Hay un viejo axioma que indica que hay enfermedades y problemas de salud que únicamente aparecen durante la vejez, despojando a la juventud de cualquier preocupación al respecto. Sin embargo, la realidad se impone y muestra que esta idea es poco más que una quimera. En primer lugar, con respecto a la adolescencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que, “si bien está considerada como una etapa saludable de la vida, en su transcurso se producen muertes, enfermedades y traumatismos en una proporción considerable. Gran parte de esos problemas se pueden prevenir o tratar”.
Según el organismo, “durante esta fase -que va desde los 10 a los 19 años- los adolescentes establecen pautas de comportamiento –por ejemplo, relacionadas con la alimentación, la actividad física, el consumo de sustancias psicoactivas y la actividad sexual – que pueden proteger su salud y la de otras personas a su alrededor, o poner su salud en riesgo en ese momento y en el futuro”.
“El inicio temprano del consumo nocivo de sustancias psicoactivas, que es desproporcionadamente elevado entre los jóvenes, da lugar a un aumento del riesgo de caer en dependencias y de sufrir otros problemas”, advierten desde la OMS.
Y suman: “En muchos países, el consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia suscita gran preocupación. Más de una cuarta parte de las personas de entre 15 y 19 años —unos 155 millones de adolescentes— la consumen. (...) Es importante tener en cuenta que el cerebro sigue desarrollándose hasta los 25 años, aproximadamente”.
Bajo estos preceptos, en diálogo con Infobae, Fernando Cichero, director médico y jefe de Cirugía Cardiovascular del Hospital Roca, introdujo: “En los últimos 10 años, disminuyó notablemente la actividad deportiva en niños y jóvenes, principalmente por el uso desmedido del teléfono celular en redes sociales y la computadora para juegos en línea. Además, casi el 35% de los niños entre 7 y 15 años tiene obesidad moderada, ya que comen una gran cantidad de calorías justo en el momento en el que están creciendo”.
“En lo que respecta a enfermedades coronarias -añadió Cichero-antes rondaban el grupo etario de los 40 años, y ahora ese indicador bajó a 37 años. Los niveles de colesterol se tendrían que controlar cada cinco años, pero muy poca gente hace estos controles en sus hijos, por lo que los primeros estudios se terminan haciendo cuando uno ya es adulto, a partir de los 20 o 30 años. Entonces, si algún indicador da alto, uno no puede saber hace cuánto tiene esos niveles”.
Además, según consideró el experto, el consumo de drogas entre los jóvenes tiene una incidencia directa en este panorama. “La cocaína produce picos de hipertensión arterial, lo que ha hecho que aumentara en los jóvenes la disección aórtica, que es la rotura de la arteria aorta cuando sale del corazón. Además, las drogas sintéticas producen un estado de excitación y deshidratación con accidentes cerebrovasculares hemorrágicos que antes no se veían. De todos modos, el principal problema, independientemente de la ingesta de alcohol o drogas, es la poca actividad física y las dietas calóricas de los jóvenes”, dijo.
Por su parte, el cardiólogo Jorge Franchella, quien es director del Consejo de Cardiología del Ejercicio de la Sociedad Argentina, sostuvo: “Hoy en día, los jóvenes se están haciendo más estudios médicos que antes, como por ejemplo del colesterol, y por eso puede haber más diagnósticos. De todos modos, el estilo de vida tiene mucho que ver en sus problemas de salud, y el alcohol aparece como factor de riesgo”.
“En este contexto, las drogas también ocupan un espacio importante como factor de riesgo -siguió Franchella- y también el distrés; es decir, la tensión a la cual se someten al organismo a estrés de manera repetida, crónica y sin respiro o recuperaciones. Esto genera situaciones complicadas a nivel cardíaco, por ejemplo. Los humanos nacemos con una aptitud genética, una herencia, que no tiene por qué ser nuestro destino. ¿Por qué? Porque lo que nos rodea, la forma de vida, los hábitos y ciertos valores como la glucemia, pueden modificar nuestro pronóstico de salud y de vida. Eso se llama epigenética”.
En segundo término, el cardiólogo apuntó: “Hace muchos años, se tomaba al valor del colesterol como factor de riesgo, y después esto fue cambiando. Hoy en día, no solo se ve el colesterol total en los estudios, sino también el colesterol bueno y el malo. Entonces, sabemos mucho más sobre la salud de las personas jóvenes y se requieren, para un pronóstico saludable, valores mucho más bajos que los que teníamos antes. Por lo tanto, la expectativa de tener valores de colesterol óptimos está más reducida que antes, ya que los análisis son más estrictos”.
Según Franchella, “en los años 70, se determinó que además de prevenir enfermedades contagiosas, había una forma de evitar o mejorar las patologías no contagiosas, y así surgieron los factores de riesgo como el colesterol y la presión arterial alta. A medida que uno va a prendiendo a conocer más datos con precisión, empieza a detectar más factores que pueden estar influyendo en la salud de las personas jóvenes”.
En la misma línea, el doctor Mario Boskis, cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (MTSAC), apuntó: “No se puede negar que existe un preocupante incremento de enfermedades cardiovasculares en pacientes cada vez más jóvenes. Hasta hace pocos años, era inusual que gente menor de 40 años tuviera un infarto de miocardio, y hoy se pueden ver casos de pacientes que, entre la segunda o tercera década de vida, presentan esta patología”.
“De hecho -continuó Boskis-, un estudio reciente publicado por el Colegio de Medicina de Harvard encontró que el número de personas jovenes que sufren ataques cardíacos esta aumentando un 2% por año en los últimos 10 años, lo cual es un dato alarmante. Si bien existen enfermedades con fuerte componente genético, como la dislipemia familiar, que produce en gente joven valores extremadamente altos de colesterol, es importante reconocer que existen factores que llamamos adquiridos o ambientales, que tienen una enorme participación en generar esta tendencia”.
De acuerdo a Boskis, “el 50% de la población adolescente es sedentaria y 7 de cada 10 niños probaron alcohol o tabaco antes de los 14 años. Si a esto le sumamos que el sobrepeso en esta población aumentó un 30% en los últimos años, asociado a un incremento significativo de la diabetes, y que la hipertensión arterial estaría presente en 8 de cada 100 niños en Argentina, no tendría que llamarnos la atención que este cóctel explosivo lesione nuestras arterias y el músculo cardiaco muy tempranamente”.
Finalmente, desde el ámbito de la pediatría, la doctora Celeste Celano, jefa de pediatría del Sanatorio Modelo de Caseros, consideró en conversación con Infobae: “En el último tiempo, aumentó la prevalencia de enfermedades cardiovasculares y problemas con el colesterol desde muy chicos. La responsabilidad de todo esto radica esencialmente en la alimentación, que es el pilar fundamental de la salud. Los pediatras somos los que podemos contener estas problemáticas desde que los pacientes son chicos. Cuanto más trabajemos en los hábitos y desde más temprana edad, más vamos a poder evitar las enfermedades metabólicas, que son las desregulaciones vasculares, el aumento de la glucemia, del colesterol e, inclusive, los casos de hipotiroidismo”.
“Especialmente luego de la pandemia, estamos viendo un aumento del sedentarismo. Hay chicos muy reacios a hacer actividad física. Están muy metidos con la tecnología, encerrados en casa y con miedo a salir. Esto es un factor que influye en enfermedades que se van produciendo por alteraciones metabólicas, aumento de glucosa y colesterol en sangre, tiroides que no funciona de manera adecuada”, afirmó Celano.
Y cerró: “El estilo de vida actual nos lleva a tener estos desórdenes orgánicos que luego se transforman en problemas a futuro con enfermedades de todo tipo, inclusive cáncer, intolerancias o alergias alimentarias. Por lo tanto, es esencial que desde chicos se trabaje la alimentación, promoviendo alimentos de la naturaleza y cocinados en casa”.
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