La detección precoz de enfermedades y la prevención, es considerada la mejor medicina en calidad de vida y en costos. Diversos organismos comienzan a propugnar lo mismo para las enfermedades mentales consideradas las de mayor impacto en el mundo actual.
El Grupo de trabajo prevención en Salud en Estados Unidos (U.S. Preventive Services Task Force), es un grupo de profesionales independientes, no gubernamentales, expertos en diversas áreas de la medicina dedicados a estudios sobre la prevención en salud y la medicina basada en la evidencia.
Se dedican a estudiar condiciones en las cuales la prevención, es decir anticiparse a la aparición de las enfermedades, puede ser de particular importancia por los costos humanos y económicos, en ambos casos individuales y colectivos, sociales, y elaboran informes que luego pasan como recomendaciones a instancias del poder ejecutivo y legislativo.
El rol en cuanto a expertos que aconsejan es de alguna manera similar al del “cirujano general”, del cual hemos hablado en Infobae en otros artículos, con la particularidad que el eje está puesto en la prevención específicamente. A los informes que elaboran y luego presentan les dan letras para significar la evidencia y/o la importancia que confieren a esa recomendación, y una segunda calificación respecto a si la evidencia es concluyente o necesita ser continuada con estudios posteriores.
Así, por ejemplo, la detección temprana (el screening) de tumores de vías respiratorias o de colon, ha recibido una calificación B, lo cual le dio la importancia que sabemos tiene hoy, en particular en ciertas subpoblaciones. En estos días han emitido unas nuevas guías que de alguna manera son una bisagra en la concepción o el lugar dado a la salud mental. En estas recomiendan que necesariamente se comience el mismo procedimiento de detección temprana con la ansiedad, a la que consideran una emergencia en salud.
Recientemente también, habían presentado informes preliminares y luego definitivos en el mismo sentido sobre la depresión, reflejado en una artículo de la prestigiosas revista de la Asociación Médica Americana (JAMA) de este mes de junio, donde incluyen un factor del cual se habla poco pero se ha incrementado en el mundo durante y especialmente en la postpandemia: el suicidio.
En relación a esto último es interesante ver cómo uno de los aprendizajes de la pandemia, es la conveniencia en la detección de casos y cómo esto significa un cambio de paradigma en salud, en la cual no se “espera” la aparición de síntomas que confirmen de manera completa un cuadro clínico, es decir, con la mayoría de sus manifestaciones clínicas esperables, sino que cumple con la práctica de la detección y el triage, la clasificación en niveles de riesgo.
Es interesante ya que esto difiere del concepto de detectar en base a la demanda, sino que se trata de tomar una población, en el caso de la ansiedad, por ejemplo, la recomendación establece todo adulto menor de 65 años, aún en la ausencia de síntomas o demanda espontánea.
El grupo de trabajo establece dos clasificaciones en la cual la primera es el grado de importancia en función de la urgencia o las complicaciones de la patología a detectar; y la segunda, muy valiosa también, se refiere a si los beneficios en la detección masiva representan una ventaja evidente frente a los riesgos que implica. Estos riesgos también los hemos visto durante la pandemia, en la cual toda temperatura ligeramente superior ya era prácticamente indicio de COVID-19 y el establecimiento de protocolos y medidas en algunos casos por lo menos cuestionables.
Por otro lado, al igual que en ese período, la detección de una entidad clínica a veces tiene el efecto de cierta ceguera cognitiva en la cual al ver un cuadro no se ven otros que pueden ser de mayor gravedad. En el caso de la ansiedad, si no se realizan evaluaciones más específicas, puede ser la manifestación de una situación más compleja como inclusive un riesgo de cuadro psicótico (la angustia en el curso de una psicosis) o de riesgo de vida.
Finalmente, el riesgo es también el establecimiento de diagnósticos con elementos parciales, lo que podría llevar al sobrediagnóstico y en el caso concreto de los trastornos de ansiedad, por ejemplo, a incrementar algo ya extremadamente preocupante en el mundo como es el consumo de ansiolíticos.
Es por eso que la propuesta es una detección mediante simples tablas de evaluación o listados sintomáticos en medicina primaria para todos los casos, de la misma manera que se toma la presión arterial, se realiza un electrocardiograma (ECG) o un estudio básico de laboratorio pero -y quizás esa es la clave- en caso que diversos elementos se presenten, pasar a una evaluación específica con profesionales de salud mental y que esto sea una evaluación en un segundo nivel, pero no la instalación “per se” de un tratamiento, lo que ya implicaría la detección masiva sin control en base a la percepción inicial.
Sacar a la salud mental del estigma significa no solo no ignorarla o banalizarla, sino también de alguna manera no sobredimensionarla. El miedo o el rechazo que generan el comienzo de un tratamiento, que a veces pueden ser simplemente medidas de tipo general, respecto a la nutrición, al sueño, ejercicios, o inclusive una psicoterapia focalizada en el problema y/o un periodo acotado de psicofarmacología, reviste más cuestiones ligadas al tabú, a temores sobre algo que sigue con una carga que la aleja de la solución, y lo acerca a la cronificación y a un descenso en la calidad de vida.
La detección primaria, igual que las indicaciones de algo que también genera temor como los estudios para la detección primaria de diversas formas de cáncer, por poner quizás una patología que más tememos simbólicamente, en lugar de condenarnos, nos libera.
Los elementos terapéuticos son cada vez más simples y eficaces, y hay que recordar especialmente no califican a nadie en cuanto a su valor personal. No somos peores o más inadecuados si detectamos o tratamos tempranamente un cuadro de ansiedad o depresión, sino por el contrario, somos seres más responsables para con nosotros y para con aquellos que queremos.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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