a los ideales que se le imponen.
Los significados socioculturales hacia la maternidad hacen que cuando el maltrato viene de parte de la madre la ofensa psíquica y social sea mayor. Lo cierto es que el maltrato en la infancia sea cual fuera el género del agresor deja una huella imborrable y se constituye en un grave problema social, con raíces culturales y psicológicas, que pueden producirse en familias de cualquier nivel económico y educativo.
La intervención temprana, el apoyo terapéutico y el entorno de protección son fundamentales para ayudar a los niños a recuperarse y desarrollar una salud mental saludable. Trabajar para su erradicación además de ser una decisión ética es una decisión política que habla del lugar y la importancia que una nación le otorga a la infancia
* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.
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